ESTHER SHABOT
El ultranacionalismo judío escaló en sus pretensiones de cambiar el status quo.
Sostener el equilibrio necesario para evitar la violencia en una ciudad tan cargada de historia y con tan abigarrada presencia de sitios llenos de un intenso simbolismo para judíos, musulmanes y cristianos, es realmente complicado. Si a eso se le agrega que la composición demográfica de la ciudad es de aproximadamente 500 mil judíos y 250 mil árabes palestinos, y que el conflicto entre ambos pueblos está aún lejos de ser resuelto, estamos ante una situación potencialmente explosiva a partir de cualquier chispa que aparezca en el escenario. Por desgracia, la Jerusalén de la paz a la que se canta y aspira en los despliegues de fervor religioso está muy lejos de ser realidad.
En ese sentido, estos últimos días de violencia han sido especialmente alarmantes porque son producto del fortalecimiento de las corrientes religiosas más radicales dentro del sector ultranacionalista israelí, que a su vez provoca a las capas del mismo signo de su contraparte árabe-musulmana. Durante muchos años, el arreglo o statu quo que prevaleció y aún sigue vigente en la delicada área denominada Explanada de las Mezquitas para los árabes, o Monte del Templo para los judíos, consistió en que la administración del lugar donde se ubican las dos grandes mezquitas estaba oficialmente a cargo de organismo islámico denominado Wafk, dependiente del gobierno jordano, y que la celebración de jornadas de rezos judíos en el sitio quedaba prohibida. Esa misma prohibición era y sigue siendo sostenida por el gran rabinato de Israel que basa esta decisión en considerar que estando debajo del sitio los restos del Gran Templo judío destruido en el año 70 D. C., pisar ahí constituye un acto de profanación de la santidad del lugar.
Sin embargo, el sector ultranacionalista religioso judío poseedor de fuertes tintes mesiánicos desconoce estas decisiones y ha escalado en sus pretensiones de cambiar el statu quo imperante. Se trata de un sector cada vez más activo y desafiante que ha cobrado impulso a partir del respaldo, a veces tácito y a veces explícito, de fuerzas y partidos políticos de orientación similar que forman parte de la actual coalición gobernante de Israel. De hecho, una parte importante del gobernante partido Likud, lo mismo que su socio en la coalición, el partido Habait Hayehudí, han empoderado al nacionalismo religioso mesiánico al promover mediante diversos planes de construcción, la expansión de la presencia judía en Jerusalén oriental, que es la Jerusalén donde habita la población árabe de la ciudad.
Así las cosas, el incendio no se ha hecho esperar y los dos actos terroristas de árabes que se registraron recientemente, uno contra civiles israelíes que esperaban en un paradero del tren ligero, y el otro contra uno de los activistas más importantes de la campaña para promover el rezo de los judíos en el Monte del Templo, forman parte de esta espiral violenta en la que ha caído la ciudad. Los choques y disturbios que enfrentan a las fuerzas de seguridad israelíes con manifestantes palestinos residentes en Jerusalén oriental llegaron a tal extremo de gravedad, que el gobierno israelí tuvo que ordenar el cierre del patio de las mezquitas durante el jueves pasado, para reabrirlo parcialmente al día siguiente.
En dos días más se cumplirán 19 años del asesinato de Itzjak Rabin, quien fuera primer ministro de Israel. Como cada año se conmemorará masivamente en Israel ese infausto hecho obra de un judío ultranacionalista cuyo fanatismo contribuyó a destruir las semillas de paz que en aquel entonces prometían un mejor futuro para ambos pueblos. Y es ciertamente desafortunado que ese mismo fanatismo vuelva hoy a apoderarse del escenario con un potencial explosivo que presagia panoramas cada vez más alarmantes.
Fuente:excelsior.com.mx
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