La explanada de las mezquitas, el epicentro disputado de Dios

AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO

Avanzado el año 70, y en plena revolución de los zelotes, el general romano Tito, hijo del emperador Vespasiano, abandonó la ciudad costera de Cesarea y colocó sus cohortes en las colinas que rodean la ciudad de Jerusalén.

Asentado su campamento donde hoy se erige la Iglesia de Notre Damme, sede del Vaticano en la Ciudad Santa, envío al historiador Flavio Josefo a negociar con el sumo sacerdote del Segundo Templo y los militares al mando de la rebelión judía.

El erudito judío regresó con una herida de flecha y poco después el propio Tito escapó ileso a una celada.

Agotado el diálogo, las huestes romanas asaltaron las murallas, vencieron la resistencia y llegaron al monte del Templo, donde incendiaron el santuario que sustituyó al primer Templo, levantado por el mítico rey Salomón para albergar el Sancta Santorum y venerar la alianza, y destruido por los Babilonios.

Una fecha y una acción que los judíos equiparan a otras desgracias sufridas a lo largo de su historia, como la destrucción del primer templo, la expulsión de España y el Holocausto, y que lamentan con un ayuno de 24 horas durante la festividad de Tishah b’Av, al final de verano.

Desde entonces, y hasta la llegada en el año 638 del conquistador árabe de Jerusalén, Amr ibn al-As, la cima del Monte Moriah se fue convirtiendo en un erial en cuya ladera se desarrollaba la ciudad y en el que solo un muro occidental recordaba la existencia del templo.

Ningún judío subía a rezar a ella, proscrita por la ley judía que temía que el perdido Sancta Santorum pudiera ser mancillado con la pisada, y a la espera del regreso del mesías, que reconstruirá el santuario destruido.

Influidos por la Biblia, Mahoma y los recopiladores de la tradición del Corán situaron en esta misma explanada el lugar del sacrificio de Isaac y el punto desde el que el profeta de los musulmanes inició su místico viaje a los siete cielos a lomos del caballo alado Buraq.

Al As y los gobernadores islámicos de la ciudad decidieron entonces construir sobre el monte que albergó el templo dos mezquitas.

El domo de la Roca, erigida en el año 691 por orden del califa Omar donde supuestamente estuvo el sancta santorum y la mezquita de Al Aqsa, finalizada en el 705, donde supuestamente Mahoma pernoctó tras su viaje.

Desde entonces y a excepción del tiempo de las cruzadas, la explanada ha estado gestionada por administradores islámicos y dedicada casi exclusivamente al rezo musulmán.

Los judíos, por su parte, lo han hecho frente al denominado Muro de las Lamentaciones, único vestigio de la muralla externa de contención del monte del Templo que quedó en pie.

La historia romana dice que el luego emperador Tito lo dejó en pie para recordar a los judíos su derrota; la tradición judía asegura, sin embargo, que sigue firme porque Dios así lo decidió como signo de su compromiso con el pueblo elegido.

El conflicto político, que ahora amenaza con devenir religioso, arrancó tras la guerra de 1967, una vez que las tropas israelíes conquistaron la parte este de la ciudad, anexión que no reconoce la comunidad internacional.

La bandera israelí ondeó brevemente sobre la explanada, hasta que el general Moshe Dayan entregó su gestión al ministerio de Asuntos Religiosos jordano (Awqaf), ante la prohibición de las leyes judías de que se rece en su cima antes del advenimiento del mesías.

Un estatus quo que quedó certificado en 1994 con la firma del histórico acuerdo de paz entre Israel y Jordania, y que ahora grupos ultranacionalistas y mesiánicos judíos tratan de cambiar.

Liderados por rabinos radicales como Yehuda Glick, gravemente herido el jueves tras ser tiroteado por un ex convicto palestino, presionan al Gobieno para que la abra al culto judío, pese a la prohibición legal que respetan ultraortodoxos y laicos.

Diputados y activistas de esta corriente extrema han comenzado en los últimos años a subir con creciente asiduidad a su cima, con la anuencia del Gobierno y fuertemente escoltados, lo que ha generado protestas y enfrentamientos con fieles musulmanes, que temen un cambio en el estatus.

En septiembre de 2000, la decisión del luego primer ministro israelí, general Ariel Sharon, de cruzar la explanada fue uno de los detonantes de la segunda intifada.

Fuente:terra.com.mx

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