Y ahora Jerusalem…siempre Jerusalem

ALEJANDRO RUBINSTEIN PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

Ni bien me encamino por la amplia carretera, me percato de los distintos ambientes que ofrece esta bendita tierra.

Salgo de la planicie y de la concentración urbana y me incorporo a las montañas, cuyo ambiente es desértico. Unos kilómetros más adelante, un tapete de pinos y un viento fresco me anuncia la elevación del terreno.

Al poco tiempo asciendo a la Capital Eterna del Estado y el Pueblo de Israel, porque a Jerusalem se le asciende…física y espiritualmente.

Un breve alto en el bohemio barrio de Nahlaot y de allí a repostar al complejo comercial Mamila, así llamado por estar situado en el homónimo barrio fundado en el siglo XIX y que formaba, en su punta más occidental, un trazo crítico en la frontera entre Israel y Jordania antes de la guerra del 67.

Un suculento almuerzo acompañado de la lectura de un libro sobre geografía bíblica produjo en mi cuerpo y mi mente la satisfacción requerida.

Ahora…a alimentar el espíritu. Al Kotel Hamaarabi, al Muro de los Lamentos.

Llego a la plaza y el aliento empieza a recortarse. Estar frente a su magnificente presencia milenaria no es para menos. Me lavo las manos de manera alternada en tres estaciones…así lo requiere el rito.
Así lo reclama mi alma.

Me aproximo con emoción y humildad, con respeto y temor reverencial, con amor y con fragilidad. Es el lugar sagrado donde se encuentra la judería universal y confirma su identidad.

Religiosos y seculares, barbados y afeitados, hombres y mujeres, niños y bebes, judíos y gentiles…todos muestran su respeto.
Nadie osa acercarse con la cabeza descubierta. Muchos se ponen las filacterias por vez primera.

La convocatoria al rezo vespertino es múltiple y constante. A la izquierda, a la derecha, frente y tras de mí, se pronuncia Minja.

Todas las corrientes religiosas se encuentran aquí representadas y uno puede aunarse al colectivo que desee o, como lo hice, formar parte de un minian heterogéneo.

Me retiro dando múltiples pasos en reversa. ¿La espalda al Kotel?… ¡por supuesto que no! Sería un anatema y prefiero presentar una muestra más del reconocimiento que el lugar merece.

A mi derecha, la sección de mujeres empieza a dispersarse. Es hora de retirarse a bañar y dar de cenar a los niños.

De pronto, la calma se torna en angustia. ¿Escucharon? Un atentado en Givat Hatajmoshet, a poco más de 2 kilómetros de distancia. Un terrorista atropella a 7 personas. El policía más cercano alcanza al criminal y lo liquida a tiros.

Una persona inocente también muere: Zisel Jaya Braun. Una bebe de 3 meses que procedía del mismo lugar que yo: el Kotel, el Muro de los Lamentos.

Zisel Jaya nació en plena Operación Margen Protector de hace unos meses y murió por un estúpido atentado terrorista. Sus padres previamente la llevaron por vez primera, más bien dicho por última vez, al Kotel.

Recuerdo la canción local que concluye con la frase: Eretz zabat jalab, dmaot udbash. Tierra en donde manan leche, lágrimas y miel.

Letra que alcanza una trágica dimensión.

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