RODICA RADIAN GORDON
Veinte años han pasado desde la firma del Acuerdo de Paz entre Israel y Jordania, el 26-10-1994. Se sumó así al Tratado de Paz firmado previamente con Egipto (26-3-1979). El acuerdo con Jordania surgió como consecuencia de la Conferencia de Paz de Madrid (30-10—1-11-1991), que instaló un doble circuito de negociaciones: las bilaterales directas entre Israel y sus vecinos (Siria, Líbano y una delegación conjunta Jordania–Palestinos), que se desarrollaron de manera paralela a conversaciones multilaterales (en temas de control de armas y seguridad regional; refugiados; medio ambiente; desarrollo económico; recursos hídricos) concebidas con la idea de crear confianza entre las partes y contribuir así al desarrollo de relaciones pacíficas entre Israel y los países árabes.
Después de las elecciones en Israel de 1992, en las cuales ganó el Partido Laborista encabezado por Isaac Rabin, se dio prioridad, por un lado, a las negociaciones con Jordania y, por el otro, comenzó el Proceso de Oslo con los palestinos (13-9-1993). Las negociaciones con Jordania condujeron al Acuerdo de Paz, firmado con la presencia de Isaac Rabin, el rey Hussein y el entonces presidente Clinton. Dicho acuerdo, así como las negociaciones con los palestinos, fueron la cima de la carrera de Rabin.
Un año después, el 4-11-1995, Rabin fue asesinado. Tampoco hoy —en el 19º aniversario de su muerte— el trauma nacional que provocó su asesinato se ha visto aminorado. La sociedad israelí sigue de cerca las lecciones y consecuencias de este terrible suceso, especialmente por ser una sociedad compuesta de un tejido multicultural que contiene dentro de sí una multitud de voces y opiniones diversas y encontradas.
Visto en perspectiva histórica, el asesinato de Rabin ha apuntalado valores esenciales que sustentan la base de toda democracia. El continuo debate sobre los límites del discurso político legítimo, los derechos y privilegios, así como la responsabilidad ciudadana y el rol del líder, entre otros, forman parte indispensable de la vida cívica y republicana y de su legado. Sin lugar a dudas, la tolerancia y la disponibilidad de resolver toda disputa de un modo no violento, basándonos en lo que nos une, crean los valores primordiales de la convivencia.
La importancia de los Acuerdos de Paz firmados con Egipto y con Jordania es incuestionable para los israelíes. Sin embargo, en cuanto a las negociaciones con los palestinos el debate profundo dentro de nuestra sociedad continúa, especialmente a la luz de la inhabilidad hasta ahora de llegar a un entendimiento, entre otras razones por la radicalización dentro del campo palestino. Los acontecimientos de los últimos meses y el desorden en las últimas semanas en la Ciudad Vieja de Jerusalén subrayan aún más la volatilidad de la situación presente y la necesidad de calmarla.
El debate es legítimo y necesario y, aunque las opiniones sean diversas, su lugar en el terreno político está asegurado, siempre y cuando las reglas permanezcan bien definidas. Dicho esto, sí hay un consenso dentro de la sociedad israelí de que la solución del conflicto asuma la forma de dos Estados. Sin embargo, la única manera de garantizar una paz duradera es a través de negociaciones directas y sinceras en las cuales ambas partes puedan presentar sus diversas peticiones y no a través de una demanda unilateral en el marco de las Naciones Unidas.
Fuente: Excelsior
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