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viernes 15 de noviembre de 2024

76 Aniversario de la Kristallnacht

Kristallnacht

MARIO NOYA

18 de octubre de 1938: Adolf Hitler dicta la expulsión de Alemania de más de 12.000 judíos oriundos de Polonia. “Se les ordenó abandonar sus hogares en una sola noche, y sólo se les permitió llevarse consigo una maleta por persona”. A la mayoría, 8.000, les denegaron la entrada en Polonia. El matrimonio Grynzpan, más de 27 años en Hannover, formaba parte de esa mayoría desvalijada y abandonada a una suerte tétrica, al menos 7.000 [se vieron obligados a varar] en los fríos suelos de piedra de la estación fronteriza polaca de Zbaszyn, y en establos cercanos.

“Nadie nos dijo lo que ocurría, pero comprendimos que era el fin”, escribió Berta, la hija de los Grynzpan, a su hermano Herschel, residente en París. “No tenemos ni un céntimo. ¿Podrías enviarnos algo?”.

A Herschel le llegó el SOS el 3 de noviembre. El 4 leyó un reportaje sobre las deportaciones –con su corolario de “casos de pérdida de la razón y de suicidios entre los expulsados”– en un periódico editado en ídish. El 5 era Shabat. El 6 decidió matar al embajador de la Alemania nazi en Francia.

No dio con él sino con el tercer secretario, Ernst vom Rath, que le preguntó por ese documento tan “importante” que decía el portero tenía que entregarle. “Es usted un boche asqueroso y aquí, en nombre de 12.000 judíos perseguidos, tiene su documento”, le escupió Herschel.

Fueron tres disparos.

“En Alemania, los periódicos de la mañana del 8 de noviembre denunciaban cómo asesinó al pueblo judío”. Ese mismo día fue suspendida la prensa judía. El ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, consignó varias manifestaciones antisemitas “espontáneas” en distintos puntos del país. Ya en la noche, al menos 70 judíos presos en Buchenwald serían asesinados.

“El miércoles por la noche, 9 de noviembre, llegaron a Berlín noticias de que Vom Rath había muerto a causa de sus heridas”. Goebbels se lo comunica a Hitler y –anotará en su diario–

Él decide: debe permitirse que continúen las manifestaciones. Hay que retirar a la policía. Por una vez, los judíos debían sentir lo que es la ira popular.

Kristallnacht, 9-10 nov 1938. Noche de los cristales rotos y los judíos martirizados: al menos 91 muertos, más de 30.000 (la cuarta parte de los judíos varones que quedaban en Alemania por aquel entonces) detenidos y enviados a campos de concentración, donde más de 1.000 acabarían muriendo (“Jamás, jamás, me preguntéis lo que he visto”: Henny Prilutzky, superviviente, a su familia). Miles de sinagogas y comercios judíos arrasados.

“Fue un punto de inflexión dramático”.

–10 de noviembre: se prohíbe a los judíos tener armas.

–11 de noviembre: Joseph Goebbels: “El pueblo alemán es antisemita”. (Y escrupuloso: “Allá donde el fuego hubiera podido poner en peligro edificios no judíos adyacentes, los amotinados [sic] destruyeron las sinagogas con mazas y hachas”. “En Ober-Ramstadt, mientras ardía la sinagoga, se tomó una fotografía de cómo los bomberos ponían a salvo una casa cercana”).

–12 de noviembre: reunión de los ministros de Interior, Propaganda, Finanzas y Economía para abordar la cuestión judía. “Goering [el de Economía] formuló una propuesta que había de tener consecuencias desastrosas para los judíos de Alemania. Les dijo a sus colegas: ‘Los judíos alemanes, en su conjunto, como castigo por sus abominables crímenes, etc., etc., tendrán que pagar una contribución de mil millones [de marcos; unos 5.300 millones de dólares al cambio de 2006]. Con eso bastará. Esos cerdos se lo pensarán antes de cometer otro asesinato’. Goering añadió: ‘En general, he de decirlo de nuevo, no me gustaría ser un judío en Alemania'”.

A ningún judío se le permitiría abandonar el país hasta que la multa de mil millones de marcos impuesta a la comunidad judía hubiera sido satisfecha, o hasta que a la familia que pretendía emigrar no le quedaran ni activos financieros ni obligaciones pendientes. Todos los pasaportes habían de ser entregados. Sólo serían devueltos cuando él o la titular del pasaporte entregara un certificado oficial que demostrara que había entregado al gobierno todos sus activos financieros.

–12 de noviembre: a partir del 1 de enero de 1939 un judío no podría ser dueño ni gerente, ni directivo de un negocio. Todos los comercios judíos “irán pasando gradualmente a manos arias”, anuncia Goebbels.

–14 de noviembre: se prohíbe a los judíos matricularse en las universidades del Reich o asistir a sus clases.

–15 de noviembre: se ordena la expulsión de los escolares judíos de los colegios.

–23 de noviembre. Los nazis gritan: “Acabemos con los judíos”.

 Nota del corresponsal del News Chronicle británico en Berlín:

Hasta qué extremos puede llegar esta campaña, queda claro en un artículo aparecido ayer en el Schwarze Korps, órgano de la unidad negra nazi [las SS], que pronostica el exterminio físico de los judíos. Han de ser empujados a calles especiales, marcados con un emblema especial y privados del derecho a poseer tierras o una casa, manifiesta. Seguidamente, al quedar excluidos de toda ocupación rentable, no tardarán en convertirse en criminales, como mandan sus instintos hereditarios.

Una vez alcanzada esta fase, concluía el Schwarze Korps, “nos enfrentaríamos a la dura necesidad de exterminar al inframundo judío usando los métodos que siempre usamos para hacer frente a los criminales, a saber, el fuego y la espada. El resultado sería el final definitivo de los judíos en Alemania, su destrucción final”.

En la Kristallnacht, Henry Stern era un colegial de catorce años en Sttutgart. La mañana del 10 de noviembre, recordaría después, “iba de camino al colegio cuando vi las llamas y el humo que surgían de la sinagoga grande (…) El camión de los bomberos estaba allí, pero sin hacer nada. Había una enorme multitud mirando, y recuerdo con toda claridad que reinaba un silencio absoluto. (No se trataba de una multitud jubilosa, como en general se publicó en la prensa alemana) [Acotación del propio Stern]. Yo, por supuesto, me quedé conmocionado y corrí de vuelta a casa, llorando”. Más tarde escuchó decir a los alemanes [sic] con voz queda: “Esto no terminará bien, nada puede terminar bien cuando se queman las Gottenhäuser (las casas de Dios)”.

Nota: todos los entrecomillados y pasajes sangrados proceden de Martin Gilbert, La noche de los cristales rotos, Siglo XXI, Madrid, noviembre de 2008, 1ª ed., traducción deplorable.

Fuente: Libertad Digital

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