Brillante discurso sobre el Holocausto de Yair Lapid en Alemania

Yair Lapid (C), speaks during a Yesh Atid party meeting, at the Knesset, the Israeli parliament, in Jerusalem March 4, 2013. A surprise alliance between Israeli political stars, far-right Naftali Bennett, and centrist Lapid, who reject privileges for ultra-orthodox Jews is frustrating Prime Minister Benjamin Netanyahu's efforts to form a new government. REUTERS/Ronen Zvulun (JERUSALEM - Tags: POLITICS) - RTR3EKA3

Enlace Judío – En agosto de 2014, el entonces ministro de Finanzas de Israel, Yair Lapid, ofreció unas palabras en memoria de las víctimas del Holocausto en la ciudad de Berlín, Alemania. Aquí reproducimos íntegro el discurso completo.

El Holocausto hace que nos hagamos todos la misma pregunta: ¿Qué habría hecho yo?

¿Qué habría hecho yo-judío – si estuviese en Berlín en 1933, cuando Hitler llegó al poder?¿Habría escapado? ¿Habría vendido mi casa, habría vendido mi negocio? ¿Habría sacado a mis hijos de la escuela en el medio del año lectivo? ¿O me habría dicho a mí mismo?: esto pasará, es simplemente una locura momentánea, Hitler dice todas estas cosas porque es un político que desea ser electo. Sí, él es antisemita, pero ¿quién no lo es? Hemos pasado por cosas peores. Es mejor esperar, agachar la cabeza. Esto también pasará.

¿Qué hubiera hecho yo, si  fuese un alemán en Berlín el 18 de octubre de 1941, cuando el primer tren salió de esta plataforma, en dirección al Este, llevando 1.013 Judíos-niños, mujeres, ancianos -todos destinados a la muerte?

Yo no pregunto qué habría hecho si yo hubiese sido un nazi, pero… ¿Qué habría hecho yo si hubiese sido un simple alemán, honesto, a la espera de su tren diario aquí en esta estación? Un ciudadano alemán de la misma edad que yo tengo ahora, con tres hijos como los míos; un hombre que hubiese educado a sus hijos con los valores de la decencia humana básica y del derecho a la vida, y al respeto. ¿Habría permanecido en silencio? ¿Habría protestado? ¿Habría sido uno de los pocos berlineses en unirse a la clandestinidad anti nazi, o hubiese sido uno de los muchos berlineses que siguieron adelante con su vida fingiendo que no pasaba nada?

¿Y si yo hubiese sido uno de los 1.013 Judíos en ese tren? ¿Me habría subido al tren? ¿Habría tratado de ayudar a escabullirse a mi hija de 18 años de edad a los bosques del norte? ¿Les habría sugerido a mis dos hijos luchar hasta el final? ¿Habría dejado caer mi maleta y empezado a correr? ¿O habría atacado a los guardias de uniformes negros y deseado una muerte rápida y honorable en lugar de morir lentamente de hambre y bajo tortura?

Creo que sé la respuesta. Creo que tú también la sabes.

Ninguno de los 1.013 judíos que partieron hacia sus muertes luchó contra los guardias. Ni ellos ni las decenas de miles que los siguieron desde este lugar. Tampoco lo hizo mi abuelo, Bela Lampel, cuando un soldado alemán lo sacó de su casa a altas horas de la noche el 18 de marzo de 1944. ”Bitte” (por favor), dijo su madre -mi bisabuela Hermine- al soldado alemán. Poco a poco se puso de rodillas y se abrazó a las botas del soldado.”Bitte”, no se olvide que usted también tiene una madre. El soldado no dijo una palabra. No sabía que desde la cama, escondiéndose bajo el diván, mi padre lo estaba mirando. Un niño judío de 13 años que en esa noche se convirtió en un hombre.

¿Por qué no pelearon? Esa es la pregunta que me persigue. Esa es la pregunta con la que el pueblo judío ha estado luchando desde que partió el último tren hacia Auschwitz. Y la respuesta -la única respuesta- es que no creían en la totalidad del MAL. Sabían, por supuesto, de que había gente mala en el mundo, pero ellos no creían en la existencia de un mal total, un MAL organizado, sin piedad ni titubeos, un MAL frío que los miraba, pero no los miraba ni por un instante, como humanos.

Para sus asesinos, ellos no eran personas. No eran madres o padres. No eran hijos de alguien. Para sus asesinos, ellos nunca celebraban el nacimiento de un niño, nunca se enamoraban, nunca sacaban a su viejo perro a pasear a las dos de la mañana, o reían hasta llorar con la última comedia de Max Ehrlich.

Eso es lo que necesitas para matar a otro hombre. Para estar convencido de que aquel no es en absoluto un hombre. Cuando los asesinos miraban a las personas que partían de esta plataforma en su viaje final, no veían a padres judíos, sólo a judíos. No eran poetas judíos o músicos judíos, sólo judíos. No eran Sres. Braun o Sras. Schwartz, sólo Judíos.

La destrucción comienza con la destrucción de la identidad. No es de extrañar que lo primero que les hacían, al llegar a Auschwitz, fuera tatuarles un número en su brazo. Es difícil matar a Rebecca Grunwald, una hermosa joven con cabellos rubios de 18 años de edad, pero al Judío número 7762A es muy fácil asesinarlo. Aun así se trataba de la misma persona.

Setenta y cinco años después, ¿Sabemos más? ¿Comprendemos más?

El Holocausto puso delante de Israel un doble desafío: por un lado se nos enseñó que tenemos que sobrevivir a como dé lugar, y ser capaces de defendernos a cualquier precio. Trenes de carga con judíos nunca más volverán a salir desde ninguna plataforma del mundo. La seguridad del Estado de Israel y sus ciudadanos deberá estar, por siempre, en nuestras manos únicamente. Tenemos amigos, y estoy aquí parado justamente entre amigos. La nueva Alemania ha demostrado su amistad para con Israel una y otra vez, pero no debemos, y no podemos, entregarnos a nadie más que a nosotros mismos.

Por otra parte, el Holocausto nos enseñó que no importa bajo qué circunstancias, debemos permanecer siempre como personas morales. La moralidad humana no se juzga cuando todo está OK, se juzga por nuestra capacidad de poder ver el sufrimiento del otro, aun en los casos cuando tenemos todas las razones para ver sólo el nuestro.

El Holocausto no se puede comparar –y no debe ser comparado- a ningún otro evento en la historia humana. Fue – en palabras del autor K.Zetnik, sobreviviente de Auschwitz – “otro planeta”. No hay que comparar, pero sí debemos siempre recordar lo que aprendimos.

Una guerra como la que luchamos hoy, que parece probable que continúe,  y que el mundo civilizado –lo quiera o no– estará involucrado, hace que las dos lecciones que aprendimos del Holocausto estén enfrentadas.

La necesidad de sobrevivir nos enseña a golpear fuerte para defendernos. La necesidad de permanecer morales, aun cuando las circunstancias sean inmorales, nos enseña a minimizar el sufrimiento humano tanto como sea posible.

 Nuestra prueba moral no se lleva a cabo en un laboratorio esterilizado, ni sobre una página de algún filósofo. En las últimas semanas, nos hemos visto frente a la prueba moral bajo intensos combates. Miles de cohetes fueron disparados contra nuestros ciudadanos y terroristas armados cavaron túneles próximos a nuestros jardines de infantes con el objetivo de matar o secuestrar a nuestros hijos.

Cualquier persona que nos critique debería preguntarse:”¿Qué harías si viniera alguien a la escuela de tu hijo con una pistola en la mano y comenzara a disparar?”

Hamas, a diferencia de nosotros, quiere matar judíos. Hombres, mujeres, jóvenes o viejos, soldados o civiles. No ven ninguna diferencia, porque para ellos no somos personas. Somos judíos y eso es razón suficiente para asesinarnos.

Nuestra prueba moral, incluso en estas circunstancias, es continuar pero distinguiendo entre enemigos e inocentes. Cada vez que un niño muere en Gaza, me rompe el corazón. Ellos no son Hamas, no son el enemigo, son sólo niños.

Por eso, Israel es el primer país en la historia militar que informa a su enemigo de antemano dónde y cuándo va a atacar, a fin de evitar víctimas civiles. Israel es el único país que transfiere alimentos y medicamentos a su enemigo, mientras que la lucha continúa. Israel es el único país donde los pilotos abortan su misión porque ven civiles sobre el terreno. Y a pesar de todo, niños mueren, y los niños no deberían morir.

Aquí en Europa, y en otras partes del mundo, las personas están cómodamente sentadas en sus hogares, viendo el noticiero de la noche, y nos dicen que estamos fallando en la prueba. ¿Por qué? Debido a que en Gaza la gente sufre más. Ellos no entienden-o no quieren entender, que el sufrimiento de Gaza es la principal herramienta del MALCuando les explicamos, una y otra vez, que Hamas utiliza a los niños de Gaza como escudos humanos, que Hamas los coloca intencionalmente en la línea de fuego, para asegurarse de que mueran, que Hamas sacrifica la vida de los jóvenes para ganar su guerra de propaganda, la gente se niega a creerlo.

¿Por qué? Porque no pueden creer que seres humanos -seres humanos que se ven como ellos y suenan como ellos-sean capaces de comportarse de esa manera. Debido a que las buenas personas siempre se niegan a reconocer la totalidad del MAL, hasta que ya es demasiado tarde.

Una y otra vez nos preguntamos por qué la gente en el mundo prefiere culparnos, cuando los hechos indican claramente lo contrario. A lo largo y ancho del mundo, musulmanes fanáticos masacran a otros musulmanes.

En Siria, en Iraq, en Libia, en Nigeria, más niños son asesinados en una semana que los que mueren en Gaza en una década. Cada semana, mujeres son violadas, homosexuales son colgados y cristianos son decapitados. El mundo observa, manifiesta su cortés condena, y vuelve obsesivamente a condenar a Israel por luchar por nuestras vidas.

Algunas de las críticas provienen del antisemitismo. Ha erguido su fea cabeza una vez más. A estas personas les decimos: les vamos a dar lucha donde estén .Los tiempos en que los judíos se escapaban de ti se han acabado. No vamos a callar frente al antisemitismo y esperamos que cada vez más los gobiernos, en cada país, que estén hombro con hombro con nosotros y luchen contra este mal con nosotros.

Otros críticos, tal vez más iluminados a su entender, prefieren culpar sólo a nosotros de lo que sucede en Gaza, porque saben que somos los únicos que los escuchamos. Ellos prefieren centrar su ira sobre nosotros y porque saben que estamos comprometidos con sus mismos valores humanos, los cuales Hamas rechaza: compasión por los débiles, racionalidad, protección de las personas homosexuales, de los derechos de la mujer, de la libertad de religión y la libertad de expresión.

No nos engañemos. El mal está aquí. Está a nuestro alrededor. Pretende hacernos daño. El fundamentalismo islámico es un MAL último, y al igual que el MAL que ya estuvo antes, ha aprendido a usar todas nuestras herramientas contra nosotros: Nuestras cámaras de televisión, los organismos internacionales, nuestros comités de investigaciones y nuestro sistema legal. Así como el terror utiliza cohetes y terroristas suicidas, utiliza nuestra incapacidad para aceptar que alguien iría a sacrificar los hijos de su propio pueblo sólo para conseguir un titular de apoyo o una fotografía llamativa.

De pie aquí, en este lugar, quiero decir claramente que los líderes de Hamas, una organización terrorista anti-occidental, anti-semita, no pueden estar a salvo mientras siguen atacando a civiles inocentes. Tal como cada líder europeo haría, así como Estados Unidos hizo con Osama Bin Laden, así vamos a perseguir a cada líder de Hamas.

Este es el MAL al que todos nos enfrentamos y al cual Israel se encuentra enfrentado en primera fila. Europa debe saber, si nosotros fallamos en detenerlos, ellos vendrán por ustedes .Debemos hacer todo lo posible para evitar el sufrimiento y la muerte de inocentes, pero estamos en el lugar correcto para decirle a todo el mundo: No vamos a subirnos al tren nuevamente. Nos vamos a proteger del MAL total.

Reproducción autorizada con la mención siguiente: ©EnlaceJudío

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