EDUARDO MARTÍN DE POZUELO
La frase la pronunció Vicente Giner llorando, literalmente, como un niño de 84 años. Lo hizo en el Paseo de los Justos que bordea al Yad Vashem, el museo del Holocausto, casualmente delante del árbol que plantó Oskar Schindler, el de la famosa lista.
“He venido a Jerusalén a rezar ante el Muro y ante los Santos Lugares por los que pudo salvarse mi padre y por los que no pudo hacerlo. Muy especialmente por aquellos nenes con los que un día, en Les, jugué durante unas horas antes de que se los llevaran los nazis en un camión y que luego supe que era para matarlos”.
Vicente Giner Llopis abrió una puerta emocional cerrada a cal y canto el día que llamó a La Vanguardia para romper 69 años de silencio. Acababa de leer en el Magazine el avance editorial de un libro del que es autor este periodista en el que se revelan las conexiones inconfesadas y vergonzantes entre el franquismo y el Holocausto. “Es verdad, Franco no quería a los judíos”, dijo Vicente, y al poco su relato se convirtió en un reportaje publicado el 6 de enero del año pasado con el título La Salvación eran los Pirineos y en el que revelamos el comportamiento de sus padres y del pueblo de Les, en Val d’Aran, para salvar a los judíos perseguidos por la barbarie nazi.
Miguel, el padre de Vicente, era el administrador de la aduana más perdida de España. “¡Vamos a España!”, decían en Les en los años cuarenta del siglo pasado cuando partían hacia Lleida, ya que Francia quedaba enfrente, al lado, mientras que el país estaba lejos, como a desmano, pasando la Bonaigua, la nieve y carreteras que se cortaban a veces ocho meses al año.
Corría 1943 cuando Miguel Giner supo por el oficial nazi de fronteras de la zona que mataban a todos los refugiados judíos que devolvía a la Francia de Pétain en cumplimiento de las leyes de fronteras de Franco que decían: “Deberá negarse el pasaporte y en su caso el visado a los que tuvieran marcado carácter judío (…) excepto aquellos en que concurran especiales circunstancias de amistad con España y adhesión probada al Movimiento nacional”. Ante la noticia del genocidio, Miguel y Dolores, los padres de Vicente, se descompusieron de por vida. No obstante, la desazón no impidió a Miguel idear un plan de ayuda consistente en mirar para otro lado y dejar pasar a los judíos.
Al conocer las consecuencias de la entrega de los judíos a los nazis salvaron a los que pudieron, pero la herida por lo sucedido quedó para siempre. Y en la familia Giner Llopis nunca más se habló de ello hasta la llamada telefónica al Magazine de este diario.
Esta historia es ahora conocida por los estudiosos de lo que supuso el Pirineo para la salvación o muerte de seres humanos durante la II Guerra Mundial. El silencio estaba roto pero en el corazón de Vicente Giner quedaba una cuestión pendiente que ha logrado cumplir a los 84 años, cuando las circunstancias de su vida le han permitido hacerlo. Ir a Israel y rezar.
Vicente Giner acaba de viajar a Israel. Allí sabían de él y de la obra de sus padres y le han cuidado con el mimo que merece una persona buena. Lo han hecho por él, pero sin duda y muy especialmente por su padre y por su madre, que se la jugaron salvando judíos en tiempos en los que un Franco antisemita colaboraba intensamente con Hitler. Mucho riesgo corrió Miguel Giner, un funcionario del nuevo régimen, que había hecho la guerra en el bando republicano o sea ¡con los rojos! Así lo reconoce el texto del emotivo diploma que le entregó en Tel Aviv Danny Rainer, vicepresidente de la Fundación Raoul Wallenberg. También le entregó, enmarcado, un juego de sellos de correos en curso en los que aparece la figura de su padre y una mención a su obra humanitaria. Hoy Vicente Giner siente que ha hecho lo que debía y las familias supervivientes de la shoah se lo agradecen.
Fuente:lavanguardia.com
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