GEORGE CHAYA
La diplomacia europea que trabaja en un informe de la OTAN sobre el devastado Yemen dice que resolver el escenario político local es muy simple. “Los saudíes alimentan a los yemeníes y los iraníes los arman”. Así, los yemeníes estarían controlados y todo lo que ellos harán es alimentarse y combatir entre sí.
Como todas las caricaturas, esta caricatura verbal pone la lente en un solo aspecto de una situación harto compleja ignorando su importancia.
Actualmente, el Yemen es una maraña de conflictos que, aunque deben ser examinados uno a uno, no pueden ser plenamente comprendidos sin una referencia a su contexto colectivo.
Desde 2010, Yemen ha estado en una pendiente resbaladiza hasta convertirse en un territorio sin gobierno o semi-gobernado. En este momento, varios países, especialmente la República Democrática del Congo, la República Centroafricana, Sudán del Sur, y, por supuesto, Somalia, están pasando por la misma experiencia en diferentes grados. Ninguna nación es inmune a sufrir ese destino.
Si el Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS) no es neutralizado podría convertir a seis de las 18 provincias de Irak en zonas “sin gobierno”. El fenómeno podría propagarse de Siria e Irak pero también hacia sus vecinos, en particular el Líbano y Turquía. Algunos analistas incluyen las llamadas “tierras baldías” del noroeste de Pakistán en la lista de zonas sin gobierno. Partes en disputa de Cachemira, Pakistán y algunas provincias de Beluchistán también están en peligro de avanzar en esta dirección.
La enfermedad, si se la puede llamar así, no se limita a los Estados de nueva creación en el Tercer Mundo. Vastas áreas de los Estados Unidos se convirtieron en territorio sin gobierno durante su Guerra Civil. España tuvo una experiencia similar durante la Guerra Civil española. Durante gran parte de la década de 1990, Afganistán era una vasta zona sin gobierno. Más recientemente, los territorios sin gobierno surgieron en algunas partes de la antigua Yugoslavia durante casi una década. Partes de Myanmar (Birmania) están en esa situación hoy.
En cuanto a la crisis de Yemen, ella representa una amenaza tanto para Arabia Saudita como para Omán, aunque sólo sea porque se podría producir una catástrofe humanitaria de enormes cantidades de refugiados que traten de cruzar sus fronteras. La desintegración efectiva de la autoridad gubernamental también podría poner en peligro la seguridad de las rutas marítimas en el Golfo de Adén y el Mar Rojo, especialmente en Bab el-Mandeb, uno de los cuellos de botella más sensibles en el tráfico marítimo mundial.
A lo largo de la Guerra Fría, Estados Unidos temía que la isla yemení de Socotra proporcionará a la Unión Soviética una plataforma para proyectar su poder a través del Océano Índico. La anarquía en el Yemen de hoy podría significar la captura de Socotra y pequeñas islas en el Golfo de Adén y el Mar Rojo por parte de grupos terroristas como ISIS. Y ya hemos visto lo que la piratería está haciendo en Somalia.
Lo que es sorprendente es que este peligro creciente es ignorado por las grandes potencias y explotado como una pequeña ventaja táctica por los rivales regionales de Occidente. En este último contexto, Irán está llevando a cabo una táctica oportunista y peligrosa. El diario Al-Kayhan, ha publicado bajo el control del régimen de Ali Kamenei, un informe sobre la entrada de huzíes en Saná como “el triunfo de la Revolución Islámica.” El editorialista del periódico no pudo contener su emoción al narrar lo que él pensaba era la adopción por los yemeníes de la versión Khomeinista del Islam.
Sin embargo, lo que el editorialista no sabe o ignoró es que los huzíes son reacios a asumir responsabilidades gubernamentales, algo para lo que carecen de la preparación más elemental. Como casi todos los yemeníes, los huzíes saben muy bien utilizar sus armas, pero no tienen programa político o experiencia de gestión que no sea la de guerrear. De hecho, nadie puede controlar Yemen, ni nunca lo hará facción alguna en solitario.
En Yemen, la pregunta es cómo gestionar el caos actual en lugar de abordar su gobernabilidad en el sentido clásico del término. Más importante aún, el editorialista de Al-Kayhan no sabe que los yemeníes armados siempre pueden ser contratados, pero nunca comprados.
Irán no es el único en ignorar ese hecho. Los Estados Unidos también han estado gastando grandes sumas de dinero tratando de comprar varias facciones yemeníes y persiguiendo una alianza cada vez más difícil de alcanzar. Todos ellos parecen ignorar que, aunque entre las 10 naciones más pobres del mundo, los yemeníes aún caminan por la calle tan orgullosos como “Gary Cooper lo hacía por Hollywood”.
Los yemeníes no quieren y no necesitan de un Hezbollah o de un líder supremo iraní como Khamenei. Pero tampoco quieren una democracia liberal como algunos piensan en Washington. Esto puede sorprender a algunas personas, pero Yemen, incluso bajo el Imam Ahmad, presentado como un monstruo medieval por muchos en los medios de comunicación occidentales, no estaba sumido en el caos actual. La razón era que el Imam carecía de los instrumentos coercitivos para asustarlos y no tenía los recursos para sobornar a las distintas tribus. Él, simplemente los dejó solos.
La guerra civil de la década de 1960 fue el resultado de una intervención exterior, en particular del Egipto de Gamal Abdel Nasser persiguiendo el sueño de un imperio árabe. El sueño de Khamenei de un imperio de estilo Khomeinista está igualmente condenado al mismo fracaso que en su tiempo experimento Nasser allí.
Hoy, Yemen está en el borde de la tragedia humanitaria. Se divide efectivamente en al menos cuatro segmentos: el norte, donde huzíes forman el grupo armado más grande; Adén y la parte del sur, donde los
secesionistas movimiento Al-Hirak tienen la mayoría de las armas es tierra de nadie; la Hadhramaut, donde los yihadistas vinculados a Al-Qaeda tienen presencia se perfila como un nuevo califato; y, por último, en los pocos focos aislados donde los jefes tribales siguen ejerciendo cierta autoridad y nadie puede ingresar allí.
Yemen depende de la ayuda extranjera para el 90 por ciento de sus alimentos y sus necesidades médicas.
Casi la totalidad de la ayuda externa ahora se ha desviado a operaciones de emergencia y, sin embargo, la perspectiva de una hambruna masiva es concreta y grande. Lo que se necesita son esfuerzos urgentes para crear espacios que eviten la tragedia y el total colapso sistémico.
Las Naciones Unidas deberían tomar la iniciativa llamando a todos los interesados, al menos, a dejar de derramar más combustible al fuego.
Yemen puede ser el perro faldero de las energías extrajeras, pero, si se convierte en un lobo hambriento, podría morder a muchos.
Fuente:medium.com
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