Celebran los 75 años de Blue Note, la casa de jazz nacida en Nueva York por culpa de Hitler

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Fundada en 1939 por un judío alemán que se enamoró del jazz en Berlín, la discográfica marcó el rumbo musical y estético de la música más atrevida.

La culpa la tuvieron Adolf Hitler y sus cínicas neurosis. Cuando en 1933 fue elegido canciller de un gobierno de coalición en Alemania, el futuro dictador se apuró a encargar a sus mamporreros ideológicos de confianza, Hermann Göring, a quien se atribuye apócrifamente la frase de “cuando oigo hablar de cultura echo mano a mi pistola”, y Joseph Goebbles, el vicioso narcisista que en público se definía como “orgulloso luchador” y en privado era un pervertido, que trazaran los planes para limpiar y alemanizar la cultura.

Unos meses después estaba constituido el Reichsmusikkammer (Departamento Estatal de Música) para decidir qué géneros musicales eran admitidos. El jazz, que según los nazis sólo tenía por objetivo “introducir la obscenidad en la sociedad”, fue considerado entartete musik (música degenerada) y negermusik (música de negros). Prohibieron su difusión porque, explicaron en público, estaba basado en el “uso gratuito de la síncope” y “orgías de batería”, ambas características “artisticamente licenciosas” y generadoras de “indecentes formas de baile”. En uno de los rizos de delirio etnográfico que tanto gustaban a los nazis, atribuían la invención del “jazz moderno” a los “judíos de Nueva York”.

Vecino de Marlene Dietrich

Alfred Lion (1908-1987) era un berlinés de pura cepa —nacido y criado en el bohemio y libertino barrio de la isla roja, en el distrito de Schöneberg, a sólo unos metros de la casa de la actriz Marlene Dietrich—. Descendía de judíos, pero no practicaba la religión. Si algo le importaba de verdad eran el jazz y el swing, los estilos musicales que mandaban en los cabarés y salas de fiesta de las noches berlinesas de los años veinte. En 1936, sospechando que su vida estaba en peligro y podría ser detenido por judío y degenerado, lo que equivalía a la muerte, logró salir de Alemania.

Aliado con Max Margulis (1907-1996), un docente y activista de izquierdas también aficionado al jazz, pusieron en marcha en 1939 una humilde empresa discográfica en Nueva York. Al proyecto se sumó otr0 judío fugado del Berlín nazi, el fotógrafo Francis Wolff (1907-1971), amigo desde la infancia de Lion. Los tres adoraban el hot jazz, presagiaban que era el tronco del que nacería la banda sonora del siglo XX y Margulis tenía unos ahorros que estaba dispuesto a invertir en el proyecto.

Pagaron a los músicos con ‘whisky’

Llamaron al sello Blue Note (textualmente, Nota Azul, que también hace referencia a la nota extra en la cual está basada la expresividad del blues), empezaron con timidez e interrupciones —Lion se alistó por conciencia para pelear contra los nazis en la II Guerra Mundial—, pero en 1943 ya tenían local y un pequeño catálogo aunque todavía no demasiado intencionado. Mezclaban el boogie woogie con versiones de clásicas como Summertime interpretada por el soprano Sidney Bechet: la grabaron de madrugada porque el estudio cobraba menos y a los músicos les pagaron simplemente con whisky.

Durante los tres cuartos de siglo que siguieron, la discográfica —que actualmente ya no es independiente y pertenece al lobby de Universal— marcó el rumbo musical y estético de la música más atrevida y en el sello grabaron discos fundamentales figuras como Thelonious Monk, Miles Davis, John Coltrane, Sonny Rollins, Art Blakey, Bud Powell, Herbie Hancock, Wayne Shorter, Ornette Coleman, Don Cherry, Eric Dolphy y docenas más.

Lista de reproducción de grandes éxitos

Una relación más o menos completa de los artistas señeros de Blue Note está alojada aquí, el catálogo de ediciones del sello tiene una entrada muy completa en la versión en inglés de la Wikipedia y hay una lista de reproducción en Spotify de algunos de los grandes éxitos del sello (requiere registro previo).

El libro Blue Note: Uncompromising Expression (Blue Note: Expresión libre de compromisos), que hace referencia al lema artístico de la empresa, atribuido a Monk (“cuando toco busco expresarme sin ningún compromiso”) es el primero en repasar en profundidad la historia musical y gráfica de la compañía, una de las más importantes del siglo XX. La empresa, dicen los editores, Thames & Hudson [400 páginas y un PVP de 48 libras esterlinas], no solo debe ser tenida en cuenta por el “extraordinario jazz” que puso en circulación, sino porque ejerció durante décadas como “árbitro de lo cool” desde el punto de vista del diseño —el libro está profusamente ilustrado con 600 imágenes—.

Minimalismo, palo seco y Bauhaus

Aunque en un principio fue el cofundador Wolff quien se encargó de las carpetas de Blue Note, la contratación en 1956 del diseñador Reid Miles (1927-1993), que procedía de la revista Esquire, resultó fundamental. Con un estilo de paleta minimalista, con frecuencia en blanco y negro o solamente una plancha de color, tipografía de palo seco, uso de patrones geométricos basados en la belleza simple de la Bauhaus y un guiño artístico al serialismo al imprimir siempre de modo destacado la referencia del número de catálogo en la portada.

Las cubiertas de Miles, “parecían sonar en la tienda de discos antes de que cliente escuchase la música: eran abstractas, innovadoras, diseños cool para sonidos cool mediate las implicaciones simbólicas de la tipografía y los tonos”, escribe Felix Cromey en el libro Blue Note: The Album Cover Art.

‘Blue Train’, azul profundo

Entre los diseños legendarios de Miles están Go, de Dexter Gordon (1962), donde el dinamismo está conseguido con el uso de varios tamaños de fuente tipográfica, y Blue Train, de John Coltrane (1957), quizá una de las mejores portadas de jazz de todos los tiempos, con un primer plano del músico con la foto teñida de un azul profundo. La escuela gráfica de Blue Note tuvo una gran influencia en los discos de la new wave inglesa, sobre todo en los de la exquisita discográfica 4D.

Pese a la importancia del trabajo de Miles para lograr dar a Blue Note el sentido corporativo de marca cool, al diseñador no le gustaba nada el jazz y vendía en tiendas de segunda mano las copias de regalo que le enviaba el sello. Otro artista que dió sus primeros pasos en la discográfica fue Andy Warhol, que firmó varias cubiertas para la discográfica en los años cincuenta, cuando hacía trabajos comerciales y todavía no se había convertido en una prima donna del arte pop.

 

Fuente:20minutos.es

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