Sylvia Rafael, la agente femenina más famosa del Mossad

SILVIA SCHNESSEL PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO


Ex colega escribe thriller lleno de acción sobre Sylvia Rafael, que pagó un alto precio por su servicio clandestino

Moti Kfir, ex director de la Escuela del Mossad (forma abreviada de HaMosad leModi’in v’leTafkidim Meyuhadim “Instituto de Inteligencia y Operaciones Especiales”) dijo que cuando conoció a Sylvia tuvo el presentimiento de que era un ser excepcional, con atributos personales que harían de ella un agente muy especial.

“Sylvia Rafael. La vida y muerte de una espía del Mossad” es un libro co-escrito por Kfir y el popular escritor israelí Ram Oren, publicado recientemente en inglés. Se trata de un atrapante thriller de espionaje, y también un retrato revelador de una mujer que hizo dolorosos sacrificios personales para servir al sionismo y a su país de adopción, Israel.

Sylvia Rafael Schjødt, nacida el 1 de abril de 1937 y criada en zonas rurales cerca de Ciudad del Cabo en 1937, hija de padre judío y madre cristiana, se vio profundamente afectada cuando de niña conoció al único hermano de su padre que había sobrevivido al Holocausto. En su adolescencia, se fue identificando paulatinamente con el judaísmo y el sionismo, por lo que emigró a Israel en 1963, donde vivió en el kibutz Ramat Hakovesh.

Más tarde se mudó a Tel Aviv y trabajó como profesora de inglés. Allí fue reclutada por el Mossad cuando un agente, compañero de Kfir, cuya novia pasó a trabajar con Rafael, le sugirió que podría ser adecuada para trabajar en el Mossad.

“Yo no hago juicios a partir de una primera reunión, ya sea en los negocios, en espionaje, ni siquiera en el amor,” dijo Kfir, que dejó el Mossad en 1975, en una entrevista en su casa de Tel Aviv, “pero desde mi primer encuentro con Sylvia, vi que tenía potencial. Me impresionó”, admitió sobre la mujer que se convertiría en una parte integral de la Ira de Dios, una operación encubierta del Mossad para liquidar a los miembros del grupo terrorista palestino Septiembre Negro sospechosos de haber participado en la masacre de 11 atletas israelíes en los Juegos Olímpicos de Munich de 1972.

“En cierta manera, era un fenómeno. Diferente a todo lo que había conocido hasta ese momento”.

Después del entrenamiento, alcanzó el rango más alto para un agente del Mossad: “combatiente”, es decir, cualificada para operar en países hostiles. Fue enviada a París bajo la apariencia de periodista independiente con pasaporte canadiense y adoptó la personalidad de la fotoperiodista canadiense Patricia Roxburgh. Cuando el gobierno israelí decidió rastrear a los terroristas de Munich, ella proporcionó valiosa información de inteligencia que condujo a la muerte de tres, antes de que se la asignara al equipo de la operación Ira de Dios.

Kfir reclutó y entrenó a Rafael para ser combatiente clandestina, como israelí que opera encubierto en otros países utilizando pasaportes extranjeros (en oposición a un espía, que es un agente extranjero contratado para operaciones de espionaje). Rafael vivió en Canadá y Francia, bajo identidad falsa. Talentosa con la cámara, no tenía que fingir ese aspecto de su vida.

Lo que Kfir no sabía en aquel primer encuentro era que Rafael- quien cumplió su pena en una cárcel de Noruega después de haber sido arrestada y juzgada tras el caso Lillehammer, un fallido intento de asesinato en 1973 cuyo objetivo era el líder terrorista palestino Ali de Hassan Salameh- se convertiría en una leyenda del Mossad.

Menos obvio aun era que medio siglo más tarde rendiría homenaje a su alumna y operativo escribiendo su biografía.

Refrescando la propia memoria de Kfir, entrevistando al viudo de Rafael, Anneo Schjødt Jr. (quien fuera su abogado defensor durante el caso Lillehammer, y falleció este mes), y peinando los archivos personales y militares, los autores lograron construir una convincente narrativa que permite a los lectores entender lo que hacía a esta mujer inusual.

Rafael ael era parte de un grupo de agentes del Mossad israelí que asesinó a un camarero de origen marroquí Ahmed Bouchiki. En Lillehammer, el 21 de julio de 1973, explicó haberlo confundido con Ali de Hassan Salameh. La esposa embarazada noruega de la víctima fue testigo del asesinato. Fue detenida poco después y condenada por conspiración de asesinato, espionaje y uso de documentos falsificados por el Tribunal Eidsivating de Apelaciones el 1º de febrero de 1974. Condenada a cinco años y medio de prisión, fue puesta en libertad tras cumplir 15 meses y deportada de Noruega como criminal extranjero en mayo de 1975 (los extranjeros condenados por delitos graves son deportados de forma rutinaria después de cumplir sus condenas).

Después de su liberación, se casó con su abogado defensor, Anneo Schjødt, pero fue deportada de nuevo después de entrar en el país en 1977. Dos años más tarde obtuvo un permiso de residencia, pero abandonó el país con su marido en 1992 y se instaló en su país natal, Sudáfrica, donde murió de leucemia el 9 de febrero de 2005, a los 67 años de edad.

Algunos la han etiquetado de asesina, pero según lo que Kfir ha escrito y lo que ha sido investigado por el censor de IDF y un comité ministerial, Rafael jamás apretó el gatillo de un arma de fuego o pulsó el botón que detonó una bomba.

“Nunca tuvo que matar a nadie en realidad, y no voy a especular sobre si lo habría hecho”, dijo Kfir.

Según Kfir, eran sus contradicciones internas y su capacidad de equilibrarlas lo que hacía de ella un operativo clandestino de tal éxito.

En una presentación que dio en octubre pasado en la reunión anual de la Asociación del Ejército de Estados Unidos, Kfir alabó a Rafael por haber sido valiente y temeraria, abierta y reservada, extrovertida y secreta, persistente y flexible.

“He trabajado muy de cerca con ella durante diez años, primero como jefe de la Escuela de Operaciones Especiales y luego como jefe de la unidad de operaciones en Europa”, dijo Kfir. “De no haber ocurrido el Caso Lillehammer, seguramente podría haberse retirado del Mossad sin que nadie supiera nunca quién era y lo que había hecho”.

Aunque fue felizmente casada, Rafael nunca tuvo hijos. Su preocupación por su reloj biológico se nota en el libro de Kfir, quien confirma que ella le había confiado personalmente su deseo de asentarse y tener hijos.

Kfir cree que Rafael demostró que lo que puede hacer un hombre, también lo puede hacer una mujer – a veces incluso mejor.

Fuente: The Times of Israel / Wikipedia

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