Muertos viejos, muertos jóvenes

ARNOLDO KRAUS

En el El jardín de los Finzi-Contini, de Giorgio Bassani, unas personas acuden a visitar un cementerio etrusco cerca de Roma. Una niña se acerca a su padre y le pregunta por qué las tumbas viejas producen más tristeza que las recientes. “Eso es fácil de entender”, le contesta, “Los que han muerto hace poco tiempo están más cerca de nosotros y justamente por eso los amamos más. Mientras que, verás, los etruscos, hace tanto que han muerto que es como si no hubieran vivido nunca, como si hubiesen estado muertos desde siempre”.

Las tumbas viejas producen otro tipo de tristeza: sus muertos son muy viejos y conforme transcurre el tiempo, ellos mismos entierran a sus vivos, y si acaso sobreviven algunas personas, deben ser viejos, débiles, incapaces de transportarse y de visitarlos, o bien, es factible que se hayan alejado de los túmulos de sus familiares. Los muertos recientes, en cambio, fenecen con otro ritmo, un ritmo lento, pausado, siempre hay quien los evoque. De una u otra forma perviven entre los deudos, son muertos imberbes, son “mis difuntos”. Cuando los deudos hablan de sus recién finados lo hacen en presente y no les dicen muertos, e incluso, en ocasiones, parecería que platican.

“Los que han muerto hace poco tiempo están más cerca de nosotros…” explica el progenitor. Son apenas muertos, son difuntos cercanos. Difunto significa, “el que ha cumplido, el que ha terminado”. Ya que la muerte es tabú y se procura no nombrarla con su propio nombre, difunto es un eufemismo creado para referirse a un muerto. Para algunos deudos, difunto es palabra adecuada.

Pienso en la niña de Bassani. Lo hago tras visitar el cementerio parisino Pére Lachaise. En ese hogar —discurro: los cementerios son hogares— las tumbas de famosos se mezclan con las de seres (casi) anónimos. Las primeras reciben muchas visitas, algunas, como las de Proust, Moustaki, Balzac, Wilde e Isadora Duncan, siempre tienen gente a su alrededor. Sobre sus lápidas descansan piedras —sobre todo en las de los judíos—, flores, notas, u otros objetos. Esos muertos, aunque viejos, nunca mueren del todo. Las visitas avivan sus legados, los aman, los evocan; además, les confieren, tras la muerte, a la inmortalidad ya ganada, una nueva dosis de vida. Acercarse a esos sepulcros significa acercarse a uno mismo: Se escucha mejor a Chopin después de visitarlo, se comprenden mejor los significados del amor al observar que Edit Piaff yace al lado de Moustaki, y al leer a Proust se revive la visita a su última morada.

Pienso en lo que diría la niña de El jardín de los Finzi-Contini si leyese las líneas previas. Quizás le comentaría a su padre que los muertos viejos, a diferencia de los muertos jóvenes, perviven en tanto se les recuerde y se les visite. Se coloca un guijarro sobre una tumba no para restaurar la vida del finado, sino para dialogar, llevarlo a casa, y enriquecer el ánima gracias a sus enseñanzas. Dejar una flor, una nota o una piedra es un acto que enlaza al vivo con el muerto, al pasado con el presente, y a lo humano con los seres humanos.

Pienso ahora en lo que le diría el padre a la niña si leyese las líneas previas. “…los muertos desde siempre”, le explicó a su hija, “…es como si no hubieran vivido nunca”, argumento adecuado para una niña que acude a visitar un cementerio y para quien la idea de la muerte y de los muertos es un tema complicado y tabú. Cavilo también en las razones por las cuales el padre llevó a su hija al panteón. En nuestros tiempos a los niños y jóvenes suele alejárseles de la muerte. Es infrecuente que acompañen a los muertos a su última morada y que compartan la tristeza con los deudos, incluso, en la religión judía —no entiendo las razones— a las embarazadas se les prohibe ir al cementerio. Al llevar a la niña Micól al panteón, Bassini mostró algunos significados de la vida por medio de la muerte.

Finalmente, cavilo en el padre cogiendo la mano de la niña en el cementerio. Frente a los muertos la vida se comprende mejor. Frente a ellos, la muerte se incorpora a la vida. Frente a ellos, la vida adquiere otros significados y otras obligaciones.

Fuente: El Universal

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