Éxodo: Dioses y Reyes (segunda entrega)

IRVING GATELL PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO

Comencemos con el aspecto de la historicidad de la película. Por regla general, es casi imposible que una película hollywoodense sea 100% precisa en el manejo de la información histórica, porque se pone como prioridad la estructura dramática alrededor del o los protagonistas.

En consecuencia, toda película “histórica” de Hollywood se toma sus “libertades literarias”. Esta mega-producción dirigida por Ridley Scott no es la excepción.

Sin recato por mencionar el tema (ya que no le afecta demasiado saberlo a quienes todavía no ven la película), comencemos por el vínculo entre el Faraón Seti I, Ramsés II, Moisés y la batalla de Kadesh.

En la película, Ramsés todavía es un príncipe cuando se enfrenta con los Hititas en Kadesh, y Moisés es presentado como otro protagonista de esa batalla, que se da por la decisión del faraón Seti de evitar una invasión Hitita en la zona de Siria.

Allí hay una importante imprecisión: cuando la Batalla de Kadesh tuvo lugar hacia el año 1274 AEC, Ramsés II ya tenía unos cinco años de haber asumido el trono, tras la muerte de su padre el faraón Seti I. Entonces, se puede decir que toda la dramatización que enmarca a Seti, Ramsés y Moisés es inverosímil desde un punto de vista histórico.

Otro detalle: la Batalla de Kadesh está representada de un modo muy parco en la película. En realidad, estamos hablando de la primera gran batalla en la Historia protagonizada por carros de combate. Fue un encuentro feroz entre los dos ejércitos más poderosos de ese momento, y en un detalle la película sí es correcta: se debió a que los egipcios intentaron marcarle un alto al expansionismo Hitita.

Durante mucho tiempo no se supo cuál había sido el resultado real de esa batalla, ya que las crónicas Hititas daban por vencedor al bando del rey Muwatali II, pero las de Egipto daban por vencedor a Ramsés II. Se creía, en consecuencia, que la batalla habría terminado en una suerte de empate. Después de las investigaciones más recientes, los historiadores tienden a aceptar que las cosas fueron más complejas de lo que aparece en los registros Hititas o Egipcios, y que el saldo final de la batalla fue que los Egipcios perdieron el control de todo ese territorio. Es decir: en términos simples, los que salieron ganando fueron los Hititas.

Ahora bien: todo esto parecería banal. A fin de cuentas, la película sólo tuerce un poquito la Historia para crear un ambiente adecuado para presentarnos una historia de crisis familiar en el antiguo Egipto.

Pero no. No es tan sencillo. Hay un detalle sutil y que no se percibe tan fácilmente que hace que este detalle de la Batalla de Kadesh sí sea muy importante para todo lo que tenemos que considerar respecto al Éxodo como memoria histórica y, por lo tanto, a la película.

Para entenderlo hay que tomar en cuenta dos datos importantes:

El primero es que, según la narrativa bíblica, el Éxodo habría sido un proceso mediante el cual los antiguos israelitas huyeron de Egipto hacia Canaán.

El segundo es que Kadesh, el lugar en donde ocurrió esa batalla entre Hititas y Egipcios, está en lo que actualmente es Siria, en una zona fronteriza con el Líbano.

Dicho de otro modo: Kadesh está en Siria, casi a la altura de Chipre, muy al norte de lo que es Canaán. La importancia estratégica de ese lugar era que representaba el punto de control sobre toda la zona del río Orontes, que está casi en la actual frontera entre Siria y Turquía. Si Ramsés II estaba interesado en mantener su control en Kadesh, era porque este resultaba indispensable para mantener también el control de Siria (cosa que no logró al final de cuentas).

Pero entonces eso significa que todo el territorio al sur de Kadesh estaba perfectamente controlado por Egipto. Y eso incluye todo Canaán.

Si retomamos la idea básica de que el Éxodo fue un proceso migratorio de israelitas que huyeron del poderío egipcio hacia Canaán, entonces NO PUDO DARSE EN UNA ÉPOCA en la que Egipto controlaba absolutamente a Canaán, al punto de que sus más graves conflictos militares eran por recuperar el control de Siria.

Por eso, uno de los pocos hechos históricos que pueden establecerse sin duda alguna respecto al Éxodo es que Ramsés II no fue el faraón del que nos habla la Biblia.

Hay otro detalle importante sobre Ramsés, al que pocas veces se le pone atención.

Ramsés II fue el tercer faraón de la XIX Dinastía, detrás de su abuelo Ramsés I y de su padre Seti I. Esta Dinastía llegó al poder debido a la debacle provocada por la pésima administración de Akenatón, situación que empeoró debido a una epidemia que afectó principalmente a la población infantil y que causó la muerte de la mayoría de los hijos del faraón. Sólo sobrevivió Tutankamón (si acaso fue hijo de Akenatón y no su medio hermano, como algunos sospechan), pero de todos modos murió a los 19 años de edad y la sucesión dinástica se rompió. El poder quedó en manos de visires y generales durante un poco más de 30 años, hasta que un funcionario llamado Paramesus logró consolidarse como rey y tomó el nombre de Ramsés I.

Lo interesante es esto: a juzgar por los nombres de los faraones de esta y la siguiente Dinastía (la XX), sabemos que fueron faraones semitas.

Entendiendo el contexto del antiguo Egipto, equivale a decir que los propios faraones tenían un parentesco cercano con los Israelitas. En consecuencia, la frase del Éxodo que dice que “se levantó un faraón que no conocía a Yosef” y que por ello redujo a Israel a “servidumbre”, no es compatible con ninguno de los faraones de las Dinastías XIX y XX.

¿Qué es lo que tenemos hasta este punto?

Dos datos históricos que, en rigor, están tergiversados en la película. El primero es el papel de Ramsés II en la Batalla de Kadesh: la película lo presenta como un príncipe bajo el mando de su padre, el faraón Seti I; en realidad, Setí ya había muerto para ese momento y Ramsés llevaba alrededor de cinco años en el trono. El segundo es la posibilidad de que, históricamente, Ramsés II haya sido el faraón del Éxodo. La realidad es que dicha posibilidad es nula.

¿Tenemos que desechar la película por esos dos detalles?

No. Una cosa es el texto bíblico, otra cosa es la investigación histórica, y otra muy distinta el cine como arte y como industria. Cada una tiene sus propias reglas, y resulta imposible -e innecesario- juzgar a cualquiera bajo parámetros que les son ajenos.

Enfoquémonos en algo más concreto y menos pretencioso: ¿qué tanta verosimilitud tiene la película? Más allá de la inviabilidad de que Ramsés II haya sido el faraón del Éxodo, de todos modos el relato bíblico no se ve afectado por ello gracias a una genialidad: al no darnos demasiadas especificaciones sobre el faraón con el que se confrontó Moisés, este es más un personaje que una persona, y todavía más aún es un arquetipo de cualquier gobernante tiránico y opresivo.

Entonces, lo interesante en todo caso es juzgar qué tan verosímil es la recreación del otro personaje, del que sí se habla mucho en el texto bíblico: Moisés. Y llegados a este punto, habría que plantearnos dos preguntas:

¿Es verosímil el Moisés de la película en comparación del Moisés del texto bíblico?

Y ¿es verosímil el Moisés de la película en términos historicistas?

No quiero quemarle la película a quienes no la han visto, así que dejo para la próxima semana mis reflexiones sobre la primera de estas preguntas: hasta qué punto el Moisés de la película se parece o no al de la Biblia.

Ya escuché a muchos quejarse de que no se respeta al texto bíblico. Pero no, queridos lectores, el asunto no es tan sencillo.

La Biblia no la escribió un occidental del siglo XXI. Acercarse a su narrativa no es tan sencillo como leer un anecdotario contemporáneo de la índole que gusten.

Y la verdad es que -se los puedo asegurar- el Moisés de esta película no es una farsa, un juego o una arbitrariedad inventada de la nada.

Y de eso empezaremos a hablar la próxima semana.

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Irving Gatell: Nace en 1970 en la Ciudad de México y realiza estudios profesionales en Música y Teología. Como músico se ha desempeñado principalmente como profesor, conferencista y arreglista. Su labor docente la ha desarrollado para el Instituto Nacional de Bellas Artes (profesor de Contrapunto e Historia de la Música), y como conferencista se ha presentado en el Palacio de Bellas Artes (salas Manuel M. Ponce y Adamo Boari), Sala Silvestre Revueltas (Conjunto Cultural Ollin Yolliztli), Sala Nezahualcóyotl (UNAM), Centro Nacional de las Artes (Sala Blas Galindo), así como para diversas instituciones privadas en espacios como el Salón Constelaciones del Hotel Nikko, o la Hacienda de los Morales. Sus arreglos sinfónicos y sinfónico-corales se han interpretado en el Palacio de Bellas Artes (Sala Principal), Sala Nezahualcóyotl, Sala Ollin Yolliztli, Sala Blas Galindo (Centro Nacional de las Artes), Aula Magna (idem). Actualmente imparte charlas didácticas para la Orquesta Sinfónica Nacional antes de los conciertos dominicales en el Palacio de Bellas Artes, y es pianista titular de la Comunidad Bet El de México, sinagoga perteneciente al Movimiento Masortí (Conservador). Ha dictado charlas, talleres y seminarios sobre Historia de la Religión en el Instituto Cultural México Israel y la Sinagoga Histórica Justo Sierra. Desde 2012 colabora con la Agencia de Noticias Enlace Judío México, y se ha posicionado como uno de los articulistas de mayor alcance, especialmente por su tratamiento de temas de alto interés relacionados con la Biblia y la Historia del pueblo judío. Actualmente está preparando su incursión en el mundo de la literatura, que será con una colección de cuentos.