PILAR RAHOLA
Esos tipos con el cerebro podrido, el corazón podrido, el alma podrida, su ideología podrida, sus rezos podridos, esos tipos que perdieron, en algún rincón oscuro de su vida, su condición humana.
Basta, basta, basta! Es el mal puro, el agujero negro que devora la belleza, la infancia, la alegría, el sentido de la existencia. Es el corazón de la bestia, la bestia sin corazón, el demonio hecho ideología.
Sí, cierto, escribo a golpe de dolor, con la retina sobrecargada de la tinta gruesa de la noticia, aún por confirmar el número completo, pero ya son decenas los niños destripados, arrancados del derecho a la vida, por el brutal derecho que se otorgan sus asesinos. Esos tipos con el cerebro podrido, el corazón podrido, el alma podrida, su ideología podrida, sus rezos podridos, esos tipos que perdieron, en algún rincón oscuro de su vida, su condición humana. Esos que se alzan cual guerreros del islam pero odian tanto a su gente y a su religión que convierten la muerte en la única opción. ¿Quién mata a un niño convencido de que ese es el objetivo, esa es la yihad? ¿Quién envenena las fuentes de sus escuelas, los secuestra, les dispara, los odia, quien entra en su patio de recreo y los masacra porque esa es la opción?
¿Quién, sino un ejército de carne humana sin cerebro, ni corazón, ni alma? Sólo ideas de negrura, ideas que no son ideas, sino feroces dogmas de sectas destructivas. Elie Wiesel vio el mal puro en los campos de exterminio. Hoy lo vemos en las decenas de cadáveres de niños en una escuela de Peshawar. El mal, el mal, el mal que existe…
¡Basta, basta, basta! ¿Hasta cuándo seremos tolerantes, buenistas, multiculturales de tres al cuarto, indiferentes antes sus ideólogos, sus imanes del mal, sus adoctrinadores, sus tipos que los envían a matar y a morir, sus líderes que convierten a su dios en un artífice de la muerte?
Basta, basta, basta de mirar hacia otro lado, como hicimos con el nazismo, como hicimos con el estalinismo, como hacemos siempre que el totalitaritarismo llama a la puerta y pensamos que no va con nosotros.
O empezamos a reaccionar de verdad y defendemos los fundamentos de la civilización ante los envites de la barbarie, o la barbarie avanza sin freno. Y la civilización no es un país o un Estado o un territorio, sino cualquier lugar del mundo donde la vida venza a la muerte, la libertad a la tiranía, la tolerancia al odio. Civilización son esos niños pakistaníes que querían estudiar para construirse como humanos, y hoy yacen asesinados. Como civilización es Malala, y Shirin Ebadi y cada persona musulmana que lucha por un mundo sin tiranos. Y barbarie son ellos, los que se van a las montañas del odio a preparar la muerte masiva. No olvidemos quienes les pagan, quienes financian su locura, alimentan una mirada extrema del islam, quien les lava los cerebros, quien ha convertido a una fe en la excusa de un odio global. No olvidemos que quieren destruir lo que somos, es igual la religión, la lengua, el país de donde seamos, porque son los guerreros de la muerte.
Y la muerte no deja nada a su paso.
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