SILVIA SCHNESSEL PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO
ELIOKIM COHEN – Al final, no hubo mucho suspenso en la decisión del gobierno de Obama de no apoyar una resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para respaldar un Estado Palestino.
Después de semanas de negociaciones sin sentido sobre los textos propuestos, incluido un compromiso respaldado por Francia y otras naciones europeas, la redacción de la propuesta que los palestinos presentaron por medio de Jordania era tan escandalosa que ni siquiera el presidente Obama podía pensar en apoyarla, porque minaría sus propias políticas. Y el resto de la comunidad internacional es igual de entusiasta al respecto. En un sentido muy real, este episodio es la historia del conflicto árabe-israelí en pocas palabras: el mundo quiere hacer algo por los palestinos, pero sus líderes están más interesados en los espectáculos sin sentido que en negociar de verdad por la paz o hacer algo para mejorar la vida de su pueblo.
La resolución que se presentó al Consejo de Seguridad era tan extrema que Jordania, el único país árabe que actualmente es miembro, no quería tener nada que ver con eso. Sólo después de un intenso cabildeo por parte del representante de la Autoridad Palestina, el resto de las naciones árabes convenció a Jordania de llevar la propuesta, pero es casi seguro que languidecerá indefinidamente sin votación porque su destino ya está marcado.
Los términos que formularon eran de rendición israelí y nada más. Lo único que se le concedería a Israel sería un año para retirarse del territorio que se adjudicó en una guerra defensiva de supervivencia en 1967, y el Estado Palestino que se crearía en ese lugar no estaría demilitarizado, no ofrecería ninguna garantía de seguridad a Israel, y menos aún el reconocimiento de que este es el Estado-Nación del pueblo judío. Con ello, se dejaría abierta la puerta para seguir luchando por la destrucción total de Israel.
Se trataba de una imposición, no de una propuesta de paz. No había nada para ofrecer a Israel. Los palestinos podían haber aceptado la propuesta francesa, cuyos términos no son muy distintos pero son ligeramente más razonables. Así, por lo menos habrían dado la apariencia de un cese mutuo de hostilidades y una aceptación al principio de coexistencia. Pero la Autoridad Palestina (AP) no podía con semejantes “concesiones”, y menos aún con la renuncia al “derecho de retorno”, básicamente por el miedo que tiene a ser suplantada por Hamas. Mientras el nacionalismo palestino siga obstinado en el rechazo de un Estado Judío, no importa dónde se pongan las fronteras. La AP no va a poner fin al conflicto ni buscará verdaderamente la paz.
Ahora muchos de nosotros nos centramos comprensiblemente en la cuestión de cómo hará el presidente Obama para descargar su brazo sobre el Primer Ministro Netanyahu y su gobierno. Pero el pequeño drama es, como siempre ha sido, una distracción secundaria del verdadero problema en el proceso de paz en Oriente Medio: el rechazo palestino.
El gobierno ha elogiado incansablemente al líder de la AP, Mahmoud Abbas, como “defensor de la paz” con el fin de animarlo a estar a la altura de esa reputación. Pero Abbas tenía otras prioridades: en lugar de negociar de buena fe con los israelíes, hizo estallar las conversaciones el año pasado con la firma de un pacto de unidad con Hamas. El propósito de ese truco, como el drama actual en la ONU, no es hacer que un Estado Palestino sea más probable, o acaso aumentar la influencia de Abbas en las conversaciones. Es una simple táctica dilatoria, un truco para perder el tiempo y evitar las negociaciones, desviando cualquier presión sobre la AP para firmar un acuerdo -o rechazarlo- con Israel.
No es sólo que los palestinos crean erróneamente que el tiempo está de su parte en el conflicto (un supuesto falso que algunos en la izquierda israelí también creen). Es también que Abbas es tan incapaz de hacer la paz como de hacer la guerra.
Sólo es otro caso en que los palestinos “no pierden nunca la oportunidad de perder una oportunidad”, la célebre, inmortal y bastante precisa descripción de Abba Eban a sus acciones a lo largo de los años. Están tan aferrados a expectativas nada realistas acerca de la “decadencia de Israel”, que sería inconcebible para llos aprovechar cualquier apertura para la paz. Por eso rechazaron las ofertas israelíes que les garantizaban la estatalidad, entre ellas el control de Gaza, de la casi totalidad de Cisjordania, y de una parte de Jerusalén. Tres veces lo hicieron, y luego se negaron a una cuarta negociación con Netanyahu el año pasado.
Fuente: Jews News
Traducción: Silvia Schnessel
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