IRVING GATELL PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – ¿Qué tanto se parece el Moisés de la película al Moisés del texto bíblico?
La respuesta de muchos es que nada, y a esa percepción se debe que haya fuertes críticas y un marcado rechazo hacia esta producción de Ridley Scott.
Pero ¿realmente el texto bíblico es lo suficientemente preciso como para decir que uno y otro -el Moisés de la película y el del texto- no se parecen?
Por ejemplo, una escena que muchos han criticado es la de la zarza ardiente, que en la película es presentada como una visión que Moisés tiene en un estado onírico. Casi una alucinación. Y es cierto: el texto bíblico no dice que fuera así, pero… ¿acaso da detalles de cómo fue? Sólo dice que Moisés vio una zarza ardiente que no se consumía y que tuvo una conversación con D-os en ese momento y lugar, pero lo cierto es que no entra en más detalles.
Lo que a muchos les parece ofensivo es que se sugiera que todo pudo ser una alucinación.
Empecemos por lo más lógico: si usted, querido lector, viera una zarza ardiendo sin consumirse y oyera voces diciendo cualquier cosa (pidiéndole que vaya a liberar a un pueblo de la esclavitud, o contándole sobre las ofertas de la semana cual si fuese el gerente de un supermercado), ¿qué es lo primero que pensaría? Que está alucinando, porque uno no ve ni oye ese tipo de cosas en la vida real.
Lo que usted haga después con esa visión ya dependerá de la estabilidad (o inestabilidad) de su propia psique. Tal vez considere que sólo fue resultado del cansancio extremo por mucho trabajo, o tal vez decida que no vuelve a tomar de cierta marca de vodka o mezcal, o puede ser que incluso asuma que es tiempo de visitar al psiquiatra o neurólogo.
Pero tal vez no falte quien de verdad se lo crea: que vio una zarza ardiente y que D-os -o el gerente del supermercado- le habló y le dijo algo trascendental.
Planteemos ahora un panorama todavía más complicado: imagínese, querido lector, que yo soy quien llega y le digo que vi una zarza ardiente y que una voz me dio un mensaje trascendental. ¿Me lo cree o no? ¿Me manda con el psicólogo o se vuelve mi seguidor?
Cualquiera con dos dedos de frente puede entender que no resulta nada sencillo ser el portador de semejante visión. Que es una experiencia que raya en lo demencial (sea cierta o no).
Entonces, lo que el espectador tiene que entender es que una película como esta no puede limitarse a sólo repetir la poca información que da el texto bíblico, sino que tanto productores, guionistas y director tienen que aterrizar toda esa historia en una narrativa verosímil como experiencia humana.
Más difícil aún: como una experiencia humana sujeta a múltiples interpretaciones, entre las cuales resulte perfectamente válida la tradicional (que D-os realmente se le apareció a Moisés en una zarza y que le encomendó una misión especial), pero sin que por ello se elimine la otra, la que nos enfrenta a la duda sobre lo demencial que todo esto podría parecer.
Este tipo de situaciones no le son ajenas al Judaísmo. Existe toda una construcción narrativa impresionantemente creativa que se conoce como Midrash, que literalmente significa “explicación”, pero que se construye a partir de criterios y objetivos muy distintos a lo que un moderno biblista podría usar para “explicarnos” un texto.
El Midrash parte de la lógica de que todo está dicho, pero no todo está escrito a detalle. Por ello, la literatura Midráshica se toma una gran cantidad de libertades “poéticas” a la hora de abordar temas que, en estricto, no aparecen en el texto bíblico, pero que tienen por lo menos dos objetivos: darnos una lección moral, pero también darle una lógica humana y verosímil a lo escrito.
Pongamos un ejemplo concreto sobre Moisés: la Biblia sólo nos dice de su infancia que nació en un momento donde había un decreto que condenaba a muerte a todos los varones judíos que nacieran, y que él fue salvado en una cesta colocada sobre el río que luego fue recogida por la hija del Faraón.
El Midrash va más allá: Amram, el padre de Moisés, opta por el divorcio después del decreto del Faraón, para no arriesgarse a tener hijos que nazcan condenados a muerte. Dado su prestigio como hombre justo y sabio, todos los israelitas hacen lo mismo. Entonces Miriam, su hija, tiene una visión y le dice que lo que ha hecho es incorrecto, porque equivale a un decreto más cruel que el de Faraón: ahora no sólo los niños vivirán, sino que tampoco las niñas. Amram lo entiende, toma otra vez a su mujer (y todos los israelitas después de él hacen lo mismo), y engendra un hijo, Moisés.
O esta otra narración, donde es muy claro el objetivo de reforzar la coherencia y verosimilitud: según el libro del Éxodo, la orden inicial de Faraón fue que las dos parteras que atendían a las hebreas notificaran si nacía niña o niño, para que se le diera muerte a los varones. De allí surge una reflexión muy simple: el embarazo de Yojeved, la mamá de Moisés, no podía ser un secreto. Por lo tanto, los guardias egipcios estarían pendientes, hacia el noveno mes, del nacimiento del bebé para indagar si era niño o niña. ¿Cómo pudo Yojeved burlar a los egipcios?
El Midrash contesta: Moisés fue un niño prematuro que nació a los seis meses. De ese modo, la mamá pudo esconderlo durante tres meses, tal y como lo dice la Biblia.
Ubicándonos en contexto, podemos decir entonces que Ridley Scott y sus guionistas (Adam Cooper, Bill Collage, Jeffrey Caine y Steven Zaillan) no hicieron nada nuevo, y de hecho nada diferente a lo que la propia tradición judía hizo (aunque con objetivos claramente distintos).
¿Qué es lo importante, si nos atenemos a la tradición judía? El milagro no es si la zarza se quemó o no, o si la voz que Moisés oía venía de la nada o de una figura antropomórfica. El milagro, en estricto, fue que Israel fue liberado de Egipto. Todo lo que le da sentido al relato del Éxodo es única y exclusivamente ESO. Sin esa liberación, Moisés quedaría reducido a un lunático que alucinaba con plantas incendiarias y oía voces. Pero una vez liberado Israel, Moisés encuentra su justo lugar como profeta.
En ese sentido, me parece bastante acertada la manera en la que Scott y los guionistas enfocan al personaje: alguien que por momentos realmente parece un loco. Es decir, alguien que puede ser juzgado lo mismo como profeta que como demente, y que sólo el resultado final podrá decidir qué es lo que realmente fue.
¿Qué la Biblia no dice que Moisés dialogara con D-os por medio de la visión de un niño? Cierto. No lo dice. Pero tampoco dice que no fuera así.
¿Qué la película presenta a D-os como alguien cruel y vengativo? Bueno, estamos hablando de que según el texto bíblico Egipto quedó destruido y todos sus primogénitos murieron. Eso, si vamos a ser estrictos, ya es bastante cruel. En nada afecta que se presente a D-os como quien voluntariamente se está comportando de esa manera.
A muchos les resultó chocante que, al respecto, pareciera que Moisés es más comprensivo y decente, especialmente en el punto donde expresa su desacuerdo y le dice a D-os que no quiere seguir con eso. Incluso, evidenciando una fuerte empatía con Egipto, porque a fin de cuentas él creció allí. Es su hogar. También es su gente.
Pero ¿acaso la tradición judía no ha hecho lo mismo en cierta manera? Cada año, durante la celebración de Pesaj, hay un momento profundamente emotivo en el que tomamos la copa de vino, y con el dedo meñique vamos retirando una gota por cada plaga que azotó Egipto. Sí, en ese momento estamos profundamente felices porque D-os liberó a Israel, pero se nos ha enseñado que nuestra felicidad no puede ser absoluta (y ese es el simbolismo de que no vamos a tomarnos “completa” la copa de vino, sino que perderemos diez gotas), porque lo que fue un milagro para nosotros fue un sufrimiento sin precedentes para otras personas. Correcto: el Judaísmo enseña que cada quien estuvo del lado que quiso estar (es decir, cada quien fue responsable de disfrutar de todo eso como milagro o sufrirlo como juicio), pero incluso así nosotros, como seres humanos, debemos ser sensibles al sufrimiento de otros seres humanos. Aún de nuestros enemigos.
D-os es Absoluto y Soberano. Está por encima de nosotros. No rinde cuentas a nadie (y menos al ser humano). Si Él quita la vida, de todos modos sólo está tomando las almas para traerlas a Sí Mismo, por lo que no hay demasiada diferencia (tal vez ninguna) entre alguien vivo y alguien muerto para Él.
Pero la ética judía es una ética humana, no sólo por necesidad sino también por convicción. Estamos aquí, en la carne y hueso, sufriendo lo que sufre el humano. Por lo tanto, es legítimo sentir compasión aún por aquello o aquellos por quienes el texto bíblico no expresa ningún tipo de compasión.
Entendiendo estas dos últimas ideas, podríamos decir que tal vez lo que nos resulta molesto de esa representación de D-os como un niño casi caprichoso y sin ningún tipo de piedad, es que nos recuerda que, como ya se dijo, D-os no nos tiene que rendirnos cuentas. Si Él decidiese hacer las cosas ASÍ, ¿quién podría reclamarle?
Lo que tenemos en la película, entonces, es una visión (o alucinación) de un D-os que se sale por completo de nuestros parámetros, y un Moisés que está intentando encontrarle sentido, verosimilitud, a todo eso.
¿Se parece al Moisés bíblico? Pues… la verdad es que sí. Hay secciones de la Torá donde Moisés no se somete emocional e ideológicamente a D-os a la primera de cuentas, y asume su realidad como humano imperfecto, al frente de humanos imperfectos. No es alguien que le diga a todo “sí, sí…” sin cuestionar las cosas o sin exponer sus puntos. Por el contrario: desde su primera objeción (“no sé hablar…”) hasta momentos extremos como en el episodio del Becerro de Oro, se atreve a confrontarse con D-os “…este pueblo ha cometido un grande pecado, porque se hicieron dioses de oro; te ruego que perdones ahora su pecado, y si no, bórrame del Libro que has escrito…” (Éxodo 32:31-32).
No es un Moisés complaciente con esa Voz sobrehumana con la que habla. Es un Moisés humano, siempre del lado de los humanos.
La película sólo explora un poco de su compleja psicología (y miren que cuando digo “un poco” me refiero a que es una exploración bastante superficial, casi frívola; el tema da para mucho más) y trata de darle coherencia a su evolución como individuo.
¿O acaso ustedes se imaginan a Moisés impávido o hasta regodeándose mientras ve cómo Egipto va de tragedia en tragedia? Cierto: la Biblia no dice que Moisés se sintiera apenado por las plagas, pero tampoco dice que no fue así. Y acaso más importante: nosotros sí nos sentimos apenados por eso, y de allí nuestro ritual de las gotas de vino que son retiradas de nuestras copas cada Pesaj.
Pónganse en el lugar de Moisés: por la razón que gusten, incluso perfectamente justificada, imagínense que tienen que ser testigos de la destrucción del lugar en donde crecieron. Los rincones en los que jugaron, la gente con la que convivieron, todos repentinamente azotados por plaga tras plaga. Muerte, enfermedad, sufrimiento, dolor.
Un verdadero ser humano no puede menos que resquebrajarse por dentro ante tales imágenes.
Ahora imagínense algo peor: ustedes están siendo testigos de esas calamidades, y aparte cada rato escuchan una voz que les dice que las cosas seguirán de mal en peor, e incluso esa voz les pide que vayan como emisarios de la tragedia, cual bestias ominosas, pájaros de mal agüero.
Seamos honestos: es para volverse locos, si no es que ya lo están.
Leer el texto bíblico y quedarse en lo superficial es muy fácil. Quejarse luego de que una película o un Midrash trasciendan esa lectura superficial y busquen y rebusquen qué hay entre las líneas, también es fácil. Lo difícil es escuchar voces o ver niños todo el tiempo y luego tener que ir al lugar donde uno creció, para sentenciarlos a sufrir, a morir.
Retomemos un punto crucial que ya se mencionó: al final, lo único que le va a dar sentido a tanta alucinación o revelación, a tanto sufrimiento, es la libertad de un pueblo.
Si Israel no hubiese sido liberado, los relatos sobre Moisés -si acaso hubiesen existido y sobrevivido- sólo serían la crónica de un demente. Pero Israel fue liberado, y eso -sólo eso- es lo que nos obliga a darle otra lectura a esa historia, y a considerar profeta a su protagonista.
La película respeta eso sin quitarle un ápice: Israel, los esclavos, los oprimidos, al final se ven liberados del yugo de sus opresores. Moisés queda reivindicado como profeta.
¿Como un profeta que parece loco? Sí, ya sé: a muchos les incomodó ese detalle. Pero vuelvo a insistir: imagínense a un profeta con una misión como la de Moisés y con un mensaje como el de Moisés en nuestros días. Cualquiera lo consideraría un absoluto y rematado loco.
La película no es, en realidad, tan estrafalaria. Poco o nada ortodoxa, sin duda. Pero sólo busca construir un entorno creíble desde la perspectiva humana para un personaje que, de todos modos, al final tiene que ser visto como un iluminado o un profeta.
Y lo hace siguiendo una ruta -no sé si voluntariamente- que ya se probó y que vale la pena que se analice: la de la Teología de la Liberación.
Porque si usted cree que este Moisés de la película fue bastante bizarro y extremo, entonces debo recomendarle que lea un poco de teología escrita en América Latina durante los años 60’s, 70’s y 80’s. El de la película no deja de ser, en realidad, un tipo bizarro pero en un nivel superficial.
En nuestra próxima nota abordaremos a ese Moisés, el liberador, y comentaremos el modo en que la teología latinoamericana construyó sus reflexiones.
Verá que la película no es tan arbitraria como podría pensarse.
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