Sisi no es Mubarak

CAROLINE GLICK

La decisión de la corte egipcia de absolver al ex presidente Hosni Mubarak, sus hijos y asociados de todos los cargos restantes contra ellos, provocó que la mayoría de los comentaristas proclamaran que el actual presidente egipcio, Abdel Fattah Sisi, haya retrocedido en el tiempo. Bajo su liderazgo, dicen, Egipto ha restaurado el régimen autoritario de Mubarak en virtud de un nuevo dictador.

Durante su gobierno de 30 años, Mubarak siempre evaluó que las amenazas contra Israel no tenían relación con las amenazas contra Egipto. Debido a este punto de vista, a pesar de las continuas quejas de Jerusalén, Mubarak permitió que los yihadistas echaran raíces en el Sinaí. Permitió que Egipto fuera utilizado como la ruta principal para que el personal de los terroristas y las armas entraran en Gaza. Apenas actuó y en pequeña escala, esporádicamente, contra los túneles de contrabando que conectan Gaza con el Sinaí.

Para el año 2005, se hizo evidente que las fuerzas de Hamas, Hezbolá, Irán y Al Qaeda operaban en el Sinaí y cooperaban entre sí.

A pesar de las advertencias de Israel, Mubarak no tomó ninguna medida efectiva para romper la alianza emergente y la convergencia de fuerzas.

Fue debido a la negativa de Mubarak a actuar que los palestinos en Gaza fueron capaces de comenzar a ampliar masivamente su guerra de proyectiles de morteros, cohetes y misiles contra Israel. Desde el primero de estos ataques, perpetrados hace 14 años, las campañas de proyectiles palestinas nunca habrían ocurrido sin la colaboración efectiva de Egipto.

En innumerables ocasiones, los comandantes terroristas palestinos lograron escapar al Sinaí y evitar ser arrestados por las fuerzas israelíes, sólo para volver a Gaza y continuar sus operaciones.

Mubarak creía que esa era su válvula de seguridad. Facilitando las operaciones yihadistas contra Israel desde territorio egipcio, supuso que estaba protegiendo a su país. Tal como él veía las cosas, los Hermanos Musulmanes, Hamas, Hezbolá e Irán estarían tan satisfechos con su cooperación en su yihad contra los judíos que lo dejarían en paz.

Fue sólo en 2009, cuando Egipto anunció la desarticulación de una red terrorista en el Sinaí compuesta por agentes de la Guardia Revolucionaria Iraní, Hamas y Hezbollah que planeaban ataques contra Israel y Egipto, y buscaban la caída del régimen, que Mubarak comenzó a percibir que pudo haber juzgado mal la situación. Pero incluso entonces, sus acciones contra esas fuerzas fueron esporádicas y poco entusiastas.

Los continuos ataques de Hamas contra Israel en los años que siguieron, y la acumulación de fuerzas de la Hermandad Musulmana y al-Qaida en el Sinaí, eran una clara señal de que Mubarak no estaba dispuesto a enfrentarse a la desagradable realidad de que las mismas fuerzas que atacan a Israel también buscaban derrocar su régimen y destruir el estado egipcio.

En marcado contraste, Sisi subió al poder cuando esas mismísimas fuerzas estuvieron preparadas para destruir el estado egipcio. El ascenso de la Hermandad Musulmana al poder se debió en parte al apoyo que recibió de Hamas.

Durante la rebelión contra Mubarak en enero de 2011, los agentes de Hamas jugaron un papel clave en el asalto a las cárceles egipcias en el Sinaí y la liberación de los líderes de la Hermandad Musulmana – incluido el presidente de la Hermandad Musulmana, Mohammed Morsi – de la prisión. En 2012 y 2013, según los informes, las fuerzas de Hamas sirvieron como tropas de choque para sofocar las protestas contra el régimen de los Hermanos Musulmanes. Esas protestas surgieron en oposición a los movimientos de Morsi para apoderarse de los poderes dictatoriales que Mubarak nunca soñó ejercer, y sus maquinaciones constitucionales dirigidas a transformar Egipto en un estado islámico y el centro de un futuro califato global.

Sisi y sus generales derrocaron a los Hermanos Musulmanes con el apoyo de Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos con el fin de evitar que Egipto se disolviera en un eje yihadista sunita en el que Hamás, al-Qaeda y otros movimientos yihadistas fueran actores clave, e Irán y Hezbollah fuerzas aliadas .

Debido a los acontecimientos que lo propulsaron al poder, Sisi ha adoptado una postura estratégica muy diferente de Mubarak. Tal como Sisi ve las cosas, las fuerzas yihadistas sunitas y sus aliados chiítas iraníes son amenazas existenciales para el Estado egipcio aunque su objetivo principal sea Israel. Sisi acepta que la lucha de Israel contra ellos afecta directamente a Egipto. Reconoce que cuando Israel tiene éxito en derrotarlos, Egipto es más seguro. Cuando Israel es débil, la amenaza para Egipto aumenta.

Al igual que Israel, Sisi reconoce que la ideología de los Hermanos Musulmanes, que es compartida por Hamás, al-Qaida y otros grupos yihadistas sunitas importantes representan todos ellos amenazas para Egipto. Y debido a este reconocimiento, Sisi ha abandonado la política de Mubarak de permitirles hacer su guerra contra Israel.

No sólo ha abandonado la política de Mubarak al no permitírselo, Sisi ha actuado en alianza con Israel en la lucha contra ellos. Esto es más que evidente en sus acciones contra Hamas en Gaza.

Después de tomar el poder en julio de 2013, Sisi inmediatamente ordenó al ejército egipcio tomar medidas para asegurar la frontera entre Gaza y el Sinaí. Para ello, por primera vez, Egipto tomó medidas efectivas y continuas para bloquear el contrabando de armas y personas entre las dos áreas. Estas medidas tuvieron un profundo impacto en el régimen de Hamas, quien fue a la guerra contra Israel el verano pasado en un intento por forzar a Egipto e Israel a abrir sus fronteras con Gaza en apoyo del régimen de Hamas y sus aliados yihadistas.

Hamas estaba seguro de que las imágenes del sufrimiento en Gaza obligarían a Egipto a oponerse a Israel, y así abrir su frontera con Gaza. También daría lugar a la presión liderada por Estados Unidos sobre Israel que haría que Israel sucumbiera a las demandas de Hamas.

Contra todas las expectativas, y los precedentes anteriores de comportamiento egipcio tanto con Mubarak como con Morsi, Sisi apoyó a Israel contra Hamas. Por otra parte, trajo tanto a Arabia Saudita como a los Emiratos Árabes Unidos a una alianza no oficial con Israel. El bloque que formó fue lo suficientemente potente como para superar la presión de Estados Unidos de poner fin a la guerra cediendo a las demandas de Hamas y abrir las fronteras de Gaza con Egipto e Israel.

Desde que el alto el fuego entró en vigor hace más de tres meses, Sisi ha seguido sellando la frontera. Como consecuencia de ello, ha negado a Hamas la capacidad de reconstruir la infraestructura terrorista de Gaza. En su estado reducido, Hamas es menos capaz de facilitar las operaciones de sus hermanos yihadistas en el Sinaí involucrados principalmente en realizar una insurgencia contra el estado egipcio.

Sin duda, el desarrollo estratégico más significativo en los últimos años es la realineación estratégica de los EE.UU. bajo el presidente Barack Obama. Con Obama, los EE.UU. han cambiado de bando, apoyando a Irán y sus aliados, los satélites y los activos, incluidos los Hermanos Musulmanes y Hamas, contra los aliados sunitas de Estados Unidos e Israel.

Pero la alianza que surgió este verano entre Israel y Egipto, con la participación de Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, también es un desarrollo estratégico muy significativo. Por primera vez, una potencia regional basa su postura estratégica en su entendimiento de que las amenazas contra sí mismo y contra Israel provienen de las mismas fuentes y, en consecuencia, que la guerra contra Israel es una guerra contra ella.

Los israelíes han argumentado este caso durante años a sus vecinos árabes, así como a los estadounidenses y otros estados occidentales. Pero por múltiples razones, nadie ha estado nunca dispuesto a aceptar esta realidad obvia básica.

Como consecuencia, todos, desde los americanos a los europeos y  los saudíes, apoyan políticas que fortalecen fuerzas yihadistas contra Israel.

Sisi es el primer líder importante en romper este consenso, como resultado de las acciones que Hamas tomó antes y después de su ascenso al poder. Él ha traído a Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos a su trayectoria intelectual.

La reevaluación de Sisi de la relación entre la guerra contra Israel y la guerra contra Egipto ha tenido un profundo impacto en las realidades regionales en general y en la postura estratégica de Israel en particular.

Desde la perspectiva de Israel, este es un evento decisivo.

El gobierno debe tomar todas las medidas posibles, en las esferas económicas y militares, para asegurar que Sisi se beneficie de sus acciones.

 

Traducción: Silvia Schnessel

Fuente:Jerusalem Post . 

 

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