Juntos venceremos
viernes 15 de noviembre de 2024

El Centro Deportivo Israelita a través de los ojos de uno de sus ex-atletas

CDI primera parte
מרכז הספורט היהודי מקסיקו
ידישער ספּאָרטצענטער מעקסיקע

MORRIS STRAUCH MILSTEIN

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Cuando quiero definir el CDI me siento como si estuviera viendo la serie de televisión Superman, en casa de Moy Polichuk: “Es un ave, es un avión,…” Es un deportivo,  en parte, es un centro social también, un centro cultural también, comunitario, artístico… y más. Decimos: “Es la casa de todos”, o en palabras de su Director Jorge Wigisser “Es como un pequeño pueblo” o de Alberto Frías, uno de sus socios, ex entrenador de clavados: “¡El Deportivo es pura salud!”

El CDI es único en su género y ningún JCC del mundo se le compara en magnitud, diversidad e impacto en su comunidad. Cuando abre sus puertas toda la población en edad productiva llena el gimnasio, el circuito de arcilla, el de tartán, la alberca y los baños. Se van al trabajo y en su lugar llegan los abuelos, muchos de los cuales entran al grupo de la tercera edad, Beyajad, para hacer actividad física, almorzar y entrar a las clases de Amada Corkidi –subdirectora de Campamentos de Verano- Sylvia Kurian, Flora, Lupita Luna, la mora Sarita, Alex Lucatero, o a la clase de computación, la cual tuve el gusto de dar yo mismo un par de años. Otras, más jóvenes, llegan a su clase de yoga como Noemí Jinich. Luego todo el personal sale a comer y los jubilados, o los que hacen un paréntesis antes de regresar a trabajar, comemos ahí antes de que lleguen los niños de la escuela con las mamás y se hagan las colas interminables de la comida en el fast food. El Arte de Vivir de S. Kurian y Polémica y Café de Samy Rubinstein se llenan con adultos que quieren aprender algo nuevo cada semana, otros entramos al Cine Club con Eugenia. Las clases ocurren en la tarde de 4-8pm. En la noche, otra dosis de jóvenes y adultos salidos del trabajo van a ejercitarse, mientras las actividades culturales comienzan: cine, teatro, festivales, y aniversarios, entre otros. A lo largo de todo el día, ves el ir y venir por las instalaciones de Susy Anderman, Fanny Sarfati, Benny Snaiderman, y los demás titulares de los comités del Deportivo, igual que el personal administrativo, de mantenimiento e intendencia. En la tarde puedes ver a Chavita llegar a recibir los baños, y a lo largo del día el subir y bajar de los directivos, Macaco, Bernardo Bank, Ishie Gitlin, Isaac Roizen, Marcos Metta, Benny Speckman, Simon Gittler, suben y bajan, entran y salen de junta,… han de estar tramando algo.

CDI

Ethel Milstein, Morris Srauch y Miriam Milstein, 1964.

No tiene hospital pero suelo decir que muchos nacimos allí refiriéndome a la etapa en la que nuestros padres nos llevaban con la carriola apenas contamos con las semanas de vida suficientes para salir de casa. Muchos crecemos en la ludoteca, iniciación deportiva, en las clases de natación para niños, en los campamentos de verano y después en juegos interescolares. Más tarde te incorporas a algún deporte y te vuelves un vago de la pista, la cancha, la alberca, el gimnasio, el dojo/an, el squash, frontenis, tenis,… etc. Revisen la enciclopedia del deporte y todo eso van a encontrar en el CDI, excepto golf, rugby, cricket, equitación, y aunque los hubo, ahora pasaron a mejor vida: pista de atletismo, boliche y judo. Otros encuentran su media naranja y hasta se casan en el mismo CDI, sino pregúntenle a Quique y Jaye Sclar; recuerdo la boda de Arie Gresztein cuya recepción fue en el salón mural; Jorge Abraham –muchos años delegado del gimnasio de fitness- era el encargado de contar los chistes esa noche en nuestra mesa, en general también desempeña ese cargo en el CDI de forma permanente. Pocos, pero los hay, también tienen la suerte de dar su último aliento en el CDI.

Mi primer recuerdo del CDI es el cine, a los 3-4 años, con la película Blanca Nieves, seguramente ya era a color. ¿Por qué me llevó mi mama a ver una película de terror donde una reina se transforma en bruja? (eso sucede con cierta frecuencia) Después de tal desperdicio, envenena a una princesa con una manzana y la deja en estado de coma, ¡y los niños teníamos que ver eso! El siguiente recuerdo que tengo es el chapoteadero a los 5 años, haciendo bucitos con mi visor color naranja, la discusión con mi madre en ese entonces era que James Bond buceaba en sus películas, no nadaba, yo quería bucear, no nadar! ya después entendí porque tenía que ser así. Los campamentos de verano no me gustaban, eran mucho tumulto, olor a calcetín y como estar en la escuela en época de vacaciones, pero al único que asistí teníamos una clase de judo con un entrenador japonés de altos vuelos que me usaba de ejemplo de cómo se tenía que mover un judoca, con los papas y alumnos. Para entonces el CDI ya había aportado dos judocas para la Olimpiada de Tokio 1964, Salvador y Gabriel Goldschmied y para la de Atenas 2004 sería José Goldschmied.

Claro que la poca memoria de un muchachito de 50 no es suficiente para revisar la historia del CDI, pero el Archivo Histórico Miguel Litchi, presidido por Natalio Schejtman y fielmente guardado por Pilar Rangel y Carmen Aguilar, nos puede ayudar con esto:

Los orígenes del CDI datan recientemente, con la creación del YMHA, Young Men’s Hebrew Association, de 1922, en el No 15 de la calle de Tacuba, Centro  -una especie de YMCA israelita. De allí se formó la Asociación Deportiva Israelita Macabi en 1931, que al paso de los años se puso como meta la construcción  de un deportivo. En 1943 la visión de los macabeos M. Derzavich, F. Katz y M. Libnic y la voluntad y trabajo de J. Berlín, J.  Dorotinsky, S. Dultzin, C. Fishbein, M. Gitlin, I. Grabinsky, I. Konstad, G. Meyers, S. Sigal, J. Steider y E. Stern, le dieron forma al proyecto del “Centro Deportivo Israelita A.C.”, con el objetivo de “fomentar y desarrollar los deportes y la cultura física en general”. Para lograrlo pusieron a la venta una primera edición de acciones en 1944 de $500 000, a $100/acción. Muchos de nuestros padres y abuelos invirtieron en el proyecto, mi zeide, Max Milstein, ¡compró 20 acciones!

El terreno para levantar el CDI fue el Ex-Rancho de Sotelo, de Don Antonio Llaguno, amigo de Jaime Dorotinsky, cerca del Hipódromo de las Américas; su compra se realizó el 23 de diciembre de 1944 con cheque del Banco Mercantil de México, No 132629 por $309 630 pesos. Después se adquirieron más hectáreas adyacentes para darle forma al “Parque CDI”. El Proyecto arquitectónico lo inició el Ing. A. Jiménez Farías y después lo terminaron los Arqs. M.A. Velázquez y A. Zabludovsky. La obra comenzó con el edificio de baños, alberca, campo de softbol, fútbol, frontón, tenis, básquetbol y los juegos infantiles, y tal vez algo más que no encuentre en los archivos históricos; me imagino que la pista de atletismo ya anillaba desde entonces el campo de fútbol. Se inauguró oficialmente el domingo 15 de octubre de 1950 – “…desde las 10 de la mañana hasta las 10 de la noche ¡No falte! No habrá colectas”. Con el tiempo el CDI fue creciendo, en 1952 se estrenó el edificio de boliche, en 1955 el Edificio Social, -al cual Fanny Rabel le hizo un bello mural en 1957 sobre la historia de nuestro pueblo-, la reestructuración del edificio de baños se estrenó en 1965, entre 1973 y 1981 se hizo todo un CDI campestre en Tepotzotlán, en 1989 el edificio de estacionamiento, en 1991 el edificio administrativo y en 1999 el nuevo edificio de la alberca techada en la zona del inolvidable muro curvo, donde el ligue entre jóvenes se llevaba a cabo cada fin de semana. A éste le llamo el elefante, por sus dimensiones, pero uno de sus nombres oficiales debe ser Edificio 2000. Yo esperaba que el muro curvo quedara integrado al nuevo edificio como el límite posterior de una cafetería con paredes de vidrio…

Me imagino el efecto magnético que tuvo el CDI dentro de la comunidad, convirtiéndolo en el sito común de encuentro. Y esto ha sido así no solo para sus socios y familiares, sino también se convirtió en la parada obligada para cada embajador de Israel en turno; algunos presidentes de la nación también han pasado a visitarnos al CDI, así como generales y políticos israelim, entre ellos, Golda Meyer, Menahem Begin, Yitzhak Rabin y mi general favorito, Moshe Dayan. Bobby Fisher, Mark Spitz y Shimon Peres también visitaron el CDI en su momento. Claro que el honor y la responsabilidad de recibir a estos hijos pródigos, embajadores, presidentes, y la de cuidar de los socios del CDI, requieren un aparato de seguridad mayor al que tiene el aeropuerto de la ciudad de México.

Aunque inspirado por el deporte, en el paquete del CDI venían incluidas la cultura y las artes casi desde sus inicios. Recuerdo a la tía Raquel bailando en Anajnu Veatem, la más guapa del grupo de rikudim de Carlos Halpert, Z’L, al cual perteneció también Nili Chomstein, 2 décadas después. También a David Nobigrot, nuestro corredor de 400m con vallas, participando en el Blowie Shyne, y más recientemente en los certámenes literarios a Ruth Atri –triatlonista y entrenadora- y a Silvia Saloschin. Por otro lado, de corte no competitivo y para mayores de edad, el Club de Oro siempre ha sido una tradición en el Deportivo, que en alguna época mi padre tuvo el honor de presidir. Otro clásico anual de los eventos artísticos del CDI es el Festival Aviv de danza, que cuando se lleva a cabo toma posesión de casi todo el Dépor. Este 2014 tuve la suerte de que me invitaran al festival Haleluya, de canto hebreo a nivel latinoamericano. En el pasado incluso a mí me tocó, alrededor de los 10 años, probar las glorias del arte CDI al ganar un concurso de dibujo y llevarme a casa un estuche de lápices de colores. Pero las obras de grandes artistas no se ven en los concursos de ilustración sino en la Galería Pedro Gershon que Débora Lewinson dirigió por muchos años.

Cuando estaba en edad de ir al CDI por mi propio pie, a los 10 años –en nuestro México actual esa ya no es edad para hacer nada por propio pie- Jorge Abraham y yo decidimos ir a trotar a la pista de atletismo. Después se cerró ésta unos días para darle mantenimiento, y emigramos a un área más natural para los deportes de la familia Abraham, las canchas de tenis. Nunca he tenido el tacto suficiente con la raqueta para poner la bola donde debe ir, como Berci Schlesinger, Z’L, con la raqueta de squash y con la de pin-pong -para el cual estuvo seleccionado a Macabiada. Podré inyectar ADN en un embrión con micro manipulador o estrangular a un colega judoca, pero la precisión intermedia me cuesta trabajo, así que poco después deje el CDI un par de temporadas y me fui al fútbol americano, al Ejido de Oro con Bucaneros de Satélite.

Continuará…

 

 

 

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