EZRA SHABOT
Termina el 2014 para nuestro país entre las imágenes de una clase política que realizó los cambios jurídicos necesarios para transformar su fisonomía económica y social, y aquellas otras en donde la violencia y la inseguridad impiden esa remodelación de fondo al regresarnos una y otra vez al México bronco que como una amenaza latente nos recuerda las consecuencias del atraso y la concentración de la riqueza que impiden el desarrollo integral de la nación. Las reformas aprobadas tienen como objetivo central abrir la economía a las inversiones nacionales y extranjeras en distintos ámbitos, y desmontar el poder monopólico en las telecomunicaciones y en la propia industria energética.
Además, al doblegar a los dos grandes sindicatos nacionales, el de la educación y el petrolero, el Estado mexicano recupera la rectoría en la planeación y ejecución de los programas educativos y energéticos, disminuyendo en forma sustancial el poder político de ambas agrupaciones gremiales. Una vez concluido este proceso el gobierno de Peña supuso que las batallas principales habían sido ganadas y para el 2015 quedaba la etapa de instrumentación de las reformas con pocas resistencias para ello. Sin embargo, la historia corrió por otro camino distinto al que los ganadores pronosticaban.
La acción de los violentos en Iguala desencadenó una vez más el proceso de rechazo no sólo a las reformas aprobadas, sino en general al régimen y a las instituciones de la democracia representativa. Los derrotados por las reformas, y que en algunos casos eran responsables directos de la matanza de Iguala consiguieron trasladar mediáticamente la factura de la tragedia al gobierno federal. Frente a las investigaciones que demostraron una y otra vez que el asesinato de los jóvenes de Ayotzinapa se enmarcaba en la lucha de dos grupos criminales disputándose la plaza: los Rojos, ligados directamente a la dirección de la Normal, y los Guerreros Unidos vinculados con Abarca y sus secuaces, la demanda de renuncia de Peña y del derrocamiento del régimen se mostraron como el verdadero objetivo.
Así, la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación de Guerrero aprovechó el vacío de poder generado por la crisis para tomar ayuntamientos y declarar abiertamente su intención de impedir las elecciones en el estado el próximo año, y de paso provocar la renuncia de Peña. La aparición del tema de la “casa blanca” aparece en este contexto, donde los interesados en la renuncia del presidente encontraron un buen frente de batalla que Los Pinos no pudo o no quiso identificar a tiempo. Más allá de cuestiones éticas o políticas que subyacen en este tema, queda claro que por un lado el interés manifiesto de los golpeados por las reformas era la caída del gobierno, y que por otra parte éste no vio venir el golpe.
Termina este 2014 entre el triunfalismo de una clase política que fue capaz de acordar cambios legislativos de fondo, y la reacción de aquellos marginados de la toma de decisiones que optaron por ganarle la batalla al gobierno en las calles y no en las urnas. De la capacidad de respuesta y resistencia que presenten las dos partes el próximo año, dependerá el tipo de país que se pueda delinear para la próxima década.
Analista político @ezshabot
Fuente: eluniversalmas.com.mx
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