La propuesta de ley “Estado-Nación” rompe un equilibrio frágil

URI DROMI

TRADUCIDO POR ROBERTO SONABEND

Si Israel fuese inteligente, convertiría a sus ciudadanos árabes en la gente más feliz del país, en lugar de intentar quitarle sus derechos.

Por muchos años, cuando mis amigos no-israelíes me pedían que les explicara qué significa la frase “Israel es una nación Judía y democrática”, yo respondía que necesitaría un seminario de una semana completa para explicarlo.

En efecto, ¿cómo puede un país ser una democracia cuando se define como una nación Judía?

El hecho de que necesito explicarlo demuestra lo complejo del tema. Sin embargo, permítanme resumirlo: Los judíos siempre han rezado y deseado regresar a su antigua patria, Sion.  Después del Holocausto, la necesidad del pueblo judío de tener un Estado propio fue totalmente aceptado por el mundo y rectificado por la Resolución Nº. 181 de las Naciones Unidas, el 29 de noviembre de 1947, llamando a una partición de Palestina entre los árabes y judíos, (los judíos la aceptaron y los árabes la rechazaron, pero esa es otra historia).

Cuando el Estado de Israel se fundó en Mayo 14, 1948, se perdió una gran oportunidad  para estructurar una constitución que definiera el carácter del Estado. Sin embargo, se escribió una Declaración de Independencia de Israel, que aseveraba que era el Estado del pueblo Judío y prometía libertad, justicia y paz; “basada en la visión de los profetas de Israel, (el Estado), asegurando total igualdad de derechos sociales y políticos a todos sus habitantes, sin importar su religión, raza o sexo”.

Esa es la esencia del Israel democrático y Judío: bajo el paraguas Judío todos son iguales.

Por lo menos en teoría, porque en la práctica los árabes israelíes hasta 1966 estuvieron bajo un régimen militar, y nunca disfrutaron del espectro completo de oportunidades que los ciudadanos judíos tuvieron.

Si Israel fuera inteligente, haría que sus ciudadanos árabes fueran la gente más feliz del país, primero, por su propio interés como democracia, y segundo, como mensaje a los cientos de millones de árabes que rodean a Israel. Por muchos años fallamos al hacerlo, salvo por la notable excepción del gobierno de  Yitzhak Rabin de 1992 al 95, al que tuve el honor de servir. Por primera vez en su historia, el gobierno intentó cambiar la situación lanzando un movimiento de acción afirmativa, (favoreciendo a los que sufrían discriminación en relación al área laboral y educación).

Mientras que los árabes israelíes aspiraban y luchaban por la igualdad, contaban con la Declaración de la Independencia como referencia. Aunque no es una ley, cuando los legisladores israelíes sancionaban sobre las leyes básicas que tratan de los derechos humanos y civiles, siempre tomaban como referencia a la Declaración, al igual que lo hizo la Corte Suprema.

La iniciativa reciente a favor de la ley “Estado-Nación” ha quebrado este equilibrio frágil. En su versión original propuesta por los miembros de derecha del Knesset (Parlamento), la ley intentó establecer de una vez por todas el dilema entre el carácter Judío del estado y su naturaleza democrática, legislando que si hay un conflicto de interés entre ambos, el elemento Judío predomina sobre el democrático.

Por ejemplo, bajo la ley propuesta, los ciudadanos árabes a diferencia de los judíos, solamente tendrían derechos individuales y no comunitarios.  Otro cambio significativo en relación al status-quo actual, es la cláusula de que el lenguaje oficial de Israel sería solamente el Hebreo.  Algo así como que en Canadá la mayoría anglosajona decidiera legislar que el Francés deje de ser uno de los idiomas oficiales.

Inclusive la versión más moderada propuesta por el Primer Ministro Benjamín Netanyahu recibió la crítica de la profesora Ruth Gavison de la Universidad Hebrea de Jerusalén, que por años ha estado involucrada en la reconciliación entre la naturaleza Judía de Israel y su democracia.  En el periódico Haaretz Gavison escribió que: “Israel es un Estado-Nación cuya visión tiene tres ingredientes esenciales: judaísmo, democracia y derechos humanos.  Probablemente la ley de “Estado-Nación” va a desequilibrar el balance que protege esta visión”.

Francamente, si hasta hoy los árabes israelíes podían apoyarse en la Declaración de la Independencia y mantener las esperanzas de algún día tener igualdad en el Estado Judío, esta ley los enfrenta a la amarga realidad de que pueden olvidarse de lograrla dentro del terreno legal.

Para tener una idea del daño que esta propuesta está causando en la ya sensible relación entre los árabes y judíos en Israel, habría que haber visto la entrevista en el Canal 1 de la TV israelí, al hermano de Zidan Saif, el policía oficial druso asesinado, mientras intentaba salvar las vidas de los judíos que fueron atacados brutalmente en su sinagoga por terroristas palestinos. Mirando a la cámara y dirigiéndose a Netanyahu, preguntó con dolor: “¿Así que esta es la ley con la que están condecorando a mi hermano?

Los críticos de la ley propuesta, el Profesor en leyes Mordechai Kremnitzer y el Dr. Amir Fuchs, ambos del Israel Democracy Institute, con elegancia invocaron a Ze’ev Jabotinsky, el padre del movimiento revisionista y precursor del partido Likud desde antes de que naciera el Estado de Israel, escribió: “Yo no creo que la constitución de ningún estado deba contener cláusulas especiales que garanticen el carácter “nacional” del mismo. Yo creo que es una buena señal si la constitución contiene pocas cláusulas de este tipo. La mejor manera y la forma natural es que el carácter “nacional” de un estado se asegure por el hecho de que tenga una mayoría particular”.

Es una lástima que Netanyahu no se adhiera a estos consejos sabios, aún cuando su padre, el Profesor Benzion Netanyahu fue el asistente personal de Jabotinsky.

Nadie en Israel entiende hoy porque Netanyahu llamó a elecciones tempranas. La mayoría de la gente aquí cree que lo último que necesitamos ahora es arrojar a nuestra sociedad ya polarizada, a una campaña asesina, violenta y negativa, que solamente va a lograr un nuevo gobierno inestable. Yo, personalmente difiero. Si estas elecciones tempranas significan la muerte y entierro de la equivocada ley “Estado-Nación”, entonces las apoyo.

*Uri Dromi fue el vocero de los gobiernos de Yitzhak Rabin y Simón Peres entre 1992 y 1996.

Originalmente publicado en The Star.com

Dromi@Jerusalempressclub.com

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