SILVIA SCHNESSEL PARA AGENCIA DE NOTiCIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO –
Hace ahora ya más de diez años, en las postrimerías del ataque norteamericano contra la tiranía de Sadam Husein, en 2003, elegí a José María Aznar como la figura más cercana a Winston Churchill entre los líderes europeos y de habla hispana. Su valiente y clara posición a favor de la democracia y la libertad contra el islamofascismo y contra la opresión, ameritaban aquella mención, y creo que aún no ha sido superado por ningún otro líder europeo ni hispanoparlante, en ese rubro. Ahora que acabo de instituir el Premio Churchill al mejor defensor de la libertad en 12 meses, comprendo que José María Aznar lo ganara en 2003. Sólo once años más tarde vuelvo a sentir el impulso de otorgar este trofeo simbólico.
Por Marcelo Birmajer
Si hacemos un balance riguroso del 2014, la tipografía más grande se la lleva el califato islamofascista del ISIS, el Estado Islámico para Irak y el Levante. Lo curioso es que, siendo la comunidad cristiana del Medio Oriente la principal víctima de esta organización terrorista, y su blanco más probable la Europa cristiana comenzando por la Italia católica, el más elocuente orador contra este peligro mundial sea el primer ministro del Estado judío, Benjamín Netanyahu; y la mayor parte de la escasa resistencia militar está representada por el presidente de Norteamérica, cuya mayoría religiosa es protestante. Hay que decir que la proporción entre los recursos y la batalla que libran es espantosamente desigual: mientras Netanyahu está librando la lucha por la libertad en el mundo con recursos a todas luces insuficientes, Barack Obama parece no buscar más que retirarse con dignidad, condicionando o retaceando la ayuda a Israel.
El pueblo de Israel, la única democracia del Medio Oriente, ha soportado el blitz islamofascista de Hamás durante el 2014 (“blitz” se denominó el salvaje ataque nazi contra los civiles ingleses en 1940). El más pequeño de los países del Medio Oriente sufrió un permanente bombardeo de cientos de misiles, que asolaron el sur de su territorio, Jerusalem y, en menor medida, Tel Aviv. Los israelíes se comportaron con la misma dignidad y resiliencia que los londineses en aquellos días terribles de la Segunda Guerra Mundial. No casualmente, David ben Gurión pasó aquellos mismos días en Londres, apuntando en su correspondencia el comportamiento de los ingleses y deseando para la todavía no constituida ciudadanía israelí el mismo temple. Lo consiguió. Los judíos de Israel no sólo lograron afrontar el brutal ataque con las convicciones indemnes, también trabajaron para aminorar los daños con un ingenio deslumbrante. Hicieron de cada vida un tesoro a preservar.
Desde septiembre del 39 hasta diciembre del 41, Churchill soportó en completa soledad el acoso y la contención de la Bestia nazi. No sería sino hasta el ataque a Pearl Harbor que finalmente el presidente Roosevelt llamaría al primer ministro inglés y declararía: “Ahora estamos en el mismo bote”. Haber resistido en soledad hasta ese momento crucial revela un ser humano excepcional, tanto en su efectividad como en su templanza ideológica y ética. Poco después de Pearl Harbor, Churchill viajó a Washington y se hospedó en la Casa Blanca, invitado por Roosevelt.
Las tertulias entre estos dos grandes hombres duran hasta bien entrada la madrugada, fuman y beben. En una de esas trasnochadas, Roosevelt ya se ha retirado, pero se le ocurre una idea relámpago. Se hace llevar por su asistente, en la silla de ruedas, a la habitación de Winston, y entra sin golpear. En ese momento Churchill está saliendo de la bañera, completamente desnudo. Roosevelt pide disculpas y comienza la retirada. Pero Churchill lo detiene: “Quédese, por favor. El Primer Ministro de Inglaterra no tiene nada que ocultarle al presidente de Estados Unidos”.
La alianza de democracias que se repite hoy no es entre USA e Inglaterra, sino entre USA e Israel. Israel es la isla asediada, rodeada de enemigos, defendiendo desde su escaso margen de tierra la libertad de expresión, de circulación, de culto, de intimidad y de propiedad en todo el orbe. Su victoria es la de toda la humanidad. Su derrota, la consecución de la utopía nazi. Pero hoy el presidente norteamericano sí parece tener mucho que ocultarle al primer ministro de Israel.
Como Churchill, Benjamín Netanyahu es el líder que en la mayor soledad defiende primordialmente la libertad en el mundo. Como Churchill, mantiene una democracia pujante y plural en su propia nación, con arte y prensa, mientras a su alrededor campea la oscuridad. No interrumpió el flujo de la disidencia ni el del humor para librar la guerra: libró la guerra para que esos méritos de la democracia no se interrumpieran.
El último discurso de Benjamín Netanyahu en la ONU fue el más claramente churchilleano de todos los que se hayan pronunciado en ese foro durante este año. Y su accionar nacional e internacional fue a la par. Por todo esto, Benjamín Netanyahu es el ganador del premio Churchill 2014.
Fuente: elmed.io
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