SILVIA SCHNESSEL PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Adrian Reland (1676-1718), orientalista holandés, nació en Ryp, estudió en Utrecht y Leiden, y fue profesor de lenguas orientales sucesivamente en Harderwijk (1699) y Utrecht (1701). Sus obras más importantes fueron Palaestina ex Monumentis Veteribus Illustrata (Utrecht, 1714), y Antiquitates Sacrae Veterum Hebraeorum.
Fue un verdadero erudito, geógrafo, cartógrafo y filólogo conocido, que hablaba perfectamente el hebreo, el árabe y el griego antiguo, así como lenguas europeas. En 1695 fue enviado como turista a Israel, y conoció la mayor parte del territorio. Sondeó unos 2,500 lugares mencionados en la Biblia o en la Mishná y que seguían poblados, y fruto de ello fue su libro Palestina ex Monumentis Veteribus Illustrata, escrito en latín.
Se considera que fue el primer trabajo de mapeo de la Tierra de Israel.
Reland identificó en su libro cada lugar mencionado en todo tipo de fuentes. Si la mención provino de una fuente judía, lo indicó citando los textos correspondientes de la Biblia o el Talmud. Si provino de fuentes romanas o griegas, presentó las referencias en griego o latín.
Además, organizó una encuesta de población y censos en cada comunidad.
Sus conclusiones más destacadas son las siguientes:
1. Ni un asentamiento en la Tierra de Israel tiene nombre de origen árabe. La mayoría de los nombres de las poblaciones tienen origen en los idiomas hebreo, griego, latín o románico, a excepción de Ramallah. Los que suenan a árabe son nombres en otro idioma deformados, y que en árabe no tienen significado, tales como Acco (Acre), Haifa, Jaffa, Nablus, Gaza, o Jenin; ciudades llamadas Ramallah, El Halil y Al-Kuds (Jerusalén) carecen de raíces históricas o de filología árabe. Según Reland, Ramallah se llamaba Bet’allah (del nombre hebreo Beit El) y Hebrón se llamaba Hebrón, y Mearat HaMajpelá (la Cueva de Majpelá) era llamada El Chalil, nombre del Antepasado Abraham.
2. La mayor parte de la tierra estaba vacía, desolada, y los habitantes eran escasos en número; en su mayoría se concentraban en las ciudades de Jerusalén, Acco, Tzfat, Jaffa, Tiberiades y Gaza. La mayoría de los habitantes eran judíos y el resto cristianos. Había pocos musulmanes, en su mayoría beduinos nómadas. Nablus, conocida como Shjem, era un caso excepcional: allí vivían aproximadamente 120 personas, miembros de la familia musulmana Natsha, y aproximadamente 70 Shomronitas (Samaritanos).
En la capital de Galilea, Nazaret, vivían aproximadamente 700 cristianos y en Jerusalén unas 5,000 personas, en su mayoría judíos y algunos cristianos. La parte interesante es que Reland mencionó a los musulmanes como beduinos nómadas que llegaron a la zona como refuerzo de la construcción y mano de obra agrícola, trabajadores de temporada. En Gaza, por ejemplo, vivían aproximadamente 550 personas, el cincuenta por ciento judíos y el resto en su mayoría cristianos.
Los judíos crecieron y trabajaron en sus viñedos, florecientes campos de olivos y campos de trigo (¿recuerdan Gush Katif?) Y los cristianos trabajaron en el comercio y el transporte de productos y mercancías. Tiberiades y Tzfat eran en su mayoría judías y con excepción de una mención a los pescadores en el Lago Kineret – mar de Galilea –, no hay ninguna mención de sus ocupaciones. Una ciudad como Um el-Phahem era un pueblo donde vivían diez familias, aproximadamente cincuenta personas en total, todas cristianas, y también había una pequeña iglesia maronita en el pueblo (La familia Shehadah).
3. El libro contradice totalmente cualquier teoría posmoderna que reclame un “patrimonio palestino”, o nación palestina. El libro refuerza la conexión, relevancia, pertinencia y parentesco de la Tierra de Israel con los judíos y la absoluta falta de pertenencia a los árabes, que robaron el nombre latino Palestina y lo tomaron como propio.
Para entenderlo en su justa dimensión podemos hacer una comparación con Andalucía, España. En algunas ciudades como Granada se puede ver la herencia cultural árabe: literatura, monumentos, ingeniería, medicina, etc. Setecientos años de presencia árab nos pueden ignorar, ocultar ni esconder. Pero en Israel no hay nada parecido. ¡Nada! No hay nombres de ciudades, cultura, arte, historia, o evidencia de la dominación árabe. Sólo robos, pillaje y saqueo, que van desde el despojo de nuestro lugar más santo, hasta el intento por apropiarse de nuestra Tierra Prometida y nuestra Historia.
Fuente: Ira Blacker
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