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La red representa una mayor amenaza en Occidente que el califato
Un policía francés vigila la entrada de una mezquita, este viernes en París. / YOUSSEF BOUDLAL (REUTERS)
Relata Abu Jarir al Shamali en el último número de la revista Dabiq, órgano de propaganda del Estado Islámico (EI), que cuando penetró en tierras de Waziristán, en la frontera entre Pakistán y Afganistán, después de la muerte de Osama bin Laden, lo que allí vio no era lo que esperaba: “Pensaba que los muyahidín [combatientes en defensa del islam] iban a ser los que allí tomaran las decisiones y que la sharía [ley islámica] sería aplicada por ellos. Con tristeza vi que lo que allí imperaba era la ley tribal (…) Los Ejércitos paquistaníes de apostatas cubrían cada colina y montaña, vigilando a cada grupo de gentes, pueblo o ciudad”.
Bajo el título Al Qaeda en Waziristán, Al Shamali traza a lo largo del texto una de las críticas más detalladas de una organización yihadista contra lo logrado por Al Qaeda en el que fuera uno de sus santuarios con Bin Laden vivo. Incluso contra el jeque de la red terrorista —también contra el mulá Omar— lanza el vocero del EI un dardo envenenado por no perseguir con vehemencia la instauración de un califato.
La filial magrebí y la yemení apoyan al Estado Islámico en Siria e Irak
La narración de Al Shamali carga de munición la rivalidad por liderar la yihad global entre Al Qaeda y la organización que proclamó el califato entre Siria e Irak el pasado junio, bajo las órdenes del iraquí Abubaker al Bagdadi. El patrón de los autores del atentado contra Charlie Hebdo y su pasado vinculado a la organización de Bin Laden refuerza la idea de analistas y servicios de inteligencia familiarizados con el fenómeno yihadista: Al Qaeda es aún la principal amenaza para Occidente, por su experiencia y capacidad para organizar comandos dispuestos a atentar.
La sombra de Al Aulaki
Algo más de un año antes de su muerte, el clérigo estadounidense de origen yemení Anuar al Aulaki publicó: “Lucharemos [por el profeta], instigaremos, pondremos bombas y asesinaremos [por él]”. Al Aulaki hacía así un llamamiento en la revista de Al Qaeda Inspire a tomar represalias contra la publicación de caricaturas de Mahoma.
En septiembre de 2011, un avión norteamericano mató en las montañas de Yemen al predicador, acusado de reclutar jóvenes para la yihad. Según fuentes yemeníes citadas por varios medios este viernes, Al Aulaki recibió ese año a Said Kouachi, sospechoso del ataque contra el semanario francés Charlie Hebdo.
Al Aulaki y su hijo Abdulrahman, alcanzado en otro bombardeo una semana después que su padre, se han convertido en dos de los símbolos más usados por la propaganda yihadista.
Pese a que tanto la rama yemení de Al Qaeda (AQAP) como su filial magrebí (AQMI) animaron después de verano a apoyar la lucha de los muyahidines que defendían el califato de Al Bagdadi, la violencia indiscriminada mostrada en Irak y Siria y las ambiciones del califa llevaron en diciembre a los dos grupos a proclamar la “ilegitimidad” del Estado Islámico. La gota que había colmado el vaso fue un comunicado emitido por Al Bagdadi en el que extendía su califato a Yemén, donde AQAP mantiene un pulso territorial y brutal contra el movimiento chií huti en el sur —decenas de personas han muerto en enero por atentados con bomba.
Precisamente un miembro de AQAP envió un nota al reportero estadounidense Jeremy Scahill, uno de los mayores expertos en el grupo, autor del documental Dirty Wars, asumiendo la autoría del ataque en París. “El liderazgo de #AQAP”, dice el texto del comunicado, “dirigió la operación y eligió su objetivo con cuidado para vengar el honor del profeta”.
La rivalidad entre el EI y Al Qaeda se hunde en las raíces precisamente del grupo que hoy lidera Al Bagdadi y en la figura del que fuera su hombre de referencia, el jordano Abu Musab al Zarqaui, aniquilado por un avión estadounidense en junio de 2006, en el sur de Irak. Analizada la propaganda del EI y sus simpatizantes, Al Zarqaui es todavía hoy uno de los activos fundamentales para los yihadistas leales al califato. Si bien Al Zarqaui, conocido también por su brutalidad, murió como líder de la rama iraquí de Al Qaeda, los lazos con la cúpula gobernada por Bin Laden eran débiles. La literatura sobre el jordano de origen palestino apunta a que sus objetivos eran muchos más regionales que los de Bin Laden, centrado en golpear Occidente y, sobre todo, Estados Unidos.
En la práctica, tanto AQAP como AQMI, las dos ramas más activas de la red terrorista hoy comandada por el egipcio Ayman al Zawahiri, han mantenido siempre en su agenda los atentados contra objetivos en Occidente, mientras el EI prosigue en su llamada a la captación de yihadistas para engordar su califato. AQAP, bajo el mando del yemení Nasser al Wuhayshi, ideó el intento de atentado en 2009 en un vuelo de Ámsterdam a Detroit del nigeriano Umar Faruk. Falló el explosivo alojado en su ropa interior. Un año después, un soplo saudí logró desarticular una trama que pretendía llevar bombas de Yemen a EE UU en dos aviones. En 2013 y tras varios mensajes contra las viñetas de Mahoma, la red yemení difundió a través de su revista Inspire un cartel de “Vivo o muerto”. En él aparecía la foto Stephane Charbonnier, Charb, director de Charlie Hebdo.
Fuente: El País
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