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jueves 21 de noviembre de 2024

El legado de las abuelas

SILVIA SCHNESSEL PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Conocí a Isaac de esa manera virtual que se conoce hoy la gente y en pocas ocasiones me contó su relato de cómo descubrió sus orígenes judíos, de la exhaustiva investigación que emprendió con la obstinación y perseverancia de llegar a la verdad partiendo de un solo dato confiado en el último hálito de vida de su abuela, y a través de él llegué a comprender el verdadero drama que significa para una persona no poder ser lo que siente, y no sentir lo que se es. Es como vivir en tierra de nadie, tu entorno te es ajeno, tu alma vibra por un imposible. Esta es la historia de un “ben anusim”, descendiente de conversos forzosos. 

 

Gustavo Rodríguez CalderónNací católico, en una familia católica, de tradición católica por más o menos 530 años. En 1978 me enteré por boca de mi bisabuela materna (que nació en 1888) que nuestros ancestros eran judíos. Esta noticia, definitivamente cambió todo el mundo donde vivo.

No sabía cuales, no sabía cómo, pero desde ese momento (septiembre/octubre de 1978) y en los siguientes años no descansé hasta encontrar la verdad, porque tuve la necesidad de esclarecer aquel dicho de la Abuela. NO me volví judío formalmente claro, siguiendo las leyes religiosas de la conversión, sino me volví judío al adoptar para mí la forma de vida judía, junto con sus legítimas aspiraciones y convicciones, su cultura, su historia y su legado.

En 35 años de investigación pude determinar que mis ancestros nacen de varias mujeres judías: María Cardosoi do Madeira, la abuela de las abuelas de mi madre, que fundó una línea descendente de mujeres y quien vivió a partir de 1550, su familia fue juzgada por la inquisición portuguesa en Coimbra, Braganza y Trancoso a mediados de los 1600. Deonecia Tavares Gutiérrez de la Caballería, nacida en 1485, abuela de las abuelas de mi papa. Nuno Álvarez de Pereira (juzgado en Murcia, España entre 1600 y 1660 junto a todos los miembros de la familia), Agustín Ramírez González (cuya familia fue extinta en los juzgados inquisidores de Coímbra y Miranda do Duero entre 1620 y 1663) y del cual desciende mi padre en forma patrilineal directa.

Así que el cuadro estaba más que claro; mi padre desciende directamente de una mujer judía, María Tavares Gutiérrez de la Caballería (1485); mi madre desciende directamente de María Cardoso (1550), judía portuguesa y además, los Ramírez, apellido paterno con el que nací, también fueron judíos desde antes de 1480. Nací católico, dentro de un grupo endogámico de conversos, o mejor dicho, de un grupo endogámico de sobrevivientes de la inquisición. Es dentro de ese contexto, el de ser sobreviviente de una catástrofe que entendía hoy y para siempre las legitimas aspiraciones del pueblo judío.

“…Nací católico, dentro de un grupo endogámico de conversos, o mejor dicho, de un grupo endogámico de sobrevivientes de la inquisición…”

Durante años me pregunté el porqué de la conversión, si fue forzosa, si fue por gusto y cuales detalles llevaron a su juicio. Todos estos aspectos están descritos en los archivos de Torre do Tombo (Portugal) y en los archivos de Valladolid y Murcia, de donde quisiera resaltar, más que la crónica del o los juicios, el período en el cual se desata la persecución, pues todos los juicios se dieron después del inicio del siglo 17, es decir, más de un siglo después de la expulsión de los sefardíes de España y su crimen fue el de practicar secretamente el judaísmo, noción de verdad eterna que llegó hasta mi abuela María (nacida en 1888). Es decir, más de 396 años de convicción oculta: pero viva.

La consideración sobre los motivos de aquellos hombres y mujeres parece ya no tener sentido pues está clara en la historia del pueblo judío, sino más bien hoy importa la consideración de la fuerza de las convicciones, las cuales se me presentaron a los 10 años de edad en aquel otoño 1978. Hoy siento en el alma un mundo de circunstancias materiales de aquellos a quienes su entorno no les permitió huir a territorios donde se tolerara la forma de vida judía. Un mundo de hechos hoy imponderables, donde lo único digno para sobrevivir era ocultar las convicciones judías, un mundo donde ya no había libertad para ser y crecer. Un mundo donde el secreto se abrió paso boca a boca, madre a hija, dando a la siguiente generación visión de vida y herencia en el tiempo; un mundo donde solo la fuerza de convicción de las mujeres podría ser más fuerte que el soldado, el inquisidor y sus fantasmas, los que también perduraron en el tiempo; pues el miedo también se hereda.

Es así, que materialmente me volví judío, comencé a devorar libros y libros sobre el judaísmo, sobre historia, legado, pensamiento; desde ahí como estudiante del derecho, comencé a notar la extraordinaria similitud entre derecho occidental y la ley judía. Comencé a introducir en mis exposiciones sobre el derecho las convicciones del Talmud, de la Mishná, de la Guemará, del Pirké Avot. Comencé a estudiar a RaMBaM, a Moshé Luzzato y otros autores e incorporé en mi vida la ética y la moral judía en todos mis quehaceres, en todas las aéreas de mis negocios y de familia; sobre todo comprendí porqué era que durante 396 años encendimos las velas de shabat… así fue que el judaísmo llenó cada una de mis convicciones e iluminó mi vida.

De esta forma todo cambió y me volví consciente de las legítimas aspiraciones de este pueblo; dejando en el proceso el contexto de los valores del inquisidor; por todo esto es que quiero que los judíos del mundo tengan un lugar donde puedan vivir y morir en paz. Donde el judaísmo pase de madres a hijos sin temor, un lugar donde los hijos de mujeres judías puedan ser y crecer, pues nosotros, todos los hijos de los hijos de María Cardoso, Nuno Álvarez de Pereira, Agustín Ramírez González de Roiz Mayor y Deonecia Tavares Gutiérrez de la Caballería no tuvimos ese derecho y es hasta ahora cuando recuperamos nuestra memoria histórica; que con un profundo sentido de libertad cantamos HATIKVA (Esperanza)1:

Mientras en lo profundo del corazón
palpite un alma judía,
y dirigiéndose hacia el Oriente
un ojo aviste a Sión

No se habrá perdido nuestra esperanza;
la esperanza de dos mil años,
de ser un pueblo libre en nuestra tierra:
la tierra de Sion y Jerusalén.

IC (GR)

1 Hatikva («la esperanza», en hebreo) es el himno nacional de Israel. Escrito en 1878 por Neftali Hertzl Imber (1856-1909).

i Nota: Isaac Cardoso es el pseudónimo que uso para hacer referencia al apellido de mi abuela María Cardoso y a uno de los Patriarcas de Israel. Soy ingeniero industrial, con un postgrado en administración de negocios y una licenciatura en leyes, nací en 1968 en San José Costa Rica.

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