ARNOLDO KRAUS
La reciente noticia, “No hay tumba para una bebé gitana”, expone facetas de la condición humana. El vergonzoso episodio sucedió en Francia. Esos eventos, con otros matices y otros rostros, se reproducen con frecuencia en algunos países europeos. Francia alberga muchos inmigrantes.
Destacan la población musulmana (6.5 millones) y la judía (cerca de medio millón). Se calcula que la población gitana oscila entre 200 mil y 300 mil; por vivir en la ilegalidad, no se conoce la cifra precisa.
En Champlan, la familia de una bebé gitana no consiguió, por diez días, cementerio donde enterrarla. Se les negó espacio en el panteón de Champlan, pueblo vecino al villorrio gitano. María Francesca murió el 26 de diciembre y fue sepultada diez días después en Wissous. Aunque el alcalde ha cambiado su opinión, la razón para negar la sepultura fue que “el camposanto es pequeño… hay que dar prioridad a los vecinos que pagan impuestos”. La noticia recorrió el mundo. Recojo dos escenarios. Intento no ser maniqueo.
Primer escenario. La acción fue racista. Impedir el entierro de un ser humano es inhumano. Obligar a la familia a buscar durante diez días un sepulcro, va contra la ética. La inmoralidad, la saña y las acciones del alcalde de Champlan y de los responsables, se llevaron a cabo sin tapujos por la miseria de los gitanos.
Al ser apátridas, los gitanos, sin gobierno que los proteja, son tratados como subhumanos. En 2015, el pueblo gitano representa un caso vivo de darwinismo social.
Segundo escenario. La acción no fue racista. Se negó el entierro porque los gitanos no son franceses y no tienen derecho de usurpar su Tierra.
Los habitantes de ciudades con poblaciones gitanas vecinas suelen despreciarlos. Debido a su pobreza y a su condición apátrida, ni pagan impuestos, ni colaboran con los quehaceres de las ciudades. En 1995, el Acuerdo de Schengen dio paso al Espacio de Schengen cuyo leitmotiv permite la libre circulación de toda persona que haya entrado regularmente por la frontera o que resida en uno de los países firmantes del Convenio, entre ellos, Francia.
Los gitanos, al entrar ilegalmente a cualquier nación, violan el Espacio de Schengen. El caso de María Francesca concierne a la ética. La ética laica es fascinante por estar abierta a múltiples respuestas. Muestra de ello son los argumentos del alcalde francés en relación a la realidad de un pueblo vilipendiado ancestralmente.
Las definiciones académicas son imprescindibles pero, en la praxis, muchas no operan. Ética, en el día a día, significa “ponerse en el lugar del otro como si fuera uno mismo”. En este caso, el otro no es la bebé fallecida, son sus familiares.
La fotografía que acompaña la noticia muestra un efímero instante de los otros, de la madre y familiares. En torno al pequeño ataúd, la madre desfallecida, mirando hacia el cielo, es sostenida por sus seres cercanos, algunos marcados por rictus dolorosos; a su lado, otros rostros muestran el desasosiego por el desprecio ancestral y por los diez interminables días en busca de un camposanto. La fotografía carece de título. Yo se lo pongo: Dolor. Imposible describir el dolor de los deudos, el desamparo, la miseria, la certeza de ser considerados subhumanos y peor, la nula esperanza de mejorar su vida. La fotografía se localiza con facilidad en la red. Observarla explica la necesidad y el universo de la ética: “ponerse en el lugar del otro como si fuera uno mismo”.
El reciente varapalo del alcalde de Hénin-Beaumont atiza el fuego; el regidor, miembro del Frente Nacional, partido nacionalista, considerado como de extrema derecha, ha prohibido la mendicidad en sus calles, protagonizada sobre todo por la comunidad gitana. El acto representa una nueva forma de exclusión.
Dolor es el título de la fotografía. El retrato no explica todo. No explica los significados del sufrimiento que vivieron los familiares durante los diez días previos al entierro. Esa espera, ese largo periplo, ese ninguneo, esa humillación y ese interminable funeral retratan algunas facetas contemporáneas de los quehaceres y no quehaceres de nuestra especie. Notas insomnes. Negar un entierro a una niña gitana y prohibir la mendicidad gitana en Francia recuerda los inicios del nacionalsocialismo.
Fuente:elporvenir.com.mx
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