URI DROMI
TRADUCCÓN ROBERTO SONABEND
Los demócratas deberían adoptar la estrategia de la zanahoria-y-el-palo.
El Canal 1 <en Israel> ha estado transmitiendo las serie de caricaturas “Hayejudim Ba’im”, (“Ahí vienen los Judíos”). En esta historia tergiversada de los judíos desde los tiempos bíblicos, ninguna vaca sagrada se salva, incluyendo a Dios y su profeta Moisés.
Ahora imagínense que después de uno de esos episodios controversiales, un grupo de judíos fanáticos irrumpen en el estudio de televisión en Romema, Jerusalén, matando a los creadores y presentadores de la serie. O por ejemplo, imaginen a un grupo de mormones, abriendo fuego en el teatro en Broadway o en el West End de Londres, donde cada noche – para la satisfacción del público extático – se burlan de la religión en la obra “The Book of Mormon”.
Uno se siente tentado a continuar con los ejemplos y concluir que son sólo los musulmanes, los que – como en los tres actos terroristas en Paris el miércoles <7 de enero> – pueden reaccionar en forma violenta cuando sus símbolos religiosos sagrados son ridiculizados.
Inmediatamente viene a la mente Theo Van Gogh, aquel director y productor de cine holandés de la película “Sumisión”, que criticaba el trato de las mujeres en el Islam, ofendió a muchos musulmanes. El 2 de noviembre del 2004, fue asesinado por un musulmán holandés-marroquí, que en una escalofriante masacre parecida a la reciente en Paris, caminó hacia el ya herido Van Gogh, y le disparó a quemarropa varias veces más.
Entonces, ¿podemos generalizar con seguridad que ese rasgo vicioso es exclusivo de los musulmanes? No tan rápido. El 22 de octubre de 1988, fundamentalistas franceses cristianos arrojaron un cóctel Molotov adentro del cine Espace Saint-Michel en Paris, mientras se estaba proyectando la controversial película de Martin Scorsese: “La Última Tentación de Cristo.” Ese ataque hirió a 13 personas, de las cuales cuatro fueron severamente quemadas.
Y si amplío los límites de esta discusión para recordarnos que mi jefe, el primer ministro Yitzhak Rabin, fue asesinado por un judío fanático con argumentos religiosos y no políticos. De acuerdo a Yigal Amir, cuando Rabin planeaba entregar partes del territorio de Israel a no-judíos, se convirtió en un Rodef. Un término de la Halajá <Ley judía religiosa>, describiendo al judío que coloca a sus correligionarios en peligro, indicando que debe detenerse por cualquier forma, incluyendo el asesinato.
¿Si no se trata del fanatismo musulmán, se trata del fanatismo en general? No precisamente. Los casos en los que cristianos o judíos cometen atrocidades en nombre de la religión son raros y se condenan universalmente, mientras que las atrocidades musulmanas son numerosas, y los clérigos radicales musulmanes los condonan.
El periodista Saudí Abdelrahman al-Rashid – director del canal satelital Al-Arabiya – en el periódico Al-Sharq al-Awsat, escribió hace más de 10 años, (citado por Ben-Dror Yemini en el periódico Yediot Aharonot): “Es un hecho cierto que no todos los musulmanes son terroristas, pero también es cierto, y excepcionalmente doloroso, que casi todos los terroristas son musulmanes.”
Alexis de Tocqueville, el observador más astuto de la Revolución Francesa, escribió en su “L’Ancien Regime et la Révolution” (1856), que la Revolución no deseaba destruir la religión; sin embargo la reemplazó con una nueva religión política, basada en los principios de que todos, en cualquier lugar, tienen derecho a la Libertad, Igualdad y Fraternidad.
Con su golpe en Paris, los terroristas musulmanes demostraron nuevamente que el Islam radical se niega a aceptar la hegemonía de la democracia liberal y humanista, iniciada en la misma ciudad hace 225 años. Es más, en esta contra-revolución, no solamente buscan que la democracia se desvanezca para dar lugar a la religión, sino que la religión tiene que ser el Islam y solamente el Islam, y la manera de imponerla es a través del Yihad, una guerra santa.
Los hijos de la Revolución Francesa están en guerra abierta contra el Estado Islámico, al-Qaeda y otras personificaciones del Islam radical, en los campos de batalla en Afganistán, Iraq y Siria. Sin embargo, hay una batalla más difícil que se debe pelear en el Occidente, para ganarse a las mentes y corazones de millones de musulmanes jóvenes enojados, privados de sus derechos, a los que sus clérigos continuamente incitan y alimentan con promesas de la llegada de la victoria del islam radical.
Para ganar esta batalla, las democracias deberán adoptar la estrategia de la zanahoria-y-el-palo: abrazar a aquellos musulmanes que están dispuestos a aceptar la hegemonía de los valores liberales y humanistas de la Revolución Francesa, y al mismo tiempo usar un puño de acero contra los que alientan el terrorismo de los musulmanes radicales. No voy a aguantar mi respiración esperando a que reaccione el Occidente.
*El escritor es el director del Jerusalem Press Club. Fue el vocero de los gobiernos de Rabin y Peres durante los años 1992 al 1996.
Fuente:The Jerusalem Post.
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