AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Henrique Cymerman fue uno de los grandes protagonistas del Congreso Water Law que se celebró los pasados 21 y 22 de octubre en Alicante. Cymerman recibió el premio Ramón Martín Mateo “Agua y Derechos Humanos” y nos concedió una entrevista para analizar la problemática del agua en el marco del conflicto entre Israel y Palestina.
Henrique Cymerman fue uno de los grandes protagonistas del Congreso Water Law que se celebró los pasados 21 y 22 de octubre en Alicante. Cymerman recibió el premio Ramón Martín Mateo “Agua y Derechos Humanos” y nos concedió una entrevista para analizar la problemática del agua en el marco del conflicto entre Israel y Palestina.
Pregunta – Henrique, ¿cómo llegas a Oriente Medio y de qué modo comienzas a conocer el problema de agua?
Respuesta – Yo me fui allí con dieciséis años. Me fui de turismo, a un Kibutz, las comunidades que fueron creadas hace unos cien años, aun antes de la independencia de Israel. En un principio eran comunidades agrícolas, aunque hoy en día también ya son industriales, y en ellas se comparte prácticamente todo. Una de las cosas que descubrí allí es la obsesión por el tema del agua, que me llamó mucho la atención.
Yo allí fui panadero, trabajé en el campo, y descubrí cómo en Israel realmente había una preocupación enorme. Los israelíes estaban constantemente pendientes del Mar de Galilea. Hoy en día ya es otra cosa, pero hasta hace tres años todos los diarios señalaban el nivel del agua en el Mar de Galilea, que era el gran recurso hidráulico de Israel y del que sacaban agua para todo el país, incluido el desierto que se encuentra a 160 kilómetros de distancia.
Por una serie de circunstancias, anuncié a mis padres que no volvía. Allí estudié en la universidad y me convertí en profesor. Más tarde pasé a dedicarme al periodismo y salté al ámbito internacional: España, Portugal, luego se añadieron Estados Unidos, Brasil, China, Francia, Bélgica, Israel, Palestina… He trabajado con distintos medios y hoy por hoy quizás sea, dicen de mí, el periodista más global en el mundo. Hago televisión, prensa y escribo libros en cinco idiomas.
P. – Centrémonos en el problema del agua: ¿cuáles son los principales puntos de fricción que existen en la zona de Israel y Palestina por este asunto?
R. – Los puntos de fricción son muy claros. Palestina está dividida en dos: Cisjordania y Gaza. El día en que se cree un Estado Palestino hay que encontrar mecanismos para unir estos dos territorios que están separados por unos cuarenta kilómetros.
En Gaza utilizan agua del acuífero del mar, que está muy cerca de la costa. El problema es que la población está creciendo de una forma increíble. Actualmente viven 1,800,000 personas en 350 kilómetros cuadrados y se prevé que en pocos años haya medio millón de personas más. Por tanto, hay una necesidad brutal de resolver el problema del agua.
Israel se retiró de allí en el año 2005 y por lo tanto el control israelí de esta zona a nivel de agua es menor. En Cisjordania, en cambio, Israel sigue ocupando parte del territorio. Por otro lado, existe un gobierno palestino que controla otras zonas, y esta situación provoca un conflicto político: algunos palestinos dicen que Israel controla y usa el 80% de los recursos, otros afirman que no se llega a esa cifra. Mi opinión es que hoy por hoy este tema se está volviendo irrelevante porque Israel ha resuelto el problema del agua que le afectó durante seis décadas.
Los israelíes medían a diario cuánto llovía a lo largo del invierno y cuánto aumentaba el Mar de Galilea porque ese era su recurso, además de unos 1200 pozos de agua que hay en la zona. Pero hoy por hoy Israel es independiente a nivel de agua.
Mi idea, y lo que yo estoy intentando plantear, es justamente que Israel cree puentes con sus vecinos exportando agua. De hecho, han abierto ya una desaladora que va a aportar agua a Jordania y también a Cisjordania.
Yo creo que esto es solo un principio, y espero que la comunidad internacional, que va a dar cinco mil millones a Gaza para su reconstrucción, plantee la problemática del agua, que invierta a largo plazo en Gaza en ese tema también porque el agua puede llegar a ser una fuente de conflicto.
P. – En la entrega del premio del Primer Congreso Water Law explicabas la diferencia entre lo que es el agua en nuestro mundo, en el primer mundo, y lo que es el agua en esta zona.
R. – Es bastante simple. Hay que entender queen la zona más seca del planeta, el agua puede ser un casus belli, pero yo creo que puede ser también motivo para crear puentes de comunicación, de contacto, de confianza y lo que falta allí realmente para llegar algún día a un acuerdo es la confianza de la opinión pública. Ante todo, casi más allá del problema político estamos ante un problema para psicólogos, un problema para acostarles y decirles: señores, basta de pensar que no es posible.
Yo creo que el agua puede ser una de las formas de crear estos puentes de confianza, sobre todo porque es un derecho humano más que vital y no puede ser que 190,000 palestinos continúen sin tener agua corriente en Cisjordania y que haya este miedo continuo en algunos países de Oriente Medio de quedarse sin agua en dos o tres años.
P. – Sabemos que estás ejerciendo de intermediario con personalidades muy importantes para avanzar en este posible acuerdo.
R. – Te contaré lo que no es secreto. Estuve con el Papa, él mismo lo dijo públicamente. Me sorprendió, la verdad, cuando me nombró Ángel de la Paz. Yo pensaba que él quería mantener la discreción pero dijo que es muy importante que se sepa porque así yo puedo ayudar a hacer más cosas, que todos los lados entiendan, como él dijo públicamente, que tengo una carta blanca papal para conseguir estos objetivos.
Vaya por delante de que no estamos hablando de una paz instantánea, de que todos se declaran y se abrazan y se quieren mucho. Va a tardar, y no sé si lo vamos a ver nosotros, aunque creo que es posible.
Lo que ocurre es que hoy por hoy surgen en Oriente Medio amenazas que son muy superiores. En primer lugar, la ola yihadista de locura que estamos viviendo. En segundo lugar, la posibilidad de que el país chiíta número uno, que es Irán, con una dictadura muy feroz de los ayatolas, se convierta en una potencia nuclear, lo que pone en peligro a una serie de países árabes de los alrededores que son países sunitas. Hoy en día existe una guerra abierta en Siria, entre los sunitas y los chiítas, y ellos se sienten muy amenazados y para ellos el tema israelí y palestino pasa casi a segundo plano cuando están estas amenazas en juego que ponen en peligro su propio régimen.
Hablamos también de Egipto, que es un país crucial y que no hay que perderle de vista, sobre todo al Presidente Sisi; Arabia Saudí, con quien yo mantengo contactos directos y te digo que las cosas están mucho más avanzadas de lo que la gente cree; con Jordania, que está avanzando por su existencia, su supervivencia, tiene al Estado Islámico del otro lado de la frontera y está siendo ayudada por Estados Unidos, por Europa, por Israel para mantener su gobierno, por los Emiratos Árabes Unidos, Dubái y de alguna forma Marruecos también, aunque más alejado.
Surge hoy una coalición de países que dicen a Israel lo siguiente: vamos a resolver el tema israelí-palestino y nosotros establecemos relaciones diplomáticas entre Israel y 57 países musulmanes, o sea, creamos un eje regional. Lo que yo estoy haciendo es intentando fomentar ese eje regional. Hoy en día parece ciencia ficción pero imagínate que dentro de dos años Israel les diga a los yemeníes: “Señores, os traemos a nuestros mejores cincuenta ingenieros y os ayudan a resolver el problema del agua”, ¿por qué no? Es algo que visto desde allí parece ciencia ficción, visto desde aquí quizás parezca algo más factible. Yo espero que lo convirtamos en algo real, que Israel pueda ayudar más a los distintos países de la zona y tener vínculos comerciales, políticos, diplomáticos, turísticos, todo lo que sea necesario y todo lo que se pueda hacer. Para ello hace falta trabajar mucho y hace falta invertir en el futuro.
P. – España es un país puntero también en tecnologías del agua. Tenemos problemas quizás no tan graves como Israel, pero los hemos ido resolviendo. ¿Cómo se puede ayudar desde España en este proceso?
R. – La única forma de ayudar es no poniéndose de un lado y condenando al otroporque cuando haces eso provocas dos cosas: radicalizas las posiciones y alejas cualquier posibilidad de acuerdo.
Algunos españoles entendieron esto. ¿Sabes quién, por ejemplo? Moratinos. Moratinos, que venía de la izquierda y era un hombre con ideas muy claras, entendió la necesidad de mantener un puente con la sociedad israelí en general y con los líderes israelíes en particular y de esta forma consiguió hacer cosas.
Moratinos estuvo a punto de lograr un acuerdo de paz entre Israel y Siria a finales de los años noventa y no se pudo, no ocurrió, pero él fue el que más cerca estuvo, mediando entre Netanyahu y el Presidente Asad. Él lo supo hacer pero hay otros españoles, algunas organizaciones, que perdieron el norte de alguna forma, que van en plan de juzgar, de provocar al lado israelí y eso no contribuye de ninguna manera a la paz, si hace algo es alejarla.
P. – Henrique, para terminar, has sido el protagonista del Primer Congreso Water Law y has recibido el premio Ramón Martín Mateo “Agua y Derechos Humanos”. ¿Cómo valoras esta iniciativa?
R. – Es admirable. De la misma manera que a nivel tecnológico Israel puede servir de modelo, Water Law puede servir como punto de partida en otros lugares del mundo y desde luego en Oriente Medio para poner el tema del agua en primera fila de las prioridades a lograr.
Es un asunto que puede permitir consenso, es un tema de supervivencia y por lo tanto es algo que puede apartar cuestiones políticas que van a tardar mucho tiempo en resolverse. Yo quisiera que la iniciativa de Water Law se transforme en algo más conocido a nivel internacional para que sea imitado en otros lugares del planeta donde hay problemas serios y donde el agua puede ser motivo de guerra.
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