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Tras amenazas de muerte en el pasado, el valiente investigador que demostró que Irán encargó el atentado contra la AMIA en 1994, el peor acto terrorista que se haya cometido en Argentina, fue hallado muerto en su departamento de Puerto Madero. La gente decente debe horrorizarse.
Por David Horovitz
El “Comité de Operaciones Especiales” o “Comité de Vijeh Omure” del liderazgo iraní se reunió el 14 de agosto de 1993 en Mashad, la segunda ciudad más grande de Irán, para discutir sus conflictos con Argentina – y con el extravagante presidente Carlos Menem en particular.
Tras la re-orientación de la política de Argentina, su acercamiento al occidente y a Israel, Menem de origen sirio había cortado las fructíferas relaciones con Teherán en cuestiones nucleares, luego de poner fin a la formación de técnicos nucleares de Irán en Argentina y suspender la transferencia de tecnología nuclear a Irán.
La República Islámica demostró su furia por la traición de Menem en 1992, cuando se organizó el atentado contra la embajada de Israel en Buenos Aires, que dejó 29 muertos. El encuentro de agosto de 1993 determinó que un asalto terrorista en el país de Menem era necesario. Mohsen Rabbani, “diplomático” iraní en Buenos Aires voló para participar en el mismo y presentó una lista de tres objetivos factibles. El ataque a la AMIA, el centro comunitario judío localizado en un edificio de varios pisos, fue aprobado como primera opción.
El acta de acusación de 2006 menciona al líder supremo iraní, el ayatola Ali Khamenei como jefe del consejo, y afirma que él y Ali Akbar Hashemi Rafsanjani tomaron la decisión de atacar las instalaciones de la AMIA.
Imad Mughniyeh, el jefe terrorista de Hezbolá habitualmente acusado de planear tales atrocidades, fue posteriormente trasladado en avión desde Líbano a Irán y dio instrucciones para coordinar el bombardeo. Un miembro de la organización llamado Ibrahim Berro – el cuarto de cinco hermanos de una familia libanesa con una larga trayectoria de violencia contra Israel – fue seleccionado como el terrorista suicida. Y el 18 de julio de 1994, Berro condujo la camioneta Renault Trafic llena de explosivos contra el edificio de la AMIA, destruyéndolo. La estructura de siete pisos fue derrumbada, 85 personas murieron y cientos más resultaron heridas. Mughniyeh, que había supervisado directamente los preparativos, yacía en Buenos Aires hasta el día anterior al bombardeo.
Todo esto se sabe gracias a la incansable labor de investigación de un hombre llamado Alberto Nisman, quien hace 10 años se hizo cargo de la investigación del atentado. Nisman trazó las evidencias del peor ataque en la historia del terrorismo en Argentina, desde ese encuentro de los líderes iraníes en Mashad.
Tras las definitivas y convincentes conclusiones de Nisman, la Interpol integró a los principales conspiradores iraníes en su lista internacional de vigilancia junto con Imad Mughniyeh, demandando la colaboración de los países miembros para su detención y extradición. La “lista roja” de la Interpol incluye al ex Ministro de Defensa de Irán, Ahmad Vahidi y el fracasado candidato presidencial Mohsen Rezai.
Nisman pretendía llevar a Menem a justicia por encubrir a Irán en el atentado contra la AMIA. El entonces presidente fue entrevistado en Buenos Aires días después del ataque y, mientras que éste reportero se había comprometido a seguir las evidencias, temía que su propia vida estaba en peligro.
La investigación encargada por Menem fue calificada “una vergüenza nacional” por el presidente Néstor Kirchner posterior, quien asignó a Nisman.
La semana pasada, Nisman afirmó que la actual presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner (viuda de Néstor), y su canciller Héctor Timerman, habían colaborado para encubrir la participación de Irán en el atentado y afirmó que intentaba interrogarla sobre el escándalo.
En su primera visita a Israel hace siete años, Nisman, un judío no observante, me comentó que Irán lo había amenazado por el caso AMIA y que había recibido amenazas de muerte, incluyendo una advertencia grabada en su contestador automático que era particularmente preocupante porque su hija estaba de pie junto a él cuando la escuchó. En una de las varias conversaciones telefónicas posteriores, Nisman dijo que los iraníes lo acusaron – durante las audiencias en las que pretendían en vano que sus líderes no sean incriminados por la Interpol – de haber calumniado a su nación, que buscarían su captura, y que pasaría años en las cárceles de Irán.
Nisman no parecía inmutarse por las amenazas, y afirmaba a la ligera que no tenía planes de visitar la República Islámica. También juró que no abandonaría el caso hasta que los culpables sean juzgados, condenados y encarcelados.
Alberto Nisman fue encontrado muerto el domingo en su casa de Buenos Aires. Su cuerpo yacía en un charco de sangre, con una herida de bala en la cabeza,. El asesinato ocurrió horas después de la muerte de Jihad, el hijo de Imad Mughniyeh, en un supuesto ataque israelí en el lado sirio de las Alturas del Golán, y horas antes de que Nisman se presentara ante un panel del Congreso sobre sus últimas acusaciones contra la presidenta Kirchner.
Al escuchar la noticia el lunes por la mañana, no pude evitar recordar lo que Nisman me dijo en una conversación telefónica de julio 2013: Teherán había establecido redes terroristas a largo plazo para ser utilizadas “en el momento adecuado.”
Hace veintiseis años, 270 personas murieron cuando una bomba estalló a bordo del vuelo Pan Am 103 sobre Lockerbie, Escocia – el único acto de terrorismo más grave que se ha realizado en territorio británico. Una investigación profundamente defectuosa condujo a la disputada condena de un sólo oficial de inteligencia libio de bajo nivel, y los culpables nunca fueron llevados a justicia. Este reportero no es el único que observa la intervención de Irán, y sigue preocupado por la posibilidad de un encubrimiento. La investigación de Lockerbie evidentemente carecía de un fiscal con el cerebro y las vísceras, de Alberto Nisman.
La última vez que hablé con Nisman fue hace un año y medio, cuando respondió a una serie de falsos informes que afirmaban que el entonces presidente electo de Irán, Hassan Rouhani había asistido a la reunión de agosto de 1993, cuando se formuló el atentado contra la AMIA. Rouhani era miembro del Consejo de Seguridad Nacional de Irán en el momento, “según el testimonio de los testigos”, dijo Nisman, pero no figuraba en el consejo cuando se “llevaron a cabo las actividades extralegales … bajo el nombre del “Comité de Operaciones Especiales.” Nisman pretendía aclarar el punto, subrayando además que “de acuerdo con el expediente del caso AMIA, no existían pruebas de que Hassan Rouhani haya participado en un ataque terrorista.”
Nisman fue un hombre determinado a seguir los hechos, y comprometido con hacer justicia. Cuando Imad Mughniyeh fue asesinado, presuntamente por parte de Israel en un atentado con coche bomba en febrero de 2008 en Damasco, Nisman me aseguró que no sentía dolor por la muerte del jefe del terrorismo, pero tampoco consideraba que se había hecho justicia.
Lo más trágico de la muerte de Alberto Nisman en Buenos Aires esta semana, del hombre valiente, decente, perseguidor de la justicia y honesto que no se intimidaba ni se sentía disuadido, es que no habrá nadie de su calibre capaz de hacerle justicia.
Traducido desde Times of Israel para Agencia de Noticias Enlace Judío México
#CasoNisman
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