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Los israelíes de origen sefardí han acogido con satisfacción el decreto-ley que concederá la nacionalidad portuguesa a los descendientes de los expulsados por el rey Manuel I en 1496, y piden a España e Israel seguir el ejemplo de Portugal.
Los israelíes de origen sefardí han acogido con satisfacción el decreto-ley que concederá la nacionalidad portuguesa a los descendientes de los expulsados por el rey Manuel I en 1496, y piden a España e Israel seguir el ejemplo de Portugal.
Aprobado el jueves por el Gobierno luso, el decreto ha generado la esperanza de quienes ven la medida como la corrección de un “error histórico”, al ofrecerles la restitución de un vínculo que, de su parte, nunca llegó a romperse porque siempre preservaron sus tradiciones ancestrales.
“Doy la bienvenida a estas iniciativas por parte de Portugal y de España”, dijo a Efe Ashley Perry, un sefardí de origen británico que podrá acogerse a la nueva legislación portuguesa, y eventualmente, cuando sea aprobada, también a la española.
Perry, cuyo apellido es una deformación inglesa de “Pereira- Perez”, asegura que puede trazar su pasado con facilidad en ambos países, tanto por sus costumbres sefardíes como por el uso del ladino en numerosas oraciones que recita a lo largo del año.
La nueva legislación portuguesa, que podría entrar en vigor a principios de marzo, exige únicamente certificar el origen portugués del solicitante judío en base a apellidos, idioma o árbol genealógico, además de demostrar que mantiene una conexión con las tradiciones lusas.
Tampoco establece ningún plazo para la solicitud, a diferencia de los cuatro años que contempla el proyecto de ley de España aprobado por el Gobierno el año pasado y ahora en trámite parlamentario.
“En todos esos sentidos, la portuguesa es una ley mucho más ágil y generosa que la que está tramitando en estos momentos el Gobierno español”, consideró el abogado israelí León Amirás, presidente de la Organización de emigrantes en Israel de Latinoamérica, España y Portugal (OLEI) y quien aspira a la nacionalidad española.
“La diferencia entre Portugal y España es la misma que entre una novia que te quiere y otra que todavía no decidió qué siente por ti”, se lamenta.
Descendiente de judíos que emigraron a Turquía tras la expulsión de 1492, el letrado explica que los sefardíes de raíces portuguesas pueden sentirse “realmente queridos”.
“En el proyecto español uno siente todo lo contrario, que es alejado por incontables obstáculos y gestiones”, señala sobre algunos de los requisitos en vías de aprobación por el Congreso, entre ellos “el de pasar un examen de castellano o el de no poder hacer el trámite mediante apoderado”, sino en persona.
Emparentado por línea materna con Salomón Cavalliero, quien fuera a principios del siglo XVI médico y rabino de la comunidad judía portuguesa de Salónica (Grecia), Amirás no descarta ahora pedir esta otra nacionalidad.
Otra diferencia sustancial que observa es el papel de la comunidad judía local como parte certificadora del origen de judeidad, contemplado en la ley portuguesa pero poco claro en el caso de la española.
“La ley en España fue contemplada en su origen para devolvernos un poco de honor y respeto a todos los sefardíes, no para burlarse de nosotros, no para expulsarnos de nuevo”, insiste en su queja.
En todo el mundo existen unos 3,5 millones de descendientes de sefardíes de ascendencia española y portuguesa, pero se desconoce qué porcentaje podría solicitar la nacionalidad lusa gracias a una legislación que Perry interpreta como una corrección parcial de una “injusticia histórica”.
“Si realmente lo que buscamos es corregir una injusticia histórica, deberíamos devolver a los conversos al seno del pueblo del que fueron arrancados cruelmente hace generaciones”, argumenta sobre su iniciativa de que Israel siga los pasos de Portugal y España.
Asesor desde 2009 del ministro israelí de Exteriores, Avigdor Lieberman, y candidato a diputado en los comicios del 17 de marzo, este sefardí defiende que Israel debe conceder la nacionalidad a los “benei anusim” (conversos).
“Israel debe trasladar el mensaje de que cualquiera que pueda probar que tiene antepasados judíos y costumbres judías, es bienvenido”, afirma tajante.
La llamada “Ley del retorno” sólo permite la nacionalización israelí a personas con “al menos” un abuelo judío, un criterio obsoleto para lo que Perry describe como “una creciente búsqueda de raíces judías por parte de los ‘benei anusim'”.
El número de sus descendientes es sin embargo incalculable, y según Claude Stuczynski, profesor de historia de los conversos portugueses en la Universidad de Bar Ilán, se trata de un “problema heterogéneo que abre muchas hipótesis” sobre la identidad judía, la de los propios conversos e incluso de las sociedades en las que viven.
Fuente:caracol.com.co
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