EDUARDO HADJES NAVARRO
Queridos amigos, ¿quién dijo que el ser humano tiene un límite hasta donde puede llegar, en todos sus sentimientos y valores morales, ya sean positivos o negativos?
Últimamente los movimientos extremistas islámicos nos están entregando muestras de una crueldad que creíamos desaparecida y, en algunos casos, nunca vistos con anterioridad. Por desgracia, si analizamos estos actos, veremos que ninguno de ellos es nuevo. Todos son repeticiones de lo que ha sido lo más refinado de la perfidia humana.
Es cierto que los tiempos y las circunstancias han cambiado y en nuestras mentes, creíamos que cosas así jamás existieron, ya que no logramos entender que personas puedan llegar a tal grado de degradación.
Los invito a analizar rápidamente lo que para movimientos como Hamás, Boko Haram o el Estado Islámico (EI) son una mera rutina, aun cuando para todos nosotros, personas y naciones, son actos repulsivos e inconcebibles, hasta el momento en que horrorizados, lo vemos, leemos o escuchamos en los noticiarios, llenándonos de sensaciones indescriptibles.
Terroristas de Hamás, disparan sin ningún pudor ni freno, miles de cohetes y morteros, contra población civil israelí. Boko Haram, secuestra cientos de niñas cristianas y las obligan a convertirse al Islam. Asesinos del EI graban orgullosos, cómo degollan a rehenes occidentales y, en un acto demencial, vemos cómo encierran en una jaula a un piloto jordano, el teniente Muath al-Kaseasbeh, quemándolo vivo.
Cada uno de estos actos terroristas, debieran estremecernos hasta lo más íntimo de nuestro ser, pensando que la repulsa que ello provoca, debería movilizar de inmediato al mundo civilizado para castigar a los culpables.
Por desgracia, vemos que esto no siempre se ha dado así. Con dolor, comprobamos que los actos criminales de Hamás, son respaldados no sólo por los países musulmanes, sino también por la Unión Europea y países latinoamericanos, los cuales no dudan en sumarse a la condena de Israel, por el grave delito de defenderse.
Ante la matanza de cristianos, tanto por Boko Haram como por otros grupos radicales islamistas, se reacciona con condenas verbales, que en definitiva, no tienen efecto alguno en cuanto a proteger a las víctimas. Hamás actuó contra judíos y los últimos, lo hicieron en contra de cristianos africanos. Ninguno de ellos, ni judíos ni africanos, logra conmover realmente al mundo. Incluso el actuar en contra de israelíes, ya vimos, es respaldado condenando a la víctima (Israel) y exaltando y defendiendo al agresor (Hamás).
Otra cosa muy distinta es actuar en contra de americanos, ingleses o franceses. Lo que les suceda a éstos, legítimamente, conmueve al mundo y los lleva a tomar medidas, no siempre suficientes ni efectivas, pero, el repudio de tal actuar, se destaca profusamente. La excepción que ratifica la regla, se dio con lo acontecido al teniente jordano. Es que ver cómo lo queman vivo, en un video de 22 minutos, rebasa todo lo imaginable, pero, ¿Sabes una cosa? Nada de esto es nuevo.
Hamás ataca a civiles inocentes, pero, por ser israelíes, no merecen el repudio que se pueda generar por ataques menos crueles e intensos que los que se puedan dar en Ucrania y la diferencia es notable e indesmentible.
Boko Haram, al secuestrar a jóvenes cristianas africanas, está mereciendo discursos inocuos, que no tienen mayor consecuencia ¿Olvidamos ya como las hordas nazis secuestraban a millones de judíos para ser conducidos a los campos de la muerte, hasta completar seis millones de víctimas, ante la indiferencia del mundo civilizado, alegando con posterioridad, desconocer lo que los representantes de la Agencia Judía les comunicaba reiteradamente?
El EI nos horroriza con sus degollamientos y al quemar vivo al jordano; se proclama venganza que sólo Jordania tiene la valentía de intentarlo. Si somos estudiosos de la historia, nos encontraremos con la “Santa Inquisición” que, al igual que ahora los radicales islámicos, asumiendo mandatos divinos, degollaban, torturaban y quemaban vivos a los “herejes judíos” que se negaban a abandonar su fe.
La historia se repite, e igualmente se repite la discriminación cuando las víctimas son judías.
Hoy, en gran parte de cada uno de nosotros, dependerá que tan atroz proceder, se siga dando. Si seguimos guardando silencio, el antisemitismo seguirá cundiendo hasta límites inimaginables. Si salimos, cada uno de nosotros, a revelar nuestra verdad, es posible frenar, aunque no eliminar totalmente, tal actitud vejatoria.
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