PILAR RAHOLA
El antisemitismo es síntoma de la degradación de la tolerancia, el aviso de que vienen tiempos oscuros.
Las evidencias son tan rotundas que solo la lacerante judeofobia del ADN europeo puede desmentirlas: el antisemitismo crece a pasos de gigante. Y si bien se ha descontrolado en el islam, también crece seriamente en el continente donde nació el odio a los judíos, un odio que alimentó al huevo de la serpiente con perseverancia.
Todos fueron antisemitas en Europa: los Reyes Católicos y su edicto de expulsión; el catolicismo y sus autos de fe; el reformismo luterano con su judeofobia desatada; Rusia y sus Protocolos de los sabios de Sión, base argumental de los mitos antisemitas más violentos; la Francia de las luces que veía cómo el poeta Valéry gritaba contra los judíos mientras se quemaban comercios en París y en los tribunales se juzgaba a Dreyfus; o la Austria imperial, que escogía a su alcalde porque prometía limpiar Viena de judíos. Y después… la larga noche del nazismo y el asesinato de tres cuartas partes de la población judía europea. Eso fue Europa para los judíos, un continente cuya identidad no se explica sin el legado filosófico y científico de los judíos.
Y hoy vuelve a ser una tierra hostil. Sólo en el 2014 en Inglaterra ha habido 1.168 actos antisemitas registrados, 851 en Francia; en Suecia y Holanda las comunidades han mostrado una seria preocupación, y en toda la piel europea se han disparado las alarmas, tal como muestran los registros sobre antisemitismo de la Liga Antidifamación Americana (ADL).
No olvidemos que los únicos templos religiosos y escuelas que necesitan protección policial son los judíos, tanto en Londres como en París como, por supuesto, en Barcelona. También cabe olvidar que cualquiera puede morir en un atentado, pero los judíos mueren por el hecho de ser judíos. El periodista Zvika Klein, acompañado del fotógrafo Dov Belhassen y una cámara oculta, se ha paseado por París con una kipá durante diez horas en silencio, un mes después del atentado al hipermercado kosher. El resultado es la crónica negra del viejo odio antisemita, ahora con una retórica nueva.
No hay un solo país que no sufra un severo resurgimiento de la judeofobia, a pesar de que las comunidades judías son pequeñas en la mayoría de ellos, pero ya se sabe que el odio antisemita no necesita de la presencia de judíos para perpetrarse. Y más ahora que ha aparecido la ideología islamista, tan totalitaria, como fundacionalmente antijudía. Lo cual nos lleva a la pregunta fundamental: ¿qué haremos? No olvidemos que el antisemitismo siempre es el canario en la mina, el síntoma de la degradación de la tolerancia, el aviso de que vienen tiempos oscuros. Cuando se violenta, insulta o mata a un judío por ser judío, toda nuestra civilización es violentada. Y si no vemos que este odio nos atañe, porque a través de los judíos nos odian a todos, no hemos entendido nada de las lecciones de la historia.
Fuente: La Vanguardia
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