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Su solo nombre ya evoca las maravillas de un universo ilimitado. Pero además de brillante divulgador, Carl Sagan fue también un investigador destacado que ayudó a resolver varias interrogantes sobre nuestro Sistema Solar, y un activista político que no eludió el debate sobre temas controversiales. Este es apenas el breve esbozo de una figura que dejó profunda impronta en la ciencia de la segunda mitad del siglo XX.
Brooklyn, Nueva York, era el hogar de decenas de miles de familias de la empobrecida clase media judía, durante la Gran Depresión de los años 1930. Allí vivían Samuel Sagan, inmigrante de Kamenets-Podolsk en la actual Ucrania, y su esposa Rachel Gruber, hija de una familia de Sassow, también en lo que hoy es Ucrania. Ambos habían tenido ambiciones de superación, pero las circunstancias no les permitieron desarrollarlas. Su mayor esperanza era que su pequeño Carl, nacido el 9 de noviembre de 1934, pudiera ir a la universidad.
En efecto, el niño resultó poseer una gran inteligencia. Luego recordaría: “Mis padres no eran científicos. No sabían prácticamente nada sobre ciencia. Pero al introducirme simultáneamente al escepticismo y la maravilla me enseñaron esos dos modos de pensar, que cohabitan incómodamente pero son centrales al método científico”. Entre las evocaciones de su infancia estuvieron la Feria Mundial de Nueva York de 1939 —donde a los cinco años de edad “descubrió” el futuro—, y sus visitas a la biblioteca pública y el Museo de Historia Natural.
Muchos de sus parientes en Europa perecieron en el Holocausto. Sagan escribió mucho después, en libros como The Demon Haunted World, que sus padres trataban de no hablar sobre la inocultable preocupación y tristeza que sentían, para no afectar su visión optimista de la vida.
Carl estudió en la Universidad de Chicago. En 1955 obtuvo su título, luego una maestría, y finalmente un doctorado en Física en 1960. Fue discípulo del renombrado astrónomo Gerard Kuiper, tutor de su tesis sobre la física de los planetas. Otros destacados científicos con los que trabajó fueron Harold Urey (premio Nobel de Química, con quien escribió una tesis sobre el origen de la vida), el también químico y ganador del Nobel Melvin Calvin, los genetistas H.J. Muller y Joshua Lederberg, y el renombrado físico George Gamow.
Aun antes de obtener su doctorado, Sagan comenzó a trabajar para la entonces recién creada NASA, donde participaría durante décadas como asesor o científico principal para los programas de sondas planetarias Mariner, Pioneer, Viking, Voyager y Galileo. También dictó charlas de inducción a los astronautas del programa Apolo de exploración lunar.
Entre sus aportes científicos, Sagan propuso respuestas entonces sorprendentes a varios enigmas de nuestro Sistema Solar. Cuando apenas tenía 25 años, postuló la hipótesis de que la temperatura de la superficie de Venus sería superior a los 400 grados centígrados debido a un “efecto de invernadero fuera de control”, contradiciendo la idea común de que era muy similar a la Tierra; la sonda Mariner 2, primera misión exitosa a otro planeta (1962), confirmó esta hipótesis, gracias a un radiómetro infrarrojo en cuyo desarrollo trabajó el propio Sagan. También dio con la solución al misterio del cambio de coloración estacional observado en el planeta Marte: no se debía al crecimiento de una imaginaria vegetación, sino a polvo llevado por el viento.
Estos hallazgos resultaron un tanto decepcionantes para quienes esperaban descubrir vida en los mundos vecinos, entre ellos el propio Sagan. Sin embargo, la vida extraterrestre sería una de sus principales líneas de investigación y activismo, y en su trabajo unió la Astronomía a estudios de Biología. Apoyó desde el principio el uso de radiotelescopios para detectar señales de otras civilizaciones, lo que más tarde se llamaría SETI, siglas en inglés de “búsqueda de inteligencia extraterrestre”. En 1974 trabajó con Frank Drake (el primer científico que se dedicó a SETI, ya desde 1960) en la elaboración de un mensaje cifrado que se trasmitió desde el radiotelescopio de Arecibo, Puerto Rico, haciendo saber que en la Tierra existe una civilización tecnológica; este mensaje ya se encuentra a más de 40 años-luz de la Tierra, y ha alcanzado cientos de potenciales sistemas planetarios. En 1982, Sagan logró que se publicara en la revista Science una petición internacional de apoyo a SETI que firmaron 70 científicos, incluyendo siete premios Nobel. En una oportunidad Sagan logró evitar que el Congreso de Estados Unidos cancelara el programa SETI de la NASA, aunque a la larga fue eliminado.
Sin embargo, su labor más famosa en aquella época fue el diseño de unas “tarjetas de presentación” de nuestra especie que viajan a bordo de cuatro sondas de la NASA que ya están saliendo del Sistema Solar, y por ende atravesarán el espacio interestelar: las Pioneer 10 y 11, que llevan placas con ilustraciones que ubican a la Tierra y muestran la imagen de un hombre y una mujer; por su parte, las Voyager 1 y 2 contienen discos llenos de datos, imágenes, sonidos y música. Se estima que estas placas y discos durarán unos mil millones de años.
Sagan fungió como conferencista e investigador en la Universidad de Harvard hasta 1968, cuando se le negó un cargo permanente allí; entonces se trasladó a la Universidad de Cornell en Ithaca, Nueva York, donde trabajó durante el resto de su vida.
De joven, como recuerdan sus compañeros de estudio, Sagan no mostraba ningún interés por el Judaísmo. Era un ateo declarado y lo fue hasta el final. Sin embargo, curiosamente, sus tres matrimonios fueron con mujeres judías.
La primera fue la bióloga Lynn Alexander, con quien se casó a los 23 años. Este matrimonio duró solo siete años debido, según ella, a que Carl estaba demasiado concentrado en su trabajo y estudios como para prestarle atención. Lynn se casó nuevamente, y con el nombre de Lynn Margulis se dio a conocer como una destacada investigadora; de hecho, fue incorporada a la Academia Nacional de Ciencias de EEUU.
La segunda esposa de Sagan, Linda Salzman, era artista plástica y luego fue guionista de televisión. A pesar de que colaboraron en varios proyectos (como el diseño de la placa Pioneer, el disco Voyager y un par de libros), sus caracteres eran demasiado diferentes y la relación fue tormentosa; duraron casados poco más de una década. El verdadero amor de Sagan fue Ann Druyan, escritora y activista política, con quien se casó en 1981 y quien después de la muerte de Carl ha sido la gestora de su legado intelectual.
Según muchos de sus conocidos, a pesar de su común afabilidad, Sagan podía ser “abrasivo”, a veces incluso brusco, cuando no se satisfacían sus requerimientos; ello puede haber sido consecuencia de su fama. Algunas personas no lo soportaban, como el cineasta Stanley Kubrick, a quien Sagan asesoró para su monumental filme 2001: A Space Odyssey por sugerencia de Arthur C. Clarke, autor de la obra original (la novela The Sentinel). Sagan los convenció a ambos de que los extraterrestres nunca debían aparecer en la película, factor que contribuyó a su fuerza dramática e intrigante final.
Ann Druyan suavizó los aspectos ásperos del carácter de Sagan, incrementando su sensibilidad por los sentimientos de los demás; de hecho, logró que hiciera las paces con sus ex esposas. En total Carl tuvo cinco hijos, varios de los cuales han destacado en sus respectivas profesiones.
Las sondas estadounidenses Viking 1 y 2 se posaron en Marte en julio de 1976. Estos fueron los primeros “amartizajes” exitosos y constituyeron un brillante triunfo, al trasmitir excelentes imágenes y abundante información que revolucionaron nuestro conocimiento sobre el planeta rojo. Sin embargo, al no hallarse inmediatamente evidencias de vida en Marte, el interés de los medios, y por ende del público, desaparecieron. Sagan y el resto del equipo de la NASA estaban consternados por esta actitud.
En medio de tal clima de frustración, Gentry Lee, otro de los investigadores del proyecto Viking, propuso a Sagan crear una compañía que produjera sus propios programas científicos para educar a los televidentes. Ambos fundaron Carl Sagan Productions; su idea central era, como expresó Sagan más tarde, que “el público no es tan tonto como parecen creer los programadores de las cadenas televisivas”.
Pocas semanas después, en octubre de 1976, el canal KCET TV de Los Ángeles propuso a Sagan protagonizar una miniserie documental de 13 episodios titulada The Heavens (“El Cielo”), que se trasmitiría por el sistema público de televisión PBS. El proyecto comenzó a delinearse a los pocos meses, pero ni Sagan ni el resto del equipo imaginaron lo ardua y compleja que sería su realización. Como director de la serie se escogió al británico Adrian Malone, el mismo de la ya clásica The Ascent of Man (“El Ascenso del Hombre”) de Jacob Bronowski*.
Durante los cuatro años que duró la producción del programa, al que luego se cambió el nombre a Man in the Cosmos, Sagan atravesó varias crisis: su amargo divorcio de Linda Salzman y su intenso enamoramiento con Ann Druyan, la muerte de su padre, choques de personalidad con el director Adrian Malone hasta que dejaron de hablarse (se comunicaban a través de terceros), y la intensa presión que significaba trabajar en la serie al mismo tiempo que escribía artículos científicos, atendía en forma irregular sus responsabilidades en Cornell y dirigía la revista especializada Icarus. Sagan quería controlar todos los aspectos de la producción —sabía que con ella se jugaba su prestigio—, y hacía enormes esfuerzos para que tanto el texto como las imágenes fuesen escrupulosamente correctos desde el punto de vista científico. Muchas veces introdujo cambios de último momento.
Sin embargo, quienes participaron en el programa recuerdan la “atmósfera mágica” que con frecuencia había en el set. Cuando la producción ya estaba avanzada, Ann Druyan propuso cambiarle nuevamente el nombre, ya que en su opinión Man in the Cosmos era sexista. Entonces se le llamó Cosmos: a personal voyage (“Cosmos: un viaje personal”); para la memoria colectiva quedaría simplemente Cosmos. La serie se estrenó en septiembre de 1980.
Cosmos se grabó en más de 40 locaciones por todo el mundo, hizo uso de los efectos especiales más avanzados de la época, empleó música del famoso compositor Vangelis Papathanassiou, imágenes creadas por destacados ilustradores de “arte espacial” como Jon Lomberg, contó con la participación de decenas de actores y actrices, pero sobre todo con la incomparable pasión, carisma y elegante vocalización del propio Sagan. Muchas de sus secuencias se han convertido en clásicas, como la inolvidable dramatización de la vida de Johannes Kepler (quien descubrió las leyes del movimiento de los planetas en medio de la pobreza, grandes tragedias personales y la Guerra de los Treinta Años); la historia de Hipatia, brillante astrónoma del siglo I que pereció víctima del fanatismo religioso; la “nave de la imaginación”, inspirada en la flor del diente de león, a bordo de la cual Sagan viajaba a lugares y épocas distantes en el universo; o la sorprendente “visita” virtual de Sagan a la Biblioteca de Alejandría, donde recorrió sus anaqueles y examinó algunos de los pergaminos que trágicamente no llegaron hasta nuestra época. Una de las creaciones digitales más impactantes fue el “calendario cósmico”, en el cual los 14 mil millones de años de la historia del universo se representaron como un solo año, mientras Sagan comentaba: “Toda la historia humana ocupa apenas una fracción del último segundo, de la última hora, del último día del año cósmico”.
Cosmos obtuvo la aclamación general y estableció nuevos estándares para los documentales científicos. Tal como había sucedido con el programa Apolo de exploración lunar una década antes, la serie inspiró a miles de jóvenes a estudiar carreras científicas. Sagan se trasformó en un icono, y su nombre en sinónimo de divulgación de la ciencia en todo el mundo. La serie fue vista por más de 500 millones de personas en 60 países, fue la más exitosa en la historia de la red PBS y ganó dos premios Emmy, además de otros galardones. El libro basado en el programa, editado pocos meses después, se convirtió en la obra de divulgación más vendida en la historia de la lengua inglesa; se mantuvo en la lista de best sellers del New York Times durante 70 semanas consecutivas.
Sobre todo, Sagan demostró con Cosmos que la ciencia no es un asunto de batas blancas y laboratorios misteriosos, sino que constituye parte fundamental de la experiencia humana; y que los científicos son como el resto de la gente: personas que viven su tiempo, sueñan y sufren, fracasan y triunfan.
Cuando ya era una voz respetada, Sagan asumió militancia en varios temas. En 1976 fue uno de los fundadores del Committee for the Scientific Investigation of Claims of the Paranormal (Comité para la Investigación Científica de Afirmaciones sobre lo Paranormal), ONG estadounidense que trabaja para esclarecer la superchería y las actitudes anticientíficas en ese país. Hoy denominada Committee for Scientific Inquiry, ha sido ejemplo para muchas organizaciones similares en todo el mundo. Una frase que Sagan popularizó fue: “Las afirmaciones extraordinarias requieren evidencias extraordinarias”. En varias ocasiones debatió con los promotores de temas como los ovnis.
En 1980, Sagan también fue cofundador y primer presidente de The Planetary Society, movimiento que llegó a tener más de 100 mil miembros en todo el mundo, cuyo objetivo es organizar el apoyo público a la exploración del espacio.
Su principal activismo lo desarrolló en la década de 1980 en temas del medio ambiente, junto a su esposa Ann Druyan. En oposición a la Iniciativa de Defensa Estratégica del presidente Reagan (conocida como “Guerra de las Galaxias”), Sagan postuló la hipótesis del invierno nuclear, según la cual una guerra con armas de ese tipo no solo destruiría la civilización sino que dañaría irremediablemente el ecosistema terrestre. En dos ocasiones fue brevemente arrestado durante manifestaciones. También promovió la creación de un programa internacional para detectar los asteroides que potencialmente podrían impactar la Tierra.
A pesar de su ateísmo, Sagan abogaba por el respeto a las religiones y a quienes las profesan. Conocía bien la Biblia, al punto que durante varios debates que sostuvo con predicadores citaba pasajes de memoria, incluso con sus capítulos y versículos. Durante toda su vida mantuvo un profundo aprecio por su instructor de Bar Mitzvá, el rabino Morrison Bial, a quien invitó a un homenaje que le ofrecieron. Nick, su hijo con su segunda esposa Linda Salzman, asistió a una escuela judía.
Sagan recibió varios premios de instituciones judías como la Medalla Nahum Goldman del Congreso Judío Mundial; la organización norteamericana Shalom Center le otorgó el premio Brit Hadorot (“Pacto de Generaciones”), y la Conferencia Central de Rabinos de Estados Unidos, conjuntamente con la Unión de Congregaciones Hebreas Americanas, le entregaron el premio Maurice Eisendrath de Justicia Social.
En 1996, poco antes de su muerte, Sagan se dirigió telefónicamente a una convención de la B’nai B’rith en Washington, para agradecer el otorgamiento del premio Dor Le Dor (“De Generación a Generación”); durante esta conversación recordó que su padre había sido el presidente de la logia de la B’nai B’rith de Nueva Jersey, y comentó que la tradición judía de cuestionar los dogmas lo había alentado a “hacer preguntas desde muy temprano”, por lo que su Judaísmo era, al menos en parte, “responsable del tipo de ciencia que practico”.
La mayor frustración profesional de Sagan fue no haber sido aceptado en la Academia Nacional de Ciencias, a pesar de ser autor o coautor de más de 600 artículos en revistas especializadas y del enorme impacto que tuvo en la educación científica de las masas. Su nombre fue propuesto en 1992 por luminarias como Stanley Miller, el del famoso experimento de los aminoácidos, quien era amigo de Sagan; pero la votación no alcanzó el número requerido de votos. Se mencionaron las mismas objeciones que en Harvard para no darle un cargo de profesor décadas antes: su presencia mediática casi permanente se consideraba poco apropiada para un científico, y su tendencia a especular (a pesar de hacerlo cuidadosamente) generaba escozor. Pero muchos de sus colegas siguen convencidos de que su rechazo por la Academia nació simplemente de celos profesionales.
Sin embargo, dos años más tarde la misma Academia le otorgó la Medalla de Servicio Público, su mayor condecoración, por sus “distinguidas contribuciones en la aplicación de la ciencia en beneficio de la sociedad”. La NASA también le confirió su Medalla de Servicio Público Distinguido. Sagan recibió decenas de otros reconocimientos y doctorados honoríficos.
En 1994 se le diagnosticó una rara enfermedad, mielodisplasia. A pesar del pronóstico negativo, Sagan siguió trabajando, dictando conferencias y presentándose ante los medios. Falleció el 20 de diciembre de 1996.
Después de su desaparición física se han creado numerosos premios en su honor, incluso en el espacio: el sitio de Marte donde en 1997 se posó la sonda Pathfinder de la NASA fue denominado oficialmente “Estación Memorial Carl Sagan”. El Centro de Investigación Ames, de la misma NASA, inauguró en 2006 el Centro Carl Sagan para el Estudio de la Vida en el Cosmos.
Pero quizá el mejor homenaje sea su imagen para la posteridad: incluso las nuevas generaciones identifican al hombre vestido con cuello de tortuga, chaqueta de pana, cabello al aire y franca sonrisa, que al explicarles el universo logró que la ciencia iluminara sus mentes y cautivara sus corazones.
El año pasado se trasmitió una nueva versión de Cosmos, titulada Cosmos, A Spacetime Odyssey (“Cosmos, una odisea por el espacio-tiempo”), con guión de Ann Druyan y Steven Soter, quien también había trabajado en la serie original. Esta nueva versión actualiza y complementa el ya legendario programa de Sagan, empleando recursos técnicos que no existían en aquella época. El presentador es Neil de Grasse Tyson, director del Planetario Hayden de Nueva York, a quien Sagan apoyó personalmente cuando, siendo adolescente, le escribió que quería estudiar Astrofísica. La serie se trasmitió por los canales NatGeo y Fox.
Sagan en Hollywood
Desde su adolescencia, Carl Sagan había querido escribir una novela de ciencia-ficción; la fama que le trajo Cosmos le dio esa oportunidad. La editorial Simon & Shuster se la encargó en 1981, y Contact: A novel vio la luz en 1985.
Contact es una “novela de ideas”, profunda, sofisticada. Su personaje central, Eleanor (Ellie) Arroway, tiene algo de autobiográfico: al igual que Sagan, lucha para defender la investigación científica —particularmente el programa SETI—, y para ello debe enfrentar a los políticos, los militares y los fanáticos religiosos. Se trata de un personaje complejo que tiene dificultades para conciliar su vida profesional con la emocional. Al final, su triunfo (o fracaso) no queda claro en ninguno de los dos aspectos.
Convertir Contact en un guión cinematográfico fue una labor difícil y llena de conflictos, pues toca temas muy delicados para la industria de Hollywood. Sagan participó en los intensos debates que tuvieron lugar para su desarrollo; desgraciadamente no vivió para ver el estreno, en 1997. La película, protagonizada por Jodie Foster y dirigida por Robert Zemeckis, ganó el prestigioso premio Hugo y ocupa un lugar de culto en el mundo de la ciencia-ficción; su secuencia inicial, en la que el espectador recorre el universo desde la órbita terrestre hasta sus confines más distantes, ya es icónica en la historia del cine.
“Leib Gruber creció en Europa Central, en un oscuro pueblo del inmenso, políglota y viejo Imperio Austro-Húngaro. Su padre vendía pescado cuando podía. Pero los tiempos eran frecuentemente difíciles. De joven, el único trabajo honorable que Leib podía encontrar era cruzar a la gente a través del cercano río Bug. El cliente, hombre o mujer, se montaba en la espalda de Leib; sobre sus preciadas botas, sus herramientas de trabajo, atravesaba un tramo poco profundo del río y dejaba a los pasajeros en la orilla opuesta. Algunas veces el agua le llegaba a la cintura. No había puentes ni barcas. Los caballos podrían haber sido útiles, pero se empleaban para otros usos. Eso solo dejaba a Leib y a otros jóvenes como él. Ellos no tenían otros usos. No había otros trabajos disponibles. Se paraban en la orilla del río gritando sus precios, anunciando a los potenciales clientes la superioridad de su labor. Ellos se ofrecían como si fuesen animales de cuatro patas. Mi abuelo Leib era una bestia de carga”.
Carl Sagan, de la introducción a Pale Blue Dot
Carl Sagan escribió, o fue coautor, de más de 20 libros. El primero fue Intelligent Life in the Universe (“Vida inteligente en el Universo”, 1966), una versión actualizada y ampliada de Universe, Life, Mind del astrofísico soviético Iósif Samuelovich Shklovski; tal colaboración era poco común durante la Guerra Fría. Esta obra explica, con un lenguaje sencillo, las posibilidades de que existan civilizaciones extraterrestres; Sagan mostró su habilidad para seducir al lector y especular, pero con raíces firmes en los conocimientos científicos de la época.
Ese mismo año 1966 Sagan fue el autor principal de Planets, perteneciente a la famosa Colección Científica de Time-Life, que se editó en numerosos idiomas; este fue un espaldarazo para el joven astrónomo, a la sazón de 32 años de edad.
En 1973 apareció The Cosmic Connection–An Extraterrestrial Perspective (“La conexión cósmica–una perspectiva extraterrestre”), compilación de ensayos con ilustraciones algo sicodélicas. Esta obra fue inmensamente popular y motivó las primeras invitaciones a Sagan a presentarse en televisión, sobre todo en el célebre programa The Tonight Show de Johnny Carson; el rostro de Sagan comenzó a ser conocido por un público amplio.
Un triunfo editorial aún mayor fue The Dragons of Eden: Speculations on the Evolution of Human Intelligence (“Los dragones del Edén, especulaciones sobre la evolución de la inteligencia humana”, 1978), que le mereció el premio Pulitzer y terminó de consagrarlo como divulgador de la ciencia, aun antes de que alcanzara la fama internacional.
En 1979 apareció uno de sus libros más celebrados, Broca’s Brain: Reflections on the Romance of Science (“El cerebro de Broca: reflexiones sobre el romance de la ciencia”).
Otras obras exitosas de las que Sagan fue coautor fueron Murmurs of Earth (“Murmullos de la Tierra”, 1978), descripción detallada y llena de sensibilidad sobre cómo se concibió y elaboró el disco de las sondas Voyager; y Comet (1985), relacionado con el retorno del cometa Halley. Como dato curioso, dos de sus esposas colaboraron en Murmurs of Earth: Linda Salzman y Ann Druyan.
En 1992 se publicó Shadows of Forgotten Ancestors (“Sombras de antepasados olvidados”), escrito junto a Ann Druyan y subtitulado “una búsqueda de quiénes somos”. Para algunos de sus críticos –y su biógrafo, Keay Davidson–, esta es su obra de prosa más elegante y madura. Sin embargo, Pale Blue Dot: a vision of the human future in space (“Un punto azul pálido: visión del futuro humano en el espacio”, 1994), que algunos consideran secuela de Cosmos, es quizá su libro más emotivo, que pone en perspectiva nuestro futuro como especie en el contexto de un universo colosal. Pale Blue Dot se inspiró en la diminuta imagen de la Tierra trasmitida por Voyager 2 desde los confines del Sistema Solar, imagen que se tomó a instancias del propio Sagan, y es uno de los pocos libros sobre temas científicos capaces de conmover al lector hasta las lágrimas. The New York Times lo incluyó en su exclusiva lista de “libros notables”.
El último libro de Sagan que se publicó durante su vida fue The Demon Haunted World. Science as a candle in the dark (traducido al español como “El mundo y sus demonios. La ciencia como una luz en la oscuridad”, 1996), en la que advertía sobre el crecimiento de la seudociencia, la superstición y el fanatismo en una época en que la opinión pública requiere, más que nunca, estar informada sobre los temas científicos para tomar decisiones racionales.
Ann Druyan publicó dos libros póstumos de Sagan: Billions and billions (1997), una serie de ensayos que incluye reflexiones sobre su propia enfermedad, y The Varieties of Scientific Experience: a personal view of the search for God (traducido al español como “La diversidad de la ciencia”, 2007), que compila una serie de conferencias sobre el tema de la ciencia y la religión que Sagan dictó en Escocia en 1985.
FUENTES:
Davidson, Keay (1999). Carl Sagan – A life. Nueva York: John Wiley & Sons.
Sagan, Carl (1994). Pale Blue Dot: a vision of the human future in space. New York: Random House.
Wikipedia.org.
Fuente:nmidigital.com
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