Una lección francesa para los liberales estadounidenses

MARCELA LUBCZANSKI PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

KENNETH R. WEINSTEIN

 

Los socialistas de Francia ven la amenaza islámica radical y están defendiendo resueltamente la libertad.

Después de los horripilantes ataques terroristas en Europa durante las últimas semanas, ha surgido un interesante líder internacional en la lucha contra el radicalismo islámico: Francia, particularmente su gobierno socialista. A raíz de los ataques en París contra las oficinas de la revista Charlie Hebdo y el supermercado kosher en enero, la izquierda francesa ha comenzado a reclamar sus principios de laicismo y liberalismo de largo tiempo,  los que en los últimos años tomaron un segundo plano ante el multiculturalismo y la corrección política.

Luego de los asesinatos en Copenhague a mediados de febrero—en una sinagoga y en una reunión para discutir los ataques islámicos contra caricaturistas por dibujar a  Mahoma—el primer ministro socialista francés, Manuel Valls, dio inmediatamente su apoyo a los daneses, tuiteando que había sido atacada la “liberté”, agregando, “Francia no cederá.” Esta respuesta tiene mucho que enseñar a la izquierda estadounidense.

Por más de una década, la izquierda estadounidense ha hecho una prioridad el evitar ofender a través de una examinación seria del Islam radical. Se apresura a acusar Islamofobia o a desafiar a los que no adoptan su idioma de valores neutros, dando a entender que la discusión franca sobre el desafío del Islam radical traerá más ataques. Pero el resultado no ha sido una disminución de la yihad violenta. En su lugar, quienes de otra forma serían liberales reflexivos, ahora retroceden ante las discusiones difíciles acerca de los ímpetus subyacentes del terror islámico.

Ya sea el rechazo del Presidente Barack Obama a usar el término “Islam radical”—optando en su lugar por “extremismo violento”—o su negación de que el auto-proclamado Estado Islámico es de hecho “islámico”, el impacto es el mismo: La discusión, el debate y la introspección que llega con esas importantes empresas, son frustrados.

Por el contrario, los líderes de Francia en la izquierda política están adoptando el enfoque opuesto: Están rechazando el enfoque políticamente correcto y de valores neutros que falló en desafiar al radicalismo islámico hasta que el islamismo de cosecha propia regresó para atacar a Francia. Ahora ellos están enfrentando la esencia y significado del radicalismo islámico directamente.

Después de los ataques de París, el liderazgo socialista de Francia abrazó la lucha contra el terror islámico como una cuestión esencial para la identidad nacional francesa, definiéndola como una lucha por los principios del Iluminismo y tolerancia contra el fanatismo reaccionario.

Al formular su respuesta, la izquierda francesa está reafirmando dos de sus principios fundantes. El primero fue un producto del Iluminismo y del gran pensador del siglo XVIII, Voltaire: laicismo. (En muchas formas, Charlie Hebdo mismo es un heredero vulgar de una rica tradición laica francesa de sátira antirreligiosa). El segundo principio, unidad cívica, fue pronunciado mejor por el oponente filosófico de Voltaire, Jean-Jacques Rousseau, él defendió la unidad republicana, la noción que los intereses parciales y privados tienen que ser subordinados a un bien universal pero cívico.

Comprender estas doctrinas ayuda a transmitir su valor para el debate del terror. El laicismo surgió por primera vez en fervorosa oposición a la religión establecida de Francia, la Iglesia Católica, la que estaba alineada con el ancient régime. El esfuerzo de la izquierda por separar la religión de la vida pública tuvo éxito en el año 1905 cuando Francia emprendió importantes reformas legales, permitiendo la libertad de culto privado pero negando a la iglesia financiación estatal. La educación pública fue hecha también totalmente laica.

Hoy, la separación estricta de Francia entre la religión y el estado, laïcité, prohíbe la expresión religiosa aprobada por el estado. Esta feroz protección de la vida pública de la religión—que incluye una prohibición legal del hijab, el pañuelo islámico para la cabeza de las mujeres—es ajena a la mayoría de los estadounidenses, que ven al estado como promoviendo la libertad de religión, no la libertad de la religión.

El reto para la izquierda francesa es aplicar los mismos principios que ha impuesto sobre el clero cristiano hace un siglo a su gran comunidad musulmana, sin caer presa del prejuicio o ignorando la verdadera discriminación económica y social que todavía obstaculiza la integración de los musulmanes. Curiosamente, el Primer Ministro Valls, ahora el político más popular en la izquierda, fue aislado durante mucho tiempo en su partido por sostener estos principios laicos.

El segundo principio, la unidad republicana, es esencial para la fundación en 1870 de la Tercera República de Francia—sus marcas registradas son la asimilación cívica, el laicismo y el patriotismo. Es en torno a estos principios que el Sr. Valls ha concentrado a Francia. A diferencia de muchos en la izquierda estadounidense, el Sr. Valls habla francamente acerca de Francia combatiendo una “guerra con el terrorismo, el yihadismo, y el Islam radical,” mientras rechaza la acusación de Islamofobia y otros intentos por “silenciar a los críticos del Islam.”

Jonathan Chait hace poco argumentó en la revista New York que la izquierda estadounidense está dispuesta a menudo a usar políticas identitarias para suprimir la libertad de expresión. Haciendo hincapié en un temor a ofender a los musulmanes, más que nada, mientras sugiere que su religión los hace incapaces del debate serio.

Colocar la corrección política por sobre la defensa de los valores liberales es ceder nuestras sociedades y sus miembros musulmanes ante ideas extremistas. Podemos ser civiles sin ser aprensivos. Podríamos mirar nuevamente al liderazgo francés, enfocado en el carácter ideológico del Islam radical y no disculpatorio en su adhesión a los principios liberales, como un punto de inflexión en nuestra lucha compartida.

 

*El Sr. Weinstein es presidente y CEO del Hudson Institute.

 

 

Fuente: The Wall Street Journal

 

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