Mario Sabán, antropólogo judío de origen sefardí: ”Al menos el 25 por ciento de los españoles tiene orígenes judíos”

JOSE TEO ANDRES

“Muchos judíos se convirtieron a la espera de que cambiara la política, no esperaban 300 años de inquisición”.

 “A menudo me preguntan si se puede ser judío en España. Desde luego que sí, sin ninguna dificultad”. Así se expresa Mario Javier Sabán, doctor en Filosofía y Antropología y presidente de la red cultural judía Tarbut Sefarad, fundada en Lleida, donde reside. Nació en Buenos Aires en 1966, pero está nacionalizado español. Es sefardí, descendiente de los hebreos expulsados en 1492. “Mi padre nació en Esmirna, Turquía. Había 80.000 judíos y se fueron todos. Ahora solo quedan 2.000”, explica. Mañana lunes (20 horas, Hotel México, entrada libre) dará una conferencia sobre “La expulsión de 1492 y la diáspora sefardí” organizada por la Asociación de Amizade con Israel.

¿Cuántos judíos hay en España?

Hoy habrá unos 30.000 pero es muy difícil calcular cuántos son descendientes. No hay españoles sin orígenes judíos, casi todos tienen alguno. Como mínimo, en torno al 25 por ciento, 10 millones.

¿Según sus cálculos, cuántos judíos se tuvieron que ir en 1492?

Las cifras varían, entre 120.000 y 200.000. ¿Cuántos había? La mayoría quizá se convirtió, nadie pensó que la Inquisición duraría 300 años, muchos se convirtieron pensando que la política cambiaría. Incluso hubo juderías donde todos se hicieron cristianos. Y no era la primera vez. Los de 1492 engrosaron las filas de los que ya lo habían hecho en 1391 y 1412. Quizá había 120.000 conversos. En total, habría medio millón de judíos, pero se nos escapa toda la verdad.
Muchos ocultaron sus orígenes.

Sí, por miedo a la Inquisición. Se compraban certificados de limpieza de sangre. Sabemos que en Toledo y Burgos eran al 40 por ciento de la población: cuanto más católica una población, más sospechas de que haya conversos porque las familias trataron de ocultar sus orígenes. Los padres de Teresa de Jesús o la madre de Fray Luis de León eran hebreos. En el siglo XVI se da con los nietos de los conversos el último elemento cultural judío. El propio Cervantes tendría huella judía, pero es que entonces ¿quién no tenía? La huella es muy grande y ahora está bien valorada.

¿Cree que todavía hay connotaciones negativas?

No, nunca he sentido antisemitismo en España, quedan frases sin intención como ‘judiada’, como ‘trampa saducea’ o ‘eres un fariseo’, pero quien la dice lo hace sin percibir su significado. El problema es la ignorancia: más que predisposición negativa, sí existen medios de comunicación anti Israel, con información negativa que afecta al tema judío.

¿Hay odio y amor entre España y los judíos? 

Creo que sí. A menudo me preguntan fuera, gente de origen sefardita, si se puede vivir como judío en España, y les digo que claro, sin problemas. Porque el recuerdo que tenían es que los expulsaron, pero al mismo tiempo mantenían el ladino, el castellano antiguo.

¿Hasta qué punto fue un desastre la expulsión?

Comparo 1492 con que se produjera una expulsión de los judíos de EE.UU. Es lo que pasó en España. Dominaban las finanzas, la astronomía, la cartografía, la filosofía, la medicina en un desarrollo cultural y económico muy grande. En Estados Unidos los judíos son menos del 5 por ciento. En España eran más. Fue una catástrofe demográfica y cultural. Hubo ciudades que  se quedaron sin médicos. Pasó en toda Europa, pero no de esta magnitud: había menos.
Usted es cabalista. ¿Qué es?

Va de la comprensión general del universo; por un lado la teosófica, que equivale a la física cuántica, y estudia el misterio de la creación: por qué Dios creó el universo y para qué. En cuanto a la Cábala profética va de los niveles de consciencia y sería la psicología, qué potencia de energía tiene una persona y qué puede captar de la realidad. Así que por un lado está la física y por otro lo individual.

¿La Cábala tiene vigencia hoy?  

Está en boga porque en el siglo XX fracasó la idea de que la redención del ser humano iba a venir por la materia. La economía ayudó pero la búsqueda de satisfacción espiritual está mucho más allá. Se buscaron respuestas en la materia y no había, de ahí las depresiones. Ahora pagamos las consecuencias del consumo desenfrenado.

Fuente:atlantico.net

 

 

 

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