“Muchos siglos atrás en Persia, un hombre malvado llamado Hamán aconsejaba al rey: “Existe en tu reino un pueblo disperso entre los otros … son personas cuyas costumbres son diferentes y su majestad no debe tolerarlos”. Y una orden salió a las provincias “para aniquilar a los judíos, jóvenes y ancianos, niños y mujeres”.
Ahora, en Irán, la Persia moderna se ha engendrado un nuevo enemigo. El ayatolá Khomeini ha sido claro en buscar cumplir las metas de su predecesor en lograr la destrucción de Israel. Para ello está empeñado en poseer las armas nucleares necesarias para hacer realidad la promesa mortal.
El desastre de siglos atrás logró ser evitado, pero desde entonces el evento es recordado cada año en la festividad de Purim. El 5 de marzo, en las sinagogas de todo el mundo se leerá Meguilat Esther, el libro de Esther, y los niños judíos van a gritar y abuchear cada vez que en el relato se pronuncia el nombre de Hamán. Ellos entienden una sencilla verdad que a veces escapa a los líderes del mundo: “Cuando alguien en su poder amenaza con la destrucción, debes condenarlo en voz alta. Santayana escribió que aquellos que no recuerdan la historia, están condenados a repetirla. Yo creo que aquellos que niegan la historia, específicamente la Shoá, el Holocausto, están determinados a repetirlo. Y como alguien que ha visto a los enemigos del pueblo judío cumplir sus amenazas de exterminarnos, ¿cómo puedo permanecer en silencio?”.
Estas son palabras del Profesor Elie Wiesel, sobreviviente de la Shoá y premio Nobel de la paz, que fueron publicadas hace pocos días, en forma de un desplegado en los principales periódicos de Estados Unidos como una reflexión dirigida al presidente y a los políticos de su país.
Y no puedo sino compartirlas por la actualidad y urgencia de su mensaje. ¿Cómo puedo permanecer callado? ¿Acaso puedes permanecer callado o callada? ¿Indiferente?
Purim no nos permite olvidar lo que la historia nos enseñó. Zajor, recuerda y no olvides. Bejol Dor Vador, en cada generación hay un Faraón, un Amalek, un Hitler, un Ayatola que amenaza. Por ello el mensaje de la historia de Purim es un vigente y oportuno recordatorio de la responsabilidad de cada individuo de que se escuche su voz, de no permanecer indiferente. Hoy la amenaza es un Islamismo radical que es intolerante con todos cuyas costumbres son diferentes.
Pero quiero reforzar el mensaje insistiendo que el libro de Esther no se limita a la historia y el destino del pueblo judío. Meguilat Esther, refleja una situación histórica que se repite en un ámbito mundial con igual gravedad. No es Persia ayer, es Francia, Reino Unido, Dinamarca, Bélgica, Alemania, hoy…
Muchas veces se ha señalado que ésta es una generación sin memoria, que somos parte de una humanidad que eligió vivir en la comodidad de no recordar. Y es esa amnesia generalizada la que ha permitido el violento surgimiento de una intolerancia con los que son diferentes. Trátese de religión, color de piel, preferencia sexual, cultura.
Los intolerantes saqueadores de la paz, lanzan bombas, secuestran y matan en nombre de Dios. Los hombres y mujeres de fe creamos anillos de paz alrededor de los que pueden estar en peligro,
nos preocupamos en proteger a los más vulnerables. Nos preocupamos en aumentar la luz y no a provocar la oscuridad.
Purim, es sobre no olvidar, es acerca de la necesidad de que salgamos de nuestra zona de confort y hagamos escuchar nuestra voz. Solamente así habrá una próxima generación viviendo en el pluralismo, en la tolerancia a lo diferente.
Recuerdo la historia del niño negro, que fascinado con un montón de globos de helio de diferentes colores permanecía junto al vendedor, hasta que un globo rojo se desprendió y voló hacia el cielo. ¿Señor? –preguntó el niño- “¿puede un globo rojo volar tan alto como uno amarillo?” “Por supuesto, respondió el hombre”. “¿Y uno blanco también?”; insistió el niño. “Sip”, dijo el vendedor. “¿Y uno negro, volaría tan alto?” A lo que el vendedor le contestó: “Hijo, no es el color lo que los hace volar. Es lo que tienen dentro”.
Shabat Shalom.
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