Para todos aquellos que no puedan cumplir la mitzvá, les compartimos la Meguilá completa.
La publicamos en español, para que mínimo puedan leerla y al entenderla, puedan recordar la historia de #Purim entera.
Esperamos la disfruten.
CAPITULO I
(1) Y ACONTECIÓ en los días de Asuero (Ajashversosh) -el mismo Asuero que reinó desde la India (Hodu) hasta Etiopía, (Cush) sobre ciento veintisiete provincias.
(2) que en esos días, cuando el rey Asuero se sentó en el trono de su reino, que estaba en Susán (Shushán) la capital,
(3) en el tercer año de su reino, ofreció un festín a todos sus príncipes y sus siervos, al ejército de Persia (Parás) y de Media (Madai), y a los nobles y príncipes de las provincias,
(4) cuando mostró las riquezas de su glorioso reino y la magnificencia de su poderío durante muchos días, ciento ochenta días.
(5) Ycuando se cumplieron aquellos días, el rey brindó un festín a toda la gente que había en Susán la capital tanto a los encumbrados como a los humildes, durante siete días, en el patio del jardín del palacio del rey.
(6) Había allí toldos de fino algodón, blanco y azul, sujetos con cordeles de lino fino de color púrpura, y montados sobre barras de plata y columnas de mármol. Los reclinatorios eran de oro y plata, sobre un piso de mosaicos verdes y blancos, (con aplicaciones) de nácar y mármol ónix.
(7) Y les dieron de beber en copas de oro -copas distintas una de las otras- vino real en abundancia, de acuerdo con las riquezas del rey.
(8) Y la bebida fue brindada conforme a la ley, sin compulsión para nadie, por cuanto el rey había dispuesto que los funcionarios de su palacio vieran que cada cual hiciera según su propio gusto.
(9) También Vasti (Vashtí), la reina, ofreció un festín para las mujeres de la casa real que pertenecían al rey Asuero.
(10) Al séptimo día, el rey, con el corazón alegre por el vino, ordenó a Mehumán, Bizta (Biztá), Harbona (Jarboná), Bigta (Bigtá), Abagta (Avagtá), Setar y Carcás, Ios siete eunucos que servían al rey Asuero,
(11) que trajeran a Vasti, la reina, ante el rey ornada con la diadema real, para mostrar su belleza a las gentes y a los príncipes, porque era de hermoso parecer.
(12) Pero la reina Vasti se negó a cumplir la orden del rey (traída) por los eunucos, por lo que el rey airóse en gran manera, ardiendo en cólera.
(13) Y preguntó el rey Asuero a los sabios, que conocían (las leyes de) aquellos tiempos -era costumbre del rey (consultar) a todos los que conocían la ley y sabían juzgar,
(14) y (a la sazón) junto a él estaban Carsena (Carshená), Setar (Shetar), Admata, Tarsis (Tarshish), Meres, Marsena (Marsená) y Memucán (Memuján), quienes veían el rostro del rey y se sentaban los primeros en el reino-:
(15) “¿Qué le haremos a la reina Vasti conforme a la ley, por cuanto no ha hecho lo que dispuso el rey Asuero por medio de los eunucos?”.
(16) Y respondió Memucán ante el rey y los príncipes: “Vasti, la reina, no ha faltado el respeto solamente al rey, sino también a todos los príncipes y a todos los pueblos que están en todas las provincias del rey Asuero.
(17) Porque esta acción de la reina llegará a ser conocida por todas las mujeres, que podran menospreciar a sus maridos cuando se diga que el rey Asuero ordenó a Vasti, la reina, que se presentara ante él y ella no quiso.
(18) Y en este día las princesas de Persia y de Media que han conocido ese proceder de la reinaf podrán decir lo mismo a todos los príncipes del rey, de modo que se levantará gran indignación y desprecio.
(19) Si ello placiere al rey, dicte una orden real que sea escrita entre las leyes de los persas y de los medos, sin que sea alterada, por la cual se disponga que Vasti no venga más ante el rey Asuero, y que el rey ceda sus prerrogativas reales a otra que sea mejor que ella.
(20) Y cuando el edicto del rey sea publicado en todo su reino -que siempre sea grande- todas las mujeres honrarán a sus maridos, desde el más importante hasta el más humilde”.
(21) Y el consejo agradó al rey y a los príncipes, y el rey hizo conforme a la palabra de Memucán,
(22) porque envió cartas a todas las provincias del rey, a cada provincia según su escritura, y a cada pueblo según su idioma, para que cada hombre fuese el jefe de su casa y lo difundiera conforme a la lengua de su pueblo.
CAPITULO II
DESPUES de tales cosas, cuando se calmó la ira del rey Asuero, se acordó de Vasti y de lo que había hecho y de lo que había sido decretado contra ella.
(2) Entonces dijeron los servidores del rey que le asistían: “Búsquense para el rey, jóvenes vírgenes de hermoso parecer,
(3) y designe el rey funcionarios en todas las provincias de su reino para que reúnan a todas las jóvenes bellas en Susán la capital, en la casa de las mujeres, bajo la custodia de Hegue (Hegué), eunuco del rey, guarda de las mujeres y dénsele sus (correspondientes) ungüentos,
(4) y sea la doncella que prefiera el rey, reina en lugar de Vasti”. Y la cosa agradó al rey, y así lo hizo.
(5) Había un judío en Susán la capital llamado Mardoqueo (Mordejay) hijo de Jaír (Yaír), hijo de Jaír (Yaír), hijo de Simey (Shimi), hijo de Kish, benjamita, (ó) que había sido deportado de Jerusalem (Yerushaláyim) con los cautivos que habían sido llevados con Jeconías (Yejoniyá), rey de Judá (Yehudá), a quienes había llevado Nabucodonosor (N’vujadnetzar), rey de Babilonia (Bavel).
(7) Y él crió a Hadasa (Hadasá), o sea Ester, hija de un tío suyo, porque ella no tenía padre ni madre, y la muchacha era de hermosa presencia y bello semblante. Cuando murieron su padre y su madre, Mardoqueo la tomó por hija suya.
(8) Y ocurrió, cuando se publicó el edicto del rey y muchas doncellas fueron reunidas para ser llevadas a Susán la capital, que Ester fue (también) llevada a la casa del rey, bajo la custodia de Hegue, guardián de las mujeres.
(9) Y la doncella le cayó en gracia, y él fue bondadoso con ella, y le dio presurosamente los ungüentos, con los (correspondientes) atavíos, y (le asignó) siete doncellas de la casa real para que le sirvieran, y la puso a ella y a sus doncellas en el mejor lugar de la casa de las mujeres.
(10) Ester no hizo saber cuál era su pueblo y su linaje, porque así se lo había aconsejado Mardoqueo.
(11) Y Mardoqueo pasaba diariamente delante del patio de la casa de las mujeres para saber cómo le iba a Ester y qué sería de ella.
(12) Y cuando le llegaba a cada doncella (seleccionada) el turno de entrar al rey Asuero después de haberse hecho con ella conforme a la ley para las mujeres -doce meses (de preparativos), de los cuales seis meses con ungüento de mirra y seis meses con especias aromáticas y otros unguentos de las mujeres-,
(13) la joven venía al rey, dándosele cualquier cosa que desease para ir a la casa del rey.
(14) Iba al anochecer, y a la mañana siguiente volvía, a la segunda casa de las mujeres, bajo la custodia de Saagaz (Shaashgaz), eunuco del rey, salvo que éste quedase encantado con ella y la llamase por su nombre.
(15) Y cuando le tocó el turno a Ester, hija de Abigail (Avijáyil), tío de Mardoqueo, el cual la había tomado por hija suya, ella no pidió más de lo que le había aconsejado Hegue, eunuco del rey, guardián de las mujeres. Y Ester obtuvo favor a los ojos de todos los que la miraban.
(16) Y Ester fue conducida al rey Asuero en su casa real en el mes décimo, que es el mes de Tévet, en el año séptimo de su reinado.
(17) Y el rey amó a Ester más que a todas las demás mujeres, y ella logró benevolencia y favor de él más que todas las otras doncellas, de suerte que él le impuso la diadema real sobre su cabeza, y la hizo reina en lugar de Vasti.
(18) Entonces el rey ofreció un gran festín a todos sus príncipes y sus siervos, en honor de Ester, y condonó tributos a las provincias, e hizo regalos conforme a la munificencia real.
(19) Y cuando las vírgenes fueron reunidas por segunda vez, Mardoqueo estaba sentado ante la puerta del rey.
(20) Ester no había revelado aún su estirpe, como le había dicho Mardoqueo, porque Ester hacía lo que le ordenaba Mardoqueo, como cuando ella era criada por él.
(21) En aquellos días, mientras Mardoqueo estaba sentado ante la puerta del rey, dos de los eunucos del rey, Bigtán y Teres (Téresh), que guardaban la puerta, en un arranque de ira proyectaron poner mano en el rey Asuero.
(22) Y de ello enteróse Mardoqueo, que se lo contó a Ester la reina, y Ester se lo dijo al rey en nombre de Mardoqueo.
(23) Y cuando se inquirió la cosa y se encontró que era verdad, ambos (culpables) fueron colgados de un árbol. Y eso fue escrito en el libro de las crónicas delante del rey.
CAPITULO III
DESPUÉS de tales cosas el rey Asuero encumbró a Hamán hijo de Hamdata, agagueo, colocándolo por sobre todos los príncipes que eran con él.
(2) Y todos los súbditos del rey que estaban en la puerta del rey se inclinaban y arrodillaban ante Hamán, porque el rey así lo había dispuesto. Pero Mardoqueo no se inclinaba ni se prosternaba ante él.
(3) Entonces los súbditos del rey que estaban en la puerta del rey le preguntaban a Mardoqueo: “¿Por qué desafías la orden del rey?”.
(4) Y ocurrió que ellos, tras preguntárselo todos los días sin que él les prestara atención, se lo dijeron a Hamán, para ver en qué pararía la postura de Mardoqueo, por cuanto él había dicho que era judío.
(5) Y cuando Hamán observó que Mardoqueo no se inclinaba ni se prosternaba ante él, indignóse Hamán en grado sumo.
(6) Pero le pareció despreciable ante sus ojos levantar su mano sobre Mardoqueo solamente, ocurriéndosele destruir a todos los judíos que había en todo el reino de Asuero, por ser el pueblo de Mardoqueo.
(7) En el mes primero,que es el mes de Nisán, en el duodécimo año del rey Asuero echaron suertes (purim) de día en día y de mes en mes, (y salió la suerte) por el mes duodécimo, que es el mes de Adar.
(8) Y le dijo Amán al rey Asuero: “Hay un pueblo esparcido y disperso entre los pueblos de todas las provincias de tu reino, cuyas leyes son distintas de las de cada pueblo. Tampoco cumplen las leyes del rey. Por tanto no le conviene al rey soportarlos.
(9) Si al rey le parece bien, decrétese que sean destruídos, y yo pagaré diez mil talentos de plata en las manos de quienes están a cargo del tesoro real para que los ingresen a él”.
(10) Y tomó el rey el anillo de su mano y se lo dio a Hamán hijo de Hamdata, agagueo, enemigo de los judíos.
(11) Y le dijo el rey a Hamán: “La plata te es dada, y también gente, para que hagas con ellas lo que te pareciere bien”.
(12) Y fueron llamados los escribas del rey el día trece del mes primero, y fue escrito, conforme a todo lo que ordenó Hamán, a los sátrapas del rey, y a los gobernadores que estaban sobre cada provincia, y a los príncipes de cada pueblo, a cada provincia conforme a su escritura, y a cada pueblo según su idioma. Fue escrito en el nombre del rey Asuero, y sellado con el anillo del rey.
(13) Y las cartas fueron enviadas por correos a todas las provincias del rey (en las que se disponía) destruir, matar y exterminar a todos los judíos, jóvenes y viejos, niños y mujeres, en un mismo día, al día trece del mes duodécimo, que es el mes de Adar, y tomar sus despojos como botín.
(14) Una copia del escrito que había de darse como edicto en cada provincia sería publicada para cada pueblo, para que estuviesen notificados para aquel día.
(15) Los correos salieron apremiados por la orden del rey y se dio el edicto en Susán la capital. Y el rey y Hamán se sentaron a beber, pero la ciudad de Susán estaba asombrada.
CAPITULO IV
Y CUANDO Mardoqueo supo todo lo que se había hecho, rasgó sus ropas y vistióse de saco y se cubrió de ceniza, y fue al medio de la ciudad, y allí clamó amargamente.
(2) Y vino hasta delante de la puerta del rey, porque nadie podía traspasar la puerta del rey vestido de saco.
(3) Y en cada una de las provincias, dondequiera llegaba la orden del rey y su edicto, hubo gran duelo entre los judíos, y ayuno, y llanto, y lamentaciones, y muchos se vistieron de saco y se cubrieron de ceniza.
(4) Y vinieron las doncellas y los eunucos de Ester y se lo dijeron, y la reina se condolió muchísimo, y envió ropas para vestir a Mardoqueo y quitarle su saco, pero él no las aceptó.
(5) Entonces Ester llamó a Hatac (Hataj), uno de los eunucos del rey, designado por éste para atenderla, y le encargó que fuese a Mardoqueo para saber qué sucedía realmente.
(6) Hatac fue pues a Mardoqueo, en la plaza de la ciudad, que estaba frente a la puerta del rey.
(7) Y le refirió Mardoqueo todo lo que había acontecido, y el monto exacto del dinero que Hamán había prometido para pagar el erario del rey por los judíos, para destruirlos.
(8) También le dio una copia del edicto que había sido promulgado en Susán para destruirlos, para que se los mostrase a Ester y le contase todo, encargándole que entrara al rey e intercediera ante él por su pueblo.
(9) Y vino Hatac y refirió a Ester las palabras de Mardoqueo.
(10) Y le respondió Ester a Hatac dándole un mensaje para Mardoqueo:
(11) “Todos los siervos del rey, y la gente de las provincias del rey, saben bien que para cualquiera, hombre o mujer, que entrare al rey en el patio interior sin ser llamado, hay una sola ley, por la que será muerto, salvo que el rey le extienda el cetro de oro para que viva, pero yo no he sido llamada para que entre al rey en estos treinta días”.
(12) Y refirieron a Mardoqueo las palabras de Ester.
(13) Y dijo Mardoqueo que dieran esta respuesta a Ester: “No creas dentro de tu alma que has de escapar en la casa del rey más que cualquier otro judío.
(14) Por cuanto si en este momento callas, vendrán socorro y liberación para los judíos de otra parte, pero tú y la casa de tu padre perecerán, y ¡quién sabe si tú has subido al estado real para un tiempo como éste!”.
(15) Y Ester envió la siguiente contestación a Mardoqueo:
(16) “Anda y reúne a todos los judíos que están en Susán y ayunen vosotros por mí, y no comáis ni bebáis durante tres días, de noche y de día. Yo y mis doncellas ayunaremos de igual manera, y así entraré al rey, aunque no está permitido por la ley. ¡Si he de perecer, que perezca!”.
(17) Y Mardoqueo siguió su camino e hizo conforme a lo que Ester le había ordenado.
CAPITULO V
Y OCURRIÓ al tercer día que Ester vistió sus atavíos reales y fue al patio interior de la casa del rey, frente a la casa real, y el rey estaba sentado en su trono real en la casa real, frente a la entrada de la casa.
(2) Y fue así que cuando el rey vio a Ester la reina parada en el patio ella halló gracia en sus ojos, y el rey extendió a Ester el cetro de oro que estaba en su mano. Entonces se acercó Ester y tocó la punta del cetro.
(3) Y le dijo el rey: “¿Qué deseas, reina Ester? Cualquier cosa que me pidas, hasta la mitad del reino, te será concedida”.
(4) Y le dijo Ester: “Si le parece bien al rey, venga el rey, y Hamán con él, al banquete que he preparado para él.
(5) Y ordenó el rey: “Llámese presto a Hamán, para que se haga como Ester ha dicho”. De tal suerte el rey y Hamán vinieron al banquete que había preparado Ester.
(6) Y a los brindis le dijo el rey a Ester: “Cualquiera sea tu petición, te será concedida, y cualquiera sea tu requerimiento, aunque sea la mitad del reino, ha de ser cumplido”.
(7) Y contestóle Ester diciendo: “Mi petición y mi requerimiento,
(8) si he hallado gracia a los ojos del rey y si plugiere al rey cumplir mi demanda, consisten (por ahora) en que el rey y Hamán vengan (nuevamente) al banquete que les prepararé mañana, y entonces haré como el rey ha dicho”.
(9) Y se fue Hamán ese día radiante de alegría y corazón gozoso, pero cuando vio a Mardoqueo en la puerta del rey, que permanecía allí sin siquiera moverse a su paso, airóse sobremanera contra Mardoqueo.
(10) Sin embargo, Hamán se contuvo y fue a su casa, e hizo venir a sus amigos y a Zeres (Zéresh), su mujer.
(11) Y habló Hamán con ellos sobre la gloria de sus riquezas, y la multitud de sus hijos, y acerca de cómo le había promovido el rey al rango que detentaba, por sobre los príncipes y servidores del rey.
(12) Y agregó Hamán: “Además, la reina Ester no permitió entrar con el rey al banquete que le ofreció a nadie más que a mí, y mañana también estoy invitado por ella con el rey.
(13) Pero todo eso de nada me sirve mientras vea al judío Mardoqueo sentado a la puerta del rey”.
(14) Entonces le dijeron Zeres su mujer y todos sus amigos: “Hágase una horca de cincuenta codos de altura y dile por la mañana al rey que Mardoqueo debe ser colgado allí. Luego podrás ir tranquilamente con el rey al banquete”. Y la cosa agradó a Hamán, que ordenó se hiciera la horca.
CAPITULO VI
ESA NOCHE el rey no pudo conciliar el sueño, y ordenó que trajeran el libro de las crónicas, el cual fue leído ante él.
(2) Y se encontró escrito que era Mardoqueo quien había avisado que Bigtán y Teres, dos de los eunucos del rey, de los que guardaban la puerta, proyectaban poner mano en el rey Asuero.
(3) Entonces preguntó el rey: “¿Qué honor y qué distinción fue hecha a Mardoqueo por esto?”. Y le contestaron los siervos del rey que le atendían: “Nada se hizo por él”.
(4) Y preguntó el rey: “¿Quién está en el patio?”. Era Hamán que había venido al patio exterior de la casa del rey para hablar al rey sobre la conveniencia de colgar a Mardoqueo en la horca que había hecho preparar para él.
(5) Y los siervos del rey anunciaron: “He aquí que Hamán está en el patio”. Y contestó el rey: “Que entre”.
(6) Hamán pues entró. Y el rey le preguntó (al punto): “¿Qué se hará al hombre a quien el rey desea distinguir?”. Entonces Hamán se dijo en su corazón: “¿A quién otro que a mí ha de querer honrar el rey?”.
(7) Y le dijo Hamán al rey: “Para el hombre a quien el rey desea honrar,
(8) sean traídos los atavíos reales que el rey suele usar, y el caballo en el que cabalga el rey. Ypóngase en su cabeza una corona real.
(9) Y dense los atavíos y el caballo en mano y de uno de los príncipes más nobles del rey, para que vista así al hombre que el rey se complace en honrar y le haga pasear a caballo por las calles de la ciudad y proclame delante de él: “Así será hecho al hombre a quien el rey se complace en honrar”.
(10) Entonces le dijo el rey a Hamán: “Apresúrate, y toma los atavíos y el caballo, y haz como has dicho con Mardoqueo el judío, que se sienta a la puerta del rey. Que nada falte de todo lo que dijiste”.
(11) Y tomó Hamán los atavíos y el caballo, y vistió a Mardoqueo, y le hizo cabalgar por las calles de la ciudad, y proclamó delante de él: “Así será hecho al hombre a quien el rey se complace en honrar”.
(12) Y volvió Mardoqueo a la puerta del rey. Pero Hamán, sumamente apesadumbrado y con la cabeza cubierta, se dio prisa en ir a su casa.
(13) Y refirió Hamán a Zeres su mujer y a todos sus amigos todo lo que le había sucedido. Entonces le dijeron sus atinados amigos y Zeres su mujer: “Si Mardoqueo, ante quien has comenzado a caer, es de la simiente de los judíos, no prevalecerás contra él, sino que de seguro caerás ante él”.
(14) Cuando todavía hablaban con él, vinieron los eunucos del rey y se apresuraron a llevar a Hamán al banquete que había preparado Ester.
CAPITULO VII
EL REY y Hamán fueron pues al banquete con Ester la reina.
(2) Y le dijo nuevamente el rey a Ester al segundo día en el banquete: “Cualquiera sea tu petición, reina Ester, te será concedida, y cualquiera sea tu demanda, aunque sea la mitad del reino, ha de ser cumplida”.
(3) Y Ester la reina contestó diciendo: “Si he hallado gracia ante tus ojos, oh rey, y si ello place al rey, séame concedida mi vida ante mi petición, y (la de) mi pueblo ante mi demanda,
(4) porque hemos sido vendidos, yo y mi pueblo, para ser destruidos y exterminados. Si al menos fuéramos vendidos como esclavos o esclavas, callaría, porque el enemigo no es digno de que el rey se perjudique”.
(5) Y habló el rey Asuero y le dijo a Ester la reina: “¿Quién es y dónde está el que se atreve a hacer eso?”.
(6) Yle respondió Ester: “Un adversario y enemigo: este malvado Hamán”. Entonces Hamán quedó aterrado delante del rey y de la reina.
(7) Y el rey, enfurecido, levantóse de la mesa y fue al jardín del palacio, pero Hamán se quedó para rogar por su vida a Ester la reina, porque vio que el mal había sido determinado contra él por el rey.
(8) Y volvió el rey del jardín al lugar donde se celebraba el banquete, y he aquí que Hamán estaba arrodillado ante el reclinatorio donde estaba Ester. Entonces exclamó el rey: “¿Acaso querrá forzar a la reina delante de mí en mi propia casa?”. No bien hubo salido tal exclamación de la boca del rey, (los eunucos) cubrieron el rostro de Hamán.
(9) Y dijo Harbona, uno de los eunucos que estaban delante del rey: “¡También he allí colocada en la casa de Hamán una horca de cincuenta codos de altura que mandó hacer Hamán para Mardoqueo, quien habló en provecho del rey!” Y ordenó el rey: “¡Colgadle allí!”.
(10) Colgaron pues a Hamán en la horca que él había preparado para Mardoqueo, y apaciguóse la ira del rey.
CAPITULO VIII
AQUEL mismo día el rey Asuero dio la casa de Hamán, el enemigo de los judíos, a Ester la reina. Y vino Mardoqueo ante el rey, porque Ester le había dicho qué era él con relación a ella.
(2) Y quitóse el rey su anillo, que se lo había sacado a Hamán y se lo dio a Mardoqueo. Y Ester puso a Mardoqueo sobre la casa de Hamán.
(3) Y habló Ester nuevamente ante el rey, prosternándose, y con lágrimas en los ojos le rogó que anulara las disposiciones que Hamán el agueo había dictado contra los judíos.
(4) Y el rey extendió a Ester el cetro de oro, y levantóse Ester y se puso de pie delante del rey.
(5) Y dijo ella: “Si le place al rey, y si he hallado favor ante sus ojos, y la cosa le parece acertada al rey y yo fuese grata ante su vista, sea escrito que se rectifiquen las cartas ideadas por Hamán hijo de Hamdata el agagueo, que él hizo escribir para destruir a los judíos que viven en todas las provincias del rey,
(6) ya que ¿cómo puedo soportar el mal que será hecho a mi pueblo, y cómo puedo sobrellevar el ver la destrucción de mi linaje?”.
(7) Entonces les dijo el rey Asuero a Ester la reina y a Mardoqueo el judío: “He aquí que he dado a Ester la casa de Hamán, y él fue colgado en (su propia) horca, porque puso su mano sobre los judíos.
(8) Escribid ahora con respecto a los judíos como bien os pareciere, en el nombre del rey, y selladlo con el anillo del rey, porque lo que se escribe en el nombre del rey y se sella con el anillo del rey nadie puede revocarlo”.
(9) Fueron entonces llamados los escribas del rey, en el mes tercero, que es el mes de Siván, en el día trece, y fue escrito conforme a todo lo que dispuso Mardoqueo con relación a los judíos, a los sátrapas, y a los gobernadores y príncipes de las provincias que están desde la India hasta Etiopía, ciento veintisiete provincias, a cada provincia conforme a su escritura, y a cada pueblo según su idioma, y a los judíos según su escritura y según su lengua.
(10) Y escribieron en el nombre del rey Asuero, y lo sellaron con el anillo del rey, y enviaron cartas por correos a caballo, quienes emplearon veloces corceles de las caballerizas reales. (Escribieron)
(11) que el rey había dispuesto que los judíos de cada ciudad se reunieran para defender sus vidas y destruyeran y exterminaran a todas las fuerzas que los acometieran, incluso a los niños y a las mujeres, y tomaran los despojos por botín,
(12) todo en un día en todas las provincias del rey Asuero, es decir, el día trece del mes duodécimo, que es el mes de Adar.
(13) Copia de la escritura que había de darse como edicto en cada provincia y que fue publicada para todos los pueblos, (notificando) que los judíos debían prepararse para ese día con el fin de vengarse de sus enemigos.
(14) Partieron pues presurosamente los emisarios en los veloces corceles criados al servicio del rey, apremiados por la orden del rey, y se difundió el (correspondiente) edicto en Susán la capital.
(15) Y salió Mardoqueo de la presencia del rey en reales atavíos de colores azul y blanco, y con una gran corona de oro, y con un manto de lino fino blanco y púrpura. Y la ciudad de Susán lo aclamó y se regocijó.
(16) Para los judíos había luz y gran alegría. Era un buen día, día de fiesta. Y muchos de entre los pueblos de la tierra se tornaron judíos, porque el temor a los judíos había caído sobre ellos.
CAPITULO IX
Y EN el mes duodécimo, que es el mes de Adar, al día trece del mismo, cuando la orden del rey y su edicto estaban a punto de ejecutarse, en el día en que los enemigos de los judíos esperaban prevalecer sobre ellos, ocurrió precisamente lo contrario, que los judíos prevalecieron sobre quienes les odiaban.
(2) Los judíos se reunieron en sus ciudades de todas las provincias del rey Asuero, echaron mano de todos los que procuraban su daño y nadie pudo resistirlos, porque el temor a los judíos había caído sobre todos los pueblos.
(3) Y todos los principes de las provincias, y los sátrapas, y los gobernadores, y los funcionarios menores del rey, ayudaron a los judíos, porque el temor a Mardoqueo había caído sobre ellos.
(4) Por cuanto Mardoqueo se había engrandecido en la casa del rey, y su fama se extendía a todas las provincias, y se hacía de día en día más poderoso.
(5) Y los judíos hirieron a todos sus enemigos a filo de espada, con matanza y destrucción. Hicieron lo que quisieron con quienes les odiaban.
(6) En Susán la capital los judíos mataron y exterminaron a quinientos hombres.
(7) a Parsandata (Parshandata) y a Dalfón, y a Aspata,
(8) y a Porata, y a Adalías (Adaliyá), y a Aridata,
(9) y a Parmasta (Parmashtá), y a Arisay, y a Ariday, y a Vaizata.
(10) los diez hijos de Hamán, hijo de Hamdata, el opresor de los judíos, los mataron, pero en el botín no pusieron la mano.
(11) En aquel día fue informado el rey del número de los que habían sido muertos en Susán la capital.
(12) Y el rey le dijo a Ester la reina: “Los judíos han muerto y destruído a quinientos hombres en Susán la capital, y a los diez hijos de Hamán. ¡Qué habrán hecho pues en el resto de las provincias del rey! Y ahora, cualquiera sea tu petición, te será concedida, y cualquiera sea tu demanda, será ejecutada”.
(13) Y dijo Ester: “Si le place al rey, sea permitido a los judíos que están en Susán hacer mañana conforme al edicto de hoy, y que sean colgados en la horca los diez hijos de Hamán”.
(14) Y el rey ordenó que así se hiciera, y se publicó en edicto en Susán, y colgaron a los diez hijos de Hamán.
(15) Y los judíos que residían en Susán se reunieron el día catorce del mes de Adar y mataron a trescientos hombres en Susán, pero de los despojos no echaron mano.
(16) Y también se agruparon los demás judíos que vivían en las provincias del rey, y pelearon por sus vidas, y tuvieron descanso de sus enemigos luego de haber matado entre los que les odiaban a setenta y cinco mil, pero del botín no echaron mano, (17) el día trece del mes de Adar. Y el día catorce del mismo descansaron, y lo hicieron día de fiesta y de alegría.
(18) Pero los judíos que estaban en Susán se agruparon los días trece y catorce, y descansaron el día quince, haciéndolo día de fiesta y regocijo.
(19) Por eso los judíos de los pueblos y los que habitan en las ciudades no muradas hacen del día catorce del mes de Adar un día de fiesta y de alegría, un día bueno y de enviar regalos los unos a los otros.
(20) Y escribió Mardoqueo tales cosas, y envió cartas a todos los judíos que había en todas las provincias del rey Asuero, tanto las cercanas como las lejanas,
(21) para que se reunieran en la celebración del día catorce del mes de Adar y el día quince del mismo, todos los años,
(22) como días en que los judíos tuvieron descanso de sus enemigos, en un mes que se convirtió para ellos de mes de pesadumbre a mes de júbilo, y de (tiempo de) duelo a día bueno, día de enviarse presentes los unos a los otros y dádivas a los pobres.
(23) Ylos judíos se comprometieron a seguir esa practica ya iniciada, como Mardoqueo les había escrito,
(24) porque Hamán hijo de Hamdata, el agagueo, enemigo de los judíos, había tramado la destrucción de los judíos y había echado suertes (purim) para (determinar la fecha de) la destrucción y el exterminio,
(25) pero cuando Ester recurrió al rey, éste ordenó por cartas que los malvados designios contra los judíos recayeran sobre la propia cabeza de Hamán, y que él y sus hijos fuesen colgados de la horca.
(26) Por tanto llamaron a esos días Purim. Como consecuencia de todas las palabras de esa carta, y de lo que les había ocurrido,
(27) los judíos decidieron que ellos, su simiente y todo los que se les unieran, continuasen observando escrupulosamente esos dos días conforme a lo establecido y según el tiempo señalado, cada año,
(28) y que esos días fuesen recordados y observados por cada generación, cada familia, cada provincia y cada ciudad, y que nunca dejaran de observarse esos días de Purim ni pereciera su memoria de su simiente.
(29) Y Ester la reina, hija de Abigail, y Mardoqueo el judío, registraron todas las escrituras confirmatorias de esa segunda carta de Purim.
(30) Y él envió cartas a todos los judíos de las ciento veintisiete provincias del reino de Asuero, con palabras de paz y de verdad,
(31) para confirmar esos días de Purim en sus fechas señaladas, según Mardoqueo el judío y Ester la reina habían ordenado respecto de ellos, y según ellos mismos habían dispuesto para sí y para su descendencia, junto con lo concerniente a los ayunos y a las plegarias.
(32) Y la orden de Ester confirmó esos reglamentos de Purim, y ello fue escrito en el libro.
CAPITULO X
E IMPUSO el rey Asuero un tributo sobre la tierra, y sobre las islas del mar.
(2) Y todos los actos de su poder y la relación completa de la grandeza de Mardoqueo, de cómo lo enalteció el rey, ¿no están escritos en et libro de las cronicas de los reyes de Media y de Persia?
(3) Porque Mardoqueo el judío era segundo en importancia luego del rey Asuero, y era grande entre los judíos, y aceptó a la multitud de sus hermanos, pues buscaba el bien de su pueblo y hablaba paz a toda su simiente.
#Purim
Fuente: Biblia Paralela
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