ANA JEROZOLIMSKI
Shabtai Shavit hace ya tiempo que se retiró del Mossad, el Servicio de Inteligencia Exterior de Israel, pero tiene bien claros los recuerdos de aquellos años 90, cuando desde Buenos Aires le llegaron las noticias sobre los atentados contra la embajada de Israel, en 1992, y contra la AMIA, en 1994. Jefe del Mossad entre 1989 y 1995, el tema era preocupante, pero no lo sorprendió. Shavit ya había estado en América latina cuando era número dos en el organismo.
–Usted era el jefe del Mossad cuando fueron cometidos los dos grandes atentados terroristas en la Argentina. ¿Eso lo llevó a América del Sur?
-Mi primera visita al continente fue en 1987 o 1988, cuando era vicejefe del Mossad. Estuve en la Argentina, Brasil, México y Venezuela. Fue mi primer encuentro con los servicios de inteligencia en la zona. Mi primera sensación fue que los servicios de inteligencia eran una herramienta al servicio de los políticos. Uno de los elementos más importantes en ese mundo es en qué medida un servicio es profesional y no un instrumento de los políticos. Eso incide negativamente sobre las relaciones de trabajo que puede desarrollar. Uno es más reservado, más cauteloso, y tiene que pensar si toda información que considera que sería bueno compartir con el otro servicio de inteligencia no la usarán con fines políticos.
–No mucho después fue el atentado contra la embajada. ¿Estaban dadas las condiciones para algo así?
-El presidente era Carlos Menem, que era primero sirio y después argentino. En la Casa de Gobierno, gran parte del trabajo se llevaba adelante en árabe. Es cierto que Menem vino de visita a Israel, fue muy simpático y se presentó como gran amigo del país. Pero eso fue sólo para los medios. Había algo más general. En la mayor parte del mundo, las comunidades árabes se dedican a los negocios, al comercio, sin intervenir en la vida pública. América del Sur es una excepción. Y en los servicios de inteligencia argentinos, así como en la policía, había no pocos árabes.
-¿Ayudaron a que los atentados fueran posibles?
Estoy diciendo que esto da motivos para pensar en dos direcciones. Es posible que elementos en la policía o los servicios de seguridad hayan ayudado, directa o indirectamente, a quienes planificaron y cometieron los atentados.
–Es una acusación muy grave…
Lo digo a nivel de especulación. Recordemos que no está prohibido que un hombre de la inteligencia use su inteligencia. Más seguro es que después de los atentados no logramos recibir una colaboración de ningún tipo de la policía ni de los servicios de seguridad. Hubo atentados terribles. Israel fue a pedir ayuda, pero aunque fueron muy simpáticos en el trato y sonrieron mucho, como buenos anfitriones, en la práctica no nos dieron nada. Y hay otros elementos: es clave lo de la Triple Frontera.
-¿Usted estuvo allí?
Así es. Todo aquel que visitó en ese tiempo esa frontera entre la Argentina, Brasil y Paraguay y conoce Medio Oriente seguramente habrá tenido recuerdos de alguna localidad libanesa. Yo estuve allí.
-¿Qué le impactó?
Recuerdo claramente que Ciudad del Este era una ciudad de crimen, drogas, contrabando, pasaportes falsos, todo lo que se le puede ocurrir a un criminal. Y todo se conseguía muy barato. Allí empezó el atentado, de allí salieron los perpetradores. Funcionaba un punto de encuentro muy intenso e íntimo entre elementos de Hezbollah y del crimen internacional. Cada uno aprovechaba las ventajas relativas del otro. Si alguien precisa explosivos o armas para un crimen, Hezbollah podrá proporcionarlos. La embajada de Irán, que en Buenos Aires es muy grande, ayudó a introducir equipos y municiones utilizando el correo diplomático, y a realizar transferencias de dinero.
-¿A esas conclusiones llegaron sin la ayuda de la inteligencia argentina?
-La información de inteligencia se fue acumulando durante años, pero no recibimos nada directo de la Argentina. Al contrario.
-¿En el Mossad tenían en claro que era una zona muy propicia para organizar el atentado?
En las reuniones en que se analizaba qué lugares del mundo podían ser más propicios a atentados, los más peligrosos, se apuntaba sin dudas a la Argentina.
-¿En qué medida Israel se siente responsable por la seguridad de las comunidades judías?
-El tema de la seguridad de las colectividades judías en el exterior es delicado. El Estado de Israel se considera responsable por la integridad y seguridad de los judíos donde quiera que estén. Pero la traducción práctica de este concepto es limitada. El gobierno local debe estar comprometido, dado que sus miembros son sus ciudadanos. No recuerdo en absoluto que luego del atentado contra la AMIA en la Argentina hayan tomado decisiones que se parezcan siquiera a lo que vimos hace pocas semanas después de los atentados contra blancos judíos en París y Copenhague.
-¿América latina corre el peligro de volver a ser escenario de atentados terroristas?
-América del Sur es casi por definición una región cómoda para la actuación de organizaciones terroristas.
Fuente:cciu.org.uy
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