La Pequeña Judith

SILVIA SCHNESSEL PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO 

por Isaac Bensinior Galindoz

Izmir (Esmirna)

Esta es una historia real, tan real que es parte de mi familia materna.

Se trata de un hecho verídico, inédito, que tuvo lugar en la ciudad de Esmirna a orillas del Mar Egeo que fue cuna de mis ancestros y mía también.
La protagonista fue una niña de doce años llamada Judith que cursaba el 
último grado de la primaria, la menor de tres hermanas.

Muchas tardes, al salir del colegio, veía un hermoso carruaje estacionado junto a la acera. En él, un joven guapísimo que no dejaba de mirarla insistentemente…

Una tarde la niña, llena de coraje, se acercó diciendo si la llevaba a dar un paseíto….
Como un robot, el guapo la ayud
ó a subir, diciendo: “¿Te gustaría pasear por El Cordón?”, (la costanera de Izmir”).

La niña, muy emocionada, asintió con un movimiento de cabeza. El carruaje enfiló por la gran avenida, mientras el guapo le preguntaba, “¿Dónde vives?” –“En la judería”, respondió, “cerca de Agar Bazar (como decir: el shuk -mercado-), en el barrio del Azareto (era un predio donado por el gobierno turco a la Comunidad Judía, para familias de pocos recursos)”. –“¿Y cuál es tu nombre? “–“Judith. Judith Galindoz”. –“¿Y cuántos años tienes?” –“Doce y ya termino la primaria”.

El carruaje ya llegaba al final de la Costanera cuando el joven le dijo si quería conocer donde él vivía…

Pensándolo un instante, Judith le contestó: “si no es muy lejos…” El carruaje aceleró la marcha mientras la niña le decia: “hasta ahora yo no se nada de vos. –¿Puedo saber tu nombre?…” –“Me llamo Alí Zuleimán, tengo diecisiete años y estudio en la Escuela Militar para llegar, algun día, como mi padre a ser General”.

 

Izmir (Esmirna)

En ese momento el carruaje tomó un sendero cubierto de palmeras que terminaba frente a una gran mansión.  Para la pequeña Judith, era como un Castillo de Hadas. De un salto el chaval se apeó diciendo:

“Esta es la casa de mis padres”. Tomándola de la cintura la ayudó a bajar, mientras, un hombre se hacía cargo del carruaje. La niña se quedó muda, sin saber qué decir. Al entrar sintió miedo… El joven se quitó los zapatos,  haciéndole señas que hiciera lo mismo.

Caminaron sobre tupidas alfombras hasta llegar al salón donde la mamá y sus hermanas tomaban té. “Madre, te voy a presentar a quien va a ser mi mujer!!”

Mientras todo eso ocurría; el Barrio del Azareto estaba alborotado por la desaparición de Judith. Ya al anochecer, los padres fueron a hacer la denuncia. Durante una semana nada se sabía. Al octavo día, un militar de alta graduación, montado a caballo igual que los dos soldados que le acompañaban, al cruzar el viejo portón de la judería del Azareto y preguntar por los padres de Judith, fue todo un revuelo, las voces de la judería hicieron que la madre de la niña, llorando sin contenerse apareciese en el momento que el militar se apeaba de su corcel diciendo: “Señora, no llore, su hija está muy bien cuidada y va a vivir como una princesa, en casa tendrá las mejores maestras, y cuando la niña cumpla los trece años y mi hijo dieciocho se casarán, entonces podrán visitarla todas las veces que deseen”.

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Durante años, la visitamos, mi tia vivía como una Reina, en la pintoresca ciudad balnearia de Karshí Aká. Muy bien recuerdo, tan pronto llegábamos de visita, yo me iba a la huerta, acompañado de una chiquilina de mi misma edad, hija de una de las empleadas domesticas, para jugar a la pelota con una pequeña sandía que arrancábamos.

A principios de 1923, antes de emigrar para Argentina, teniendo yo la edad de diez años y meses, fuimos todos a despedirnos de la tía Judith, incluyendo mi abuelita Bojora, madre de Judith. Aun hoy, después de tantos años no puedo olvidar el dolor de mi tía Judith, que, contando apenas treinta años, se despedía de toda su familia… Su esposo Alí nos llevo en su carruaje “el mismo con el que descubrió a su amada Judith”, hasta la estación del tren, que, ni bien subimos arrancó… mientras el pobre Alí gritaba: –“escriban pronto”!!

Mar Egeo, en la costa de Esmirna.

Durante años mi madre mantuvo correspondencia con mi tía Judith…. –Recuerdo, mientras nos leía una de esas cartas recién recibida, de varias carillas,  mi hermanita, que también se llamaba Judith le preguntó: Mami, ¿por qué la tía no tiene hijos?… “Quieren vivir como novios eternamente”

Casi medio siglo después, el mes de marzo de 1972, mi esposa, hicimos un viaje a Esmirna, donde aun hoy tengo parientes. 


A nuestra llegada a Izmir, lo primero que hicimos fue, junto con mis primos visitar la casa donde yo viv
ía, en el pintoresco barrio de Budur Alí
Se imaginan amigos m
íos cuántas nostalgias surgen en pocos segundos… Desde allí, continuamos, en tres autos toda la mishpajá (familia), éramos 14, hasta Karshí Aká. Yo recordaba muy bien el lugar. Estaba ansioso por regresar a la casa de mi tía Judith! Al llamar a la puerta apareció una mujer preguntando que nos traía… mientras ella y yo nos mirábamos… como si nos conociéramos…


Claro, claro que sí, era la empleadita de mi tía que me acompañaba a jugar con la sandía!!!!: Nos abrazamos como hermanos ante la curiosidad de todos!!. Al entrar les pedí a mi gente que se sacaran los zapatos. La señora, prendida de mi brazo, le explicó en su idioma, a la dueña –hermana menor de Alí, cuñada de mi tía Judith — quién era yo…

Después de un rato de conversación, le pregunté si tenían alguna foto de mi tía para que  mi señora Dorita y mis primos la pudieran conocer… La dueña de casa, seguidos de todos nosotros, plus mi amiguita de la niñez, que seguía aferrada de mi brazo… nos llevó al dormitorio de Judith y Alí.  “diciendo que solo se entraba para limpiar”. En una de las paredes, un cuadro hecho al lápiz, en tamaño natural de mi tía Judith, tal cual la vi el día de la despedida!!

Supimos que mis tíos, es decir sus restos, estaban en el cementerio Militar, sobre la Avenida principal.

Al día siguiente Dorita y yo nos acercamos al “Campo Santo”, no tuvimos nada que preguntar, pues, casi al entrar por la gran avenida descubrimos un monumento de mármol blanco en forma de carruaje, en él dos jarrones llenos de claveles, en cada uno con letras de bronce decía:


Alí Zuleimán Pashá—————–Judith Galindoz de Zuleiman

2 /7 /1969————————– 30/9 /1969

De los brazos del carruaje cuelga una placa de bronce que brillaba como si fuera de oro:
“Eternamente Juntos”

Isaac Bensinior Galindoz

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Silvia Schnessel: Silvia Schnessel es corresponsal de Enlace Judío en España. Docente y traductora, maneja el español, el hebreo, el francés, el inglés y el catalán. Es amante del periodismo, del sionismo y de Israel.