HÉCTOR RIVERA
Cuando Adolfo Hitler arribó al poder en Alemania el 30 de enero de 1933 tenía muy claras sus intenciones. Apenas un mes y medio después comenzó a funcionar en Dachau, en Múnich, el primer campo de concentración del gobierno nazi. Había tenido mucho tiempo para calcular sus decisiones, para decantar sus obsesiones.
En particular durante su estancia en la prisión de Landsberg, a la que fue a dar con una condena de cinco años luego de su intento de golpe de Estado en 1923. Ahí no solo purgó en realidad nueve meses de encierro, también se la pasó bomba: apenas llegado al reclusorio celebró su cumple número 35 con una fiestón con 40 invitados, recibió montones de visitas de amigos y seguidores e hizo tratos con la Mercedes Benz para que le vendieran con descuento un auto que le gustaba. Al final, salió de la cárcel con el manuscrito casi concluido de Mi lucha bajo el brazo, el volumen con su funesto ideario que había escrito en la placidez de su encierro. Entre otras cosas, se había dado tiempo también para acordar con sus editores plazos de entrega del original y adelantos por cobrar por concepto de derechos de autor. El volumen de 748 páginas fue publicado en 1925 y luego del arribo de Hitler a la cancillería se convirtió en una lectura obligatoria para los alemanes, un best-seller con unos 12 millones de ejemplares vendidos.
Tres años después del final de la oleada de sangre que había orquestado en Europa el nazismo en el curso de la Segunda Guerra Mundial, en 1948, un tribunal alemán trasladó a las autoridades de Múnich todos los derechos de propiedad del para entonces ya difunto líder del nazismo, incluidos los de la explotación editorial de Mi lucha, que implicaban al mismo tiempo un sobreentendido ruego: impedir por todos los medios a su alcance la difusión del ideario de Hitler. El gobierno bávaro se preocupó desde entonces por el destino del texto de Hitler sin perder de vista una fecha marcada en el calendario, el 31 de diciembre de 2015. A finales de este año, en efecto, habrán de caducar los derechos de autor de Mi lucha, que pasarán entonces al dominio público.
Aunque la venta del llamado libro maldito está permitida en las tiendas de antigüedades y por internet, y puede ser adquirido en versiones traducidas en librerías de otros países, como Gran Bretaña, muchos tiemblan ante la posibilidad de que sus páginas sacudan de nuevo el ánimo de los alemanes. Sin embargo, una edición académica, con miles de observaciones críticas, se ha ido abriendo paso desde hace años en medio de encendidos debates y está a punto de aparecer en dos tomos y a un alto precio, acogiéndose a la fecha que tanto teme la autoridad bávara.
Una fecha y una edición que habrán de tomarle la temperatura al gobierno en beneficio de los editores comerciales que se preparan para hacer el negocio de su vida con un libro escrito con la sangre de millones de inocentes.
*Profesor-investigador de la UAM-Iztapalapa
Fuente:milenio.com
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