GABRIEL ALBIAC
“Tengo miedo de que mi país se estrelle”, declaraba anteayer el primer ministro de Francia, Manuel Valls. Él y Sarkozy son últimos asideros frente a un extravío que muchos temen si retorno: el de la ola en ascenso de un populismo que Francia no veía alzarse así desde hace setenta años. A la espera de un choque del cual todo va a salir destruido. En Francia, su marca electoral es Frente Nacional. Y su rostro, Marine Le Pen. Pero no es demasiado distinto en el resto de Europa. Los populismos compensan sentimentalmente a quienes –¡pobres inválidos!– se arrebujan al cobijo de sus mitologías. Para cuando despierten será ya tarde. Y, una vez la quiebra consumada, no habrá marcha atrás.
“¿Puedo hablarles de la angustia, de mi angustia, de mi miedo por mi país?” No es de lo más común escuchar a un gobernante decir así su zozobra ante la devastación que viene. Los de Le Pen en Francia, como los discípulos de Chávez en España, significan la ruina. Sin matices. Retóricas infantiles en torno a codiciosas maldades capitalistas con corazón de hielo en Alemania; exigencias de, o bien vivir a costa de las subvenciones de la UE, o bien abandonar la esclavitud de una Europa de mercaderes… Ni siquiera tiene gracia como chiste. Se llama bancarrota.
Lepenistas franceses como bolivarianos españoles construyen el tercer mundo sobre Europa. Por eso les es tan grato lo sucedido en una Grecia que, apenas salida del parasitismo que compró su posición estratégica en el frente de la guerra fría, apuesta por seguir parasitando a la UE con el chantaje de una venta militar que abriese el Mediterráneo de par en par a Putin. Pero Grecia es tercer mundo. Y nunca debió ser admitida en la Unión, que se asentaba sobre una economía liberal moderna. Para España y para Francia, la escalada populista representa una caída del todo al cero que ninguna lógica autoriza. Y cuya pringosa retórica humanitaria sólo puede producir asco: el asco ante una estupidez que traerá inevitable pobreza.
El 28% populista que anuncian las encuestas en la elecciones departamentales francesas, es para Valls un drama. Que anuncia una tragedia: la posible victoria de Le Pen en las presidenciales. La fuerza bolivariana, que reivindica en España un programa económico idéntico al del Frente Nacional en Francia, anda por el 22,5 % en los sondeos. Sin que aquí dispongamos del mecanismo corrector de la doble vuelta, que permite al elector francés votar, en la segunda jornada, contra aquel en quien vea un riesgo mayor para sus intereses. Con el sistema electoral español, ese 22,5% de los bolivarianos es muchísimo más peligroso que el 28% de su versión lepenista. De confirmarse, fracturaría el mapa de la representación y bloquearía por completo el parlamento. En una situación de emergencia económica como la actual, sería la peor hipótesis de todas las posibles.
“Reivindico la estigmatización de Marine Le Pen”, proclama Valls. Pero habla en Francia. ¿Quién, en España, tendrá el coraje de decir lo mismo?
Fuente: abc.es
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