LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO
La Festividad de Purim
El 3 y 4 de marzo pasado, los judíos celebraron en todo el mundo la fiesta que conmemora la salvación del pueblo judío de su exterminio que ordenó el rey persa Ajashrerosh que de acuerdo a la Meguilá (rollo de pergamino) que contiene la historia de Ester, esposa de Ajashrerosh en el año 450 AC. En aquél entonces el Imperio Persa dominaba 127 países y los judíos, eran entre otros pueblos, sus súbditos. Ajashrerosh no odiaba a los judíos, empero, su primer ministro, Aman, quien convenció al primero que acabara con ellos, enfurecido porque se negaron a postrarse frente a él.
La Meguilá de Ester narra que ella, le confesó al Rey su identidad judía, que él desconocía, entonces éste perdonó a los judíos y ordenó que se ahorcara a Haman y fuera reemplazado por Mordejai, tío de Ester, quien cuidó de ella desde muy pequeña cuando sus padres murieron. Así, Purim significa suerte, la que tuvieron los judíos al no ser exterminados por Ajashrerosh. Purim representa una fiesta de liberación que se festeja con alegría; señala el regocijo de las personas, que envían regalos a sus parientes y amigos; asimismo, constituye una mitzvá (una buena acción con carácter obligatorio) entregar a los pobres alimentos o dinero. Purim, al igual que la fiesta de Janucá (de las luminarias) es más una celebración nacional que religiosa y, a pesar de ser una festividad alegre, los judíos tienen la obligación de orar y ayunar en la víspera, en recuerdo a los judíos persas que ayunaron ante el inminente hecho que pudo haberlos llevado a su exterminio.
En Purim las familias comen y beben abundantemente; en esta celebración la embriaguez pública, como expresión de alegría, es abiertamente tolerada y alentada; también se acostumbra que las personas se disfracen, particularmente los niños, en alusión al milagro.
En este contexto, mi hija menor, Tali, quien es practicante judía, me invitó a la celebración de Purim en el templo de la Comunidad Judía, situado en las calles de Acapulco, en la Colonia Condesa. La única celebración de Purim que recuerdo a la que había asistido previamente, fue cuando cursaba la primaria en el Colegio Israelita Yavne, a finales de los cuarenta del siglo pasado, y fui elegido por mi maestra para ser el rey Ajashrereosh, historia que relaté en una de las primeras Crónicas que elaboré. La fiesta en el Templo de Acapulco fue organizado por mi hija; creo que asistieron 450 personas. Cuando hay fiesta y diversión generalmente todo el mundo asiste.
Como lo indica la tradición, el festejo de Purim se inició con la lectura de la Meguilá de Ester por parte del Rabino de ese templo. La concurrencia de fieles al principio fue escasa, no obstante, fue aumentando en la medida que se acercaba la hora de la comida y de la recepción. Predominó la presencia de jóvenes madres con sus hijos, muchas de ellas disfrazadas; al final de la fiesta hubo un concurso para premiar a los tres mejores disfraces. Durante la lectura de la Meguilá, cuando el rabino mencionaba el nombre de Haman, adultos y niños hacían ruido con matracas, silbatos y golpeando el piso con los pies con el propósito de que ese nombre fuese borrado de la vida judía. El rito me emocionó y fui consciente que también los judíos podemos “hacer mofa de nuestros enemigos”, de que basta de agachar la cabeza cuando nos insultan o nos atacan.
Por lo demás, estuve feliz de la asistencia a la festividad de mi nieta Orli, de tres meses; quien estuvo asombrada por el retumbar de los tambores. Su mamá, Tali, se veía guapísima; doble orgullo para mi vanidad.
Por otra parte, percibí que la mayor parte de los presentes en la lectura de la Meguilá no participaba emocionalmente en la misma, incluso, mostraban una actitud de apatía; ello puede ser un presagio que con el tiempo, por falta de participación de fieles en los rezos y ceremonias de las sinagogas, éstas se vean precisadas a cerrar sus puertas, tal como está sucediendo con iglesias católicas y templos protestantes en Europa; que están siendo utilizados para otros propósitos: salas de conferencias, exposiciones y otros eventos. Sin embargo, tengo entendido que en esta fiesta de Purim la asistencia a templos, escuelas y sedes comunitarias fue muy numerosa, quizá por la intensa promoción que se hizo de ella en las redes sociales; no obstante, creo que lo importante es que exista un sentimiento místico de los concurrentes hacia los valores del judaismo, más que un deseo legítimo de diversión.
En la fiesta de Purim me encontré con Raquel, compañera de la primaria, y vecina de la colonia Narvarte. Su padre fue amigo del mío, ambos eran del gremio de los sastres (shnaiders). Después de varias décadas de no vernos, sólo intercambiamos unas palabras; el tiempo borra los lazos de amistad del pasado. También en el templo se acercó a mí una persona mayor, quien me expresó que leía mis artículos y que le agradaban; empero, tuvimos una pequeña fricción al comentarme que debiera escribir sobre la conducta impropia del primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu (BN) al reclamar al presidente Obama, por las concesiones que EUA está haciendo a Irán en la negociación de su programa nuclear, y que de acuerdo a BN, amenazan la existencia de Israel; la persona en cuestión me dijo “no se puede escupir a la mano que te da de comer”, refiriéndose a que Israel vive del apoyo y la ayuda de EUA, que Israel necesita de EUA. Me parece que el pronunciamiento de BN es legítimo, lo ha afirmado repetidamente, es su obligación velar por la seguridad de Israel. Por lo demás, pienso que de alguna forma la seguridad de EUA, también depende de Israel, es el único Estado democrático en el Medio Oriente en el que se puede confiar; el ex presidente de España, José María Aznar, comentó el año pasado que Israel es la primera defensa de Occidente frente a la amenaza del Islam fundamentalista, si cae Israel, cae Occidente.
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