AFP
Las organizaciones humanitarias se enfrentan a una casi “misión imposible” para ayudar a millones de víctimas del conflicto en Siria, al tener que hacer frente a un gobierno sirio que otorga autorizaciones con cuentagotas y a un grupo Estado Islámico hostil.
Cuando Siria encara su quinto año de cruento conflicto, numerosas oenegés expresan su amargura.
“Existe una enorme frustración, ya que lo desplegado no está para nada a la altura de las necesidades. Es una crisis humanitaria sin precedentes”, asegura Dunia Dejili, responsable de Médicos Sin Fronteras (MSF) en la región, quien dice no haber visto nunca un lugar “donde se impidiera la acción humanitaria hasta ese punto”.
“Es un conflicto marcado por una caza por parte del régimen de Damasco contra el personal sanitario, ya que curan a la oposición, y por parte del Estado Islámico, porque somos infieles”, comenta Jean-Hervé Bradol, del Centro de Reflexión sobre la Acción y los Saberes Humanitarios (CRASH), perteneciente a la Fundación MSF.
Aunque es capaz de desplegar importantes medios, MSF se ve frenada en Siria: sin autorización para trabajar en las zonas controladas por Damasco, sin interlocutores válidos en la oposición y haciendo frente a un contexto muy peligroso.
A pesar de que la oenegé consiguió mantenerse en las zonas bajo control de los yihadistas del EI, el secuestro de cinco de sus voluntarios en enero de 2014 hizo pedazos el frágil acuerdo y puso fin a la presencia del personal extranjero. Los cooperantes fueron liberados cinco meses más tarde.
Al igual que la mayoría de oenegés, las seis estructuras médicas de MSF en el país trabajan ahora con personal local, menos expuesto a los secuestros.
Sin embargo, el responsable local de Acción Contra el Hambre, Rob Drouen, destaca la dificultad para “encontrar personal calificado”, tras la huida de millones de sirios, entre ellos médicos y enfermeras, a consecuencia de los combates.
Y, respecto a los sirios empleados en las organizaciones humanitarias, hacen frente a “un riesgo considerable”, lamenta Léa Gibert, encargada de la crisis siria en Médicos del Mundo.
Por su parte, la oenegé francesa Secours Islamique (Socorro Islámico), una de las pocas organizaciones autorizadas por Damasco, se felicita por esta “allí donde se necesita ayuda”, pero, sin embargo, tuvo que aceptar varias condiciones.
Entre las exigencias de Damasco figuran el no trabajar “con asociaciones locales” o en zonas no controladas por el gobierno sirio, explica Stéphane Lobjois, responsable del área de Urgencias. “Podrían expulsarnos”.
“La ayuda humanitaria imparcial en tiempos de guerra nunca es fácil, pero aquí hay una mayor complejidad y peligro. A su lado, Somalia y Afganistán (…) nos parecen [terrenos] más sencillos”, explica Jean-Hervé Bradol. “Esto parece un poco misión imposible”, resume Léa Gibert.
Frente a la imposibilidad de aportar la ayuda necesaria, las organizaciones humanitarias señalan a la comunidad internacional, incapaz de imponer las resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas sobre la protección de civiles.
Después de cuatro años de conflicto, “el acceso humanitario en Siria se ha reducido”. En 2014, 4,8 millones de personas viven en zonas de “difícil acceso”, es decir, 2,3 millones más que en 2013, alerta una coalición de organizaciones humanitarias en un informe publicado el jueves.
“Sólo cinco de los 34 pasos fronterizos estaban abiertos; nueve de ellos tenían el paso restringido y el resto estaban cerrados”, lamentan las organizaciones.
Las oenegés esperan que el triste aniversario del conflicto ponga en evidencia la catástrofe humanitaria, pero parece que “esto cae completamente en el olvido”, dice Léa Gibert, quien añade: “Nos sentimos un poco solos”.
Fuente:terra.com.mx
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