El hombre que dirige un micro estado hippy en Israel

RAFFI BERG

 

Mientras muchos israelíes se preparan para votar un nuevo parlamento, hay un lugar en el norte del país donde no habrá elecciones: allí gobierna un solo hombre desde hace más de 40 años.

En la costa de Israel, justo al sur del Líbano, hay un cruce hacia un lugar diferente.
Grandes puertas de hierro azul con señales blancas marcan la frontera, pero no hay un puesto de migraciones, los visitantes solo llegan y buscan al presidente.

Esto es Achzivland, quizás el más insólito pedazo de territorio en Medio Oriente. Tiene los emblemas de un estado: una bandera (de una sirena), un “himno” nacional (el sonido del mar) y una constitución que declara al presidente democráticamente electo por su propio voto (que en realidad nunca fue emitido).

Achzivland también tiene un Parlamento – una estructura de madera con una mesa redonda rodeada de almohadones – aunque no tiene diputados y jamás ha sesionado.
También expide – y sella – su propio pasaporte, que pide que se permita a los portadores “pasar libremente sin impedimentos”.

Instalado en un paisaje pintoresco y con una historia que se remonta a los fenicios, Achzivland ha sido gobernado por su habitante de más edad, Eli Avivi, y su devota primera dama, Rina, desde que la pareja se “separó” de Israel en 1971.

Gobierno de un hombre solo

Junto al Sultán de Omán, el “Presidente Avivi” es el gobernante más viejo de la región, y ha sobrevivido a varios intentos de expulsión por parte de una de las naciones más poderosas en Medio Oriente.

No sorprende que Israel nunca haya reconocido a Achzivland.

Pero el pequeñísimo “estado” se ha mantenido firme, con un coraje que va más allá de su tamaño.

Con 85 años, Eli ahora es frágil, le cuesta oír y se mueve despacio. Pero con el largo cabello blanco, su caftán y su vara de pastor, su figura es coherente con su legendaria reputación.

Descansado fuera de su “palacio”, una pequeña cabaña de madera abanicada por la brisa del mar, Eli recorre con la mirada la tierra en la que ha vivido y luchado desde los años 50.

“Soy el presidente de un país muy pequeño”, dice con voz áspera y débil.

“Pero tengo muchos problemas con el gobierno de Israel. No querían que viviera aquí e hicieron todo lo que pudieron para alejarme de aquí”.

“Fue una especie de guerra entre el gobierno y yo”.

Nacido en Persia (ahora Irán), llegó con solo dos años a lo que entonces era el Mandato británico de Palestina.

De muy joven fue apresado y liberado en numerosas ocasiones por cometer actos de sabotaje contra las tropas británicas.

Luego, a los 15 años se unió a la Palyam –la marina judía “clandestina”- y ayudó a traer refugiados judíos al país, antes de luchar contra los británicos primero y después contra las fuerzas árabes en la Guerra de la Independencia de Israel (1948-49).

Después de la creación del estado de Israel, regresó al mar como marinero y trabajó en barcos que iban desde África a Escandinavia. Así fue que llegó a pasar un año “como un israelí viviendo con esquimales” en Groenlandia.

Caza, pesca y fotos

Pero en 1952, en un viaje para visitar a su hermana, Eli se encontró con Achziv.

Había sido la aldea árabe de pescadores conocida como Al Zib, pero sus pobladores habían huido y se habían reubicado en Líbano cuando fue conquistada por el ejército judío en 1948.

Eli encontró el pueblo abandonado y destruido, y tras años de deambular decidió quedarse. Se puso a pescar y a vender los pescados al kibutz cercano y se construyó una casa.

Achziv era un oasis de tranquilidad y comenzó a atraer a otros jóvenes que llegaban y pasaban el rato con él.

Además de cazar y pescar, Eli se aficionó a la fotografía (con una inclinación por chicas posando desnudas o semidesnudas), un pasatiempo gracias al que produjo más de un millón de imágenes que se guardan en una bodega de Achzivland.

Era una existencia idílica. Pero pronto el ejército israelí reclamó el terreno para una base militar y comenzaron los problemas de Eli con las autoridades.

Tenía la renta de solo dos edificios así que le escribió al primer ministro David Ben-Gurion, quien respondió expresando su apoyo, para disgusto de gran parte de los militares.

Según cuenta Rina, el ejército le permitió quedarse con la condición de que trabajara como espía para el Shin Bet, la agencia de inteligencia israelí, cosa que él hizo.

Eli ganó así su primera batalla, pero le esperaban más y más grandes.

Paraíso hippy

Para subsistir, Eli comenzó a ofrecer alojamiento y con su espíritu libre y relajado Achziv se convirtió en un paraíso para hippies donde los jóvenes se quitaban la ropa, tocaban música, hacían fiestas y tomaban drogas.

“La gente venía a ver el mar, a tomar el sol sin traje de baño, la mayoría fumaban marihuana, era un lugar donde venían a sentirse libres, esa era la idea”, dice Shlomo Abramovitch, un periodista que investigó la historia de esta zona.

“Eli Avivi era una personalidad única. Era muy amigable, un poco como una leyenda entre los israelíes”.

Achziv también fue un imán para las celebridades. Paul Newman pasó por aquí mientras filmaba Exodus en 1966 y Sofía Loren fue una frecuente visitante.

“Cuando vio el lugar le encantó”, recuerda Rina.

“Yo era una adolescente y ella era una de mis ídolos. ¡Y me enseñó a cocinar espaguetis aquí!”

Topadoras

Mientras tanto, al tiempo que el estado israelí se establecía y se expandían los programas de construcción, el gobierno declaró sus intenciones de convertir a Achziv en un parque nacional.

Un día de 1963 envió sus topadoras para demoler lo que quedaba de la antigua aldea, incluyendo el terreno alrededor de la casa de Eli.

Para él, este fue un acto sin sentido de vandalismo histórico y medioambiental.

Cuando Eli, indignado, estaba parado encima de un muro para sacar fotos de aquella destrucción, un buldózer lo embistió y lo dejó con varios huesos rotos, cuenta.

La siguiente intentona llegó en el verano de 1971 cuando las autoridades erigieron una valla alrededor del reducido terreno de Eli, cortándole el acceso a la playa.

En un momento definitorio para el nacimiento de su nación, Eli y Rina rompieron sus pasaportes israelíes y declararon la independencia de Achziv. Fueron detenidos y llevados ante un tribunal.

Según Rina, el juez los acusó de “crear un país sin permiso”, pero solo los multó con una lira (alrededor de U$0,2) y los dejó libres.

El caso del estado hippy separatista empezó a atraer la atención de los medios y esto fue una oportunidad para Eli.

En su nuevo rol como presidente, convocó a una rueda de prensa y lideró una sentada de pacifistas.

“Lo hicimos como publicidad, porque el gobierno era más fuerte que nosotros”, recuerda Rina.

“Los medios empezaron a escribir mucho sobre esto y la gente comenzó a creerlo, y así había más posibilidades de que el gobierno nos dejara en paz”.

Secuestro

De hecho, no era la primera vez que Eli y Rina salían en las portadas de los periódicos: unos meses antes habían estado en medio de un intento de secuestro transfronterizo.

En la noche del 1 de enero de 1971 seis palestinos armados llegaron en bote desde Líbano a la playa de Achziv.

Según Rina, los tripulantes engañaron a los guardias diciendo que eran pescadores que iban a ver a Eli Avivi.

Uno de ellos entró en la casa, pero Rina lo detuvo a punta de pistola, y el hombre soltó su arma y una bolsa con granadas.

“Esperaba encontrar a Eli y le sorprendió ver a una hermosa mujer rubia apuntándole”, cuenta la “primera dama”.

En pocos minutos llegó el ejército y cerraron todos los caminos a varios kilómetros alrededor. Dos hombres fueron capturados en el bote, y los otros tres fueron apresados en tierra.

“La gente vio a miles de soldados que venían hacia aquí, pero como el ejército impuso un bloqueo informativo no sabían por qué, y se corrió el rumor de que Israel se había lanzado a la guerra contra Achzivland”, se ríe Rina.

Según su relato, los infiltrados, que pertenecían a la agrupación Fatah, planeaban secuestrar a Avivi y llevarlo a Líbano.

Cuando se levantó la censura, un periódico sensacionalista reportó el incidente con el titular: “Terroristas querían secuestrar al fotógrafo de desnudos Nº1 de Israel”.

Festival y museo

La fama de Avivi creció y los israelíes comenzaron a llegar desde todas partes del país para conocer Achzivland, a pesar del malestar de las autoridades, que estaban hartas de su desafiante rey hippy.

Así fue que el pequeño estado decidió en 1972 organizar un festival de rock –como Woodstock, dice Rina– que provocó atascos en un radio de alrededor de 100km.

Mientras tanto, Avivi seguía construyendo su estado, poniendo a trabajar a sus invitados en “tareas productivas”.

Montó un notable “museo nacional” en la antigua casa del jefe de la aldea árabe, exhibiendo miles de artefactos que encontró buceando o excavando, desde osarios y piezas de orfebrería hasta instrumentos náuticos.

Por ley, muchos de los objetos pertenecen la autoridad arqueológica de Israel, que los considera en préstamo aunque no reconoce oficialmente el museo.

“Es la única oficina del gobierno con la que no tenemos problemas”, dice Rina.

Durante los siguientes años, tuvo lugar una larga batalla legal entre Avivi, el ayuntamiento local, la Administración de Tierras y la Autoridad de Parques y Naturaleza, pero las autoridades gradualmente se fueron saliendo con la suya.

Malentendido

Gran parte de Achziv fue absorbido por el parque nacional y se prohibió a su presidente organizar festivales allí.

Avivi insiste sin embargo que lo han malinterpretado y que nunca estuvo en contra de Israel.

“Yo amo a Israel, el lugar, pero no al gobierno, porque nunca entendieron por qué vine aquí”, dice.

“No les gustó que hiciera mi pequeño país. Creen que es algo contra Israel, pero no es cierto”.

De hecho, de acuerdo a un reporte, en una demostración de patriotismo, cuando Israel lanzó una gran ofensiva en 1978 contra militantes palestinos en el sur de Líbano, el Presidente Avivi anunció que había abierto su espacio aéreo para que los aviones israelíes sobrevolaran Achzivland.

Tras años de confrontación, las dos partes parecen haber encontrado puntos de acuerdo.

Achzivland le paga al gobierno por el acceso a la playa a través de la valla, mientras que en la carretera principal un cartel oficial señala la dirección hacia “Eli Avivi” (no “Achzivland”, que podría quizás verse como un reconocimiento).

En cuanto al futuro, Eli dice que no tiene planes de designar un sucesor. “Después de que me vaya, mi mujer decidirá lo que quiere”, dice.

Y lo que Rina quiere es preservar Achzivland como un monumento permanente que recuerde a Eli Avivi, según ella “el mejor presidente del mundo”.

“Achzivland no se vende. La vida aquí no está en venta”, dice Rina.

“Todo el que viene siente que es el paraíso y no puedes poner precio a eso”.

Fuente:bbc.co.uk

 

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