Tomar un enfoque colaborativo de negociación con malos actores siempre termina mal. Mejor coaccionarlos.
‘Extraordinariamente razonable,” lo llamó el Presidente Obama en una entrevista transmitida el domingo, refiriéndose al acuerdo entre múltiples partes que está siendo negociado con respecto al programa de armas nucleares de Irán. Cuando comenzaron las negociaciones, el Sr. Obama dijo que era “inaceptable” que Irán adquiera armas nucleares. Ahora no está claro si esa es de hecho su opinión.
En el Capitolio, es intensa la desconfianza hacia el presidente, alimentada por el presentimiento de que no tiene intención de enviar el acuerdo nuclear para aprobación del Congreso. Cuarenta y siete senadores republicanos enviaron el lunes una carta a Teherán explicando que un futuro presidente estadounidense, o el Congreso, podrían revocar fácilmente un acuerdo no validado por ellos. El Sr. Obama respondió con irritación, acusando a los firmantes de hacer “causa común con los intransigentes en Irán.”
En virtud del acuerdo pendiente, Irán puede mantener grandes plantas nucleares y continuar enriqueciendo uranio. El Sr. Obama dice que esto está bien porque Irán tendría que permitir inspecciones de los sitios nucleares señalados. En respuesta, también el domingo, en televisión, el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu dijo: “No confío en las inspecciones con regímenes totalitarios. Lo que estoy sugiriendo es que ustedes contraigan el programa nuclear de Irán, para que haya menos qué inspeccionar.”
La clave, en la opinión del Sr. Netanyahu, es presionar a Irán para que desmantele las principales plantas. En esa forma, si Teherán decide finalmente abandonar el acuerdo, el régimen tendría que trabajar mucho más que un año para producir un arma nuclear. Además, dice el Sr. Netanyahu, las sanciones deben permanecer en vigencia hasta que Irán deje de amenazar a sus vecinos y de apoyar al terrorismo. El Sr. Obama dice que tales demandas son irrealistas. Ellas matarían las conversaciones, afirma, y dejan sólo una opción militar.
Pero en el corazón de la disputa entre Obama y Netanyahu—y del choque del presidente con el Congreso—no está diplomacia contra guerra. Es una diferencia entre diplomacia cooperativa y diplomacia coercitiva.
Al asumir un enfoque cooperativo, el Sr. Obama insiste, Estados Unidos y otros pueden persuadir a los ayatollahs gobernantes de Irán para que jueguen según las reglas que todas las partes aceptan en forma voluntaria. En contraste, la opción coercitiva, que favorece el Sr. Netanyahu, asume que Irán seguirá siendo hostil, deshonesto y peligroso. El enfoque coercitivo ve el programa nuclear de Irán como un síntoma de la hostilidad entre Irán y el Occidente, pero no como la fuente de la hostilidad. Coerción significa que Estados Unidos y sus amigos utilizarían las restricciones comerciales y financieras, el aislamiento económico y otros métodos (lejos de ataques militares) para presionar a un Irán resistente para que cambie su comportamiento.
Cuando el Sr. Obama dice que el líder israelí “no ha ofrecido ninguna alternativa viable” al acuerdo que está siendo negociado, está negando que existe una opción coercitiva. Pero el punto del Sr. Netanyahu es que podemos tener una si tratamos. Los funcionarios estadounidenses tendrían que ejercer el liderazgo destacando las amenazas iraníes, prescribiendo caminos para limitarlas y solicitando el apoyo de otros países.
Hay dos problemas principales con el enfoque cooperativo del Sr. Obama. El primero es la naturaleza del régimen de Irán. El segundo, es la historia de los intentos por restringir a los actores malos a través de enfoques cooperativos tales como control de armas y acuerdos de paz.
El régimen iraní es teocrático y revolucionario. Llegó al poder en 1979 sobre una ola de ideología religiosa extremista y sigue comprometido con exportar su revolución. Sus líderes desprecian el liberalismo y la democracia. Ellos odian especialmente el respeto del Occidente por los derechos de las mujeres y homosexuales. El régimen sigue en el poder a través de la tortura y asesinato de sus críticos locales. Hace uso frecuente de las ejecuciones públicas—los números han aumentado últimamente aún cuando el Presidente Hasan Rouhani es llamado comúnmente un reformista.
En el exterior, el régimen iraní actúa como un delincuente. Sus agentes y representantes terroristas han cometido bombardeos y otros asesinatos en países que incluyen a Francia, Argentina, Arabia Saudita, Líbano e Irak. Un tribunal estadounidense condenó a agentes iraníes por tramar en el año 2011 el asesinato del embajador saudita ante los Estados Unidos bombardeando un restaurant de Washington D.C.. Los funcionarios iraníes fomentan el odio a Estados Unidos e Israel y solicitan la aniquilación de ambos.
Los líderes iraníes tienen un largo historial de deshonestidad desvergonzada. Su ayuda al régimen tiránico de Assad ha sido masiva desde que comenzó la guerra civil siria, pero ellos lo niegan en forma rutinaria. Y hacen una práctica de mentir a los inspectores de armas de Naciones Unidas. Comentando sobre cómo los inspectores han sido sorprendidos en forma repetida por lo que Irán oculta; Olli Heinonent, ex subdirector general de la Agencia Internacional de Energía Atómica de la O.N.U., dijo a este diario en el año 2013, “Si no hay instalación no declarada hoy . . . será la primera vez en 20 años que Irán no tenga una.”
Irán es un actor malo, y la historia enseña que restringir a los malos actores a través de acuerdos de control de armas y paz es una apuesta perdedora. El enfoque del control de armas es invitar a los actores malos a firmar acuerdos legales. Esto produce ceremonias de firma, donde los líderes políticos pueden actuar como si no hubiera nadie allí más que nosotros, los ciudadanos mundiales pacíficos y cumplidores de la ley. Los negociadores logran celebrar sus acuerdos al menos hasta que los actores malos los violan inevitablemente.
La Alemania nazi violó el Tratado de Versalles. La Unión Soviética violó la Convención de Armas Biológicas, el Tratado Contra Misiles Balísticos, distintos tratados de armas nucleares y otros acuerdos internacionales. La Organización para la Liberación de Palestina violó los Acuerdos de Oslo. Corea del Norte violó el Marco Acordado.
Surgen patrones de esta historia. Cuando los líderes de países democráticos extraen promesas de buen comportamiento de regímenes que son actores malos, esos líderes democráticos cosechan recompensas políticas. Son saludados como pacificadores. El Primer Ministro de Inglaterra, Neville Chamberlain, fue vitoreado cuando regresó de Munich en 1938 con “paz en nuestro tiempo.” Estos líderes tienen una apuesta en que sus acuerdos se vean bien. Cuando esos acuerdos son violados, los “pacificadores” desafían a menudo la evidencia. Si la evidencia es clara, descartan las violaciones como poco importantes. Cuando la importancia es innegable, argumentan que no hay ninguna opción buena para enfrentar a los violadores.
Al final, los actores malos pagan a menudo poco o nada por sus transgresiones. E incluso si los costos
son sustancials, son soportables. Sólo pregunten a Vladimir Putin de Rusia, o a Bashar Assad de Siria o a Kim Jong Un de Corea del Norte.
El gobierno de Obama se ha casado con una política cooperativa hacia Irán. La Casa Blanca rechaza el enfoque coercitivo como no viable. Pero si Irán viola su acuerdo con nosotros, ¿nuestra respuesta no tendrá que ser coercitiva? El Presidente Obama insiste en que su política es la única realista. Al hacerlo, está mostrando ya sea que es ingenuo y desinformado sobre la historia relevante, o ya sea que el ya no considera más “inaceptable” un arma nuclear iraní.
El Sr. Feith, un miembro principal en el Hudson Institute, se desempeñó como subsecretario de defensa para política de E.E.U.U. (2001-05) y es el autor de “Guerra y Decisión: Dentro del Pentágono en el Amanecer de la Guerra Contra el Terrorismo” (Harper, 2008).
Fuente: The Wall Street Journal
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México
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