YOANNA SHUBICH GREEN*
No se esperan grandes cambios; el primer ministro gozará de una coalición más homogénea que la anterior.
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El 17 de marzo se celebraron elecciones anticipadas en Israel debido a que en diciembre de 2014 el primer ministro, Benjamin Netanyahu, disolvió la Knesset (Parlamento) después de dos años de funcionamiento, porque quería tener una coalición más cómoda, ya que sus aliados, Yair Lapid y Tzipi Livni criticaron su posición sobre la nueva Ley Básica que define a Israel como Estado-nación del pueblo judío, así como el incremento de la construcción de nuevos asentamientos.
Como contrapeso al partido derechista Likud de Netanyahu se formó la Unión Sionista, una alianza entre Issaac Herzog del Partido Laborista y Tzipi Livni del partido Hatnúa, de centro izquierda. Los principales temas de interés para el electorado israelí fueron los socioeconómicos. Netanyahu aprovechó el tema de seguridad y la amenaza del programa nuclear iraní; el discurso que dio en el Congreso estadunidense sobre el riesgo de las negociaciones de dicho programa dio sus frutos, se ganó a su electorado más conservador.
La elección contó con una gran participación de 71.8%, la más concurrida. También tuvo gran afluencia de los votantes árabes israelíes, quienes por lo general tienen poca participación. A pesar de que las diferentes encuestas mostraban una competencia muy reñida y daban una ligera ventaja a la Unión Sionista, los resultados con 99.5% de los votos fueron 30 escaños para el partido Likud y 24 para la Unión Sionista. La Lista Árabe Común, coalición de cuatro partidos de la minoría árabe, resultó por primera vez la tercera fuerza política con 13 escaños, partidos que nunca han sido parte del gobierno israelí, siempre han sido oposición.
Israel es un sistema parlamentario que por sus características, el partido o bloque que obtenga 61 escaños de los 120 que tiene el parlamento es quien forma el gobierno. Es facultad del Presidente israelí asignar la tarea al miembro de la Knesset que tiene mayores posibilidades de formar un gobierno de coalición a la luz de los resultados en las elecciones.
Ante los resultados, se espera que el líder del partido derechista Likud, Netanyahu, comience su cuarto periodo como primer ministro y pacte una coalición con las formaciones ultranacionalistas Hogar Judío (que se opone a un Estado palestino) e Israel Beitenu, que obtienen respectivamente ocho y seis. Además, incluiría a los partidos ultraortodoxos, Shas, con siete, Judaísmo Unido de la Torá, con siete y el centroderechista Kulanu, con diez asientos, partido nuevo que resultó el gran ganador, y cuyo líder Moshe Kajlón abandonó el Likud hace dos años por tener discrepancias con Netanyahu; será el fiel en la balanza, dando un total de 68 parlamentarios. De esta forma, empezarán las negociaciones y divisiones de los ministerios entre los diferentes partidos.
No se esperan grandes cambios, al contrario, el primer ministro gozará de una coalición más homogénea que la anterior, un gobierno ultranacionalista y religioso, por lo que continuará la construcción de nuevos asentamientos; las negociaciones con los palestinos seguirán estancadas; la relación con Estados Unidos permanecerá ríspida y, por lo anterior, Israel corre el riesgo de estar aislado del mundo, lo que no le conviene, ya que su economía ha decrecido y no puede continuar con una imagen internacional negativa.
En un primer discurso, Netanyahu prometió formar un gobierno “fuerte y estable”, preocupado por la seguridad, el encarecimiento de la vivienda y de la vida.
Finalmente, el electorado votó por una figura que le transmite seguridad y fortaleza frente al liderazgo de Herzog, que no fue suficiente en una región inestable.
*Coordinadora académica de la Facultad de Estudios Globales, Universidad Anáhuac México Norte.
Fuente: Excélsior
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