AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO.
Los amantes de la paz están por todas partes deprimidos por todos aquellos israelíes que votaron por el primer ministro Benjamín Netanyahu. Algunos de estos amantes de la paz son presos de la histeria porque, bueno, no están tan seguros de sí mismos. Están seguros de que un voto por Bibi era un voto contra la paz, y que un voto por Herzog era un voto por la esperanza.
¿Cómo han podido tantos israelíes votar en contra de la esperanza?
Esto es de lo que estoy seguro acerca de los israelíes: no son una gente extraña. A la mayoría de los israelíes no les gustaría nada más que posibilitar que los palestinos tengan un Estado propio si eso significara una verdadera paz, pero han llegado a la conclusión de que, ahora mismo, un Estado palestino significa la guerra, no la paz.
¿Qué hay de raro en esto?
Escuchamos lo que dice un experto israelí desde hace mucho tiempo sobre lo que podría significar un estado palestino:
“Israel tendría problemas a la hora de preservar la seguridad en el día a día, lo que puede conducir al país a la guerra, o a socavar la moral de sus ciudadanos. En tiempo de guerra, las fronteras del Estado palestino constituirán una excelente posición para que fuerzas móviles montarán ataques contra instalaciones e infraestructura vitales para la existencia de Israel, impidiendo la libertad de acción aérea en los cielos de Israel, y causando un numeroso derramamiento de sangre entre la población de las zonas adyacentes a la línea fronteriza”.
Estas eran palabras de ese actual y cándido amante de la paz que es Shimón Peres en su sincero libro de 1987, “Mañana es ahora”. Y esto era antes de que la región comenzara a implosionar con ISIS, Al Qaeda, Hamas, Hezbolá, Siria y la amenaza nuclear de Irán, quienes compiten entre si sobre quién puede ser el más violento, y también antes de que Israel se retirara de Gaza y fuera recompensado por ello con más de 10.000 cohetes.
“La mayoría de los israelíes quiere decir adiós a Cisjordania… pero no quieren que el escenario de Gaza se repita”, le dijo este último verano al New York Times ese otro campeón de la paz que es Amos Oz durante la guerra de Gaza.
¿Qué hay de raro en esto?
Ya sé lo que están pensando: ¿No es algo criminal e inmoral que el primer ministro israelí le grite al mundo que no habrá un estado palestino bajo su mandato? Sí lo es. Pero cuando el difunto primer ministro Yitzhak Rabin admitió ante el mundo en su último discurso en la Knesset en 1995 que la entidad palestina que tenía en mente sería “menos que un estado”, supongo que también sería un criminal.
La ironía es que en su declaración previa a las elecciones que movilizó a tantos de sus adeptos, Bibi ni siquiera llegó tan lejos. Como explica Shmuel Rosner, “Netanyahu no dijo que se opusiera a la solución de dos Estados. Dijo que en las actuales circunstancias no ve a un estado palestino establecido durante su posible nuevo mandato como primer ministro. Y él probablemente tienen razón en su evaluación”.
¿Qué hay de raro en esto?
¿Saben por qué tantos israelíes votaron por Bibi y contra las falsas esperanzas de paz? Debido a que no confían en que el mundo logre una auténtica paz para ellos, y sobre todo no confían en el presidente Barack Obama.
La decisión de Obama desde el principio de su presidencia fue maximizar la presión sobre Israel, dejando a su vez a los palestinos ajenos prácticamente a cualquier tipo de presión, exactamente el enfoque equivocado para ganarse la confianza de los israelíes. Esto se debe a que la patética historia del proceso de paz durante estos 20 años ha sido una historia de Israel haciendo concesión tras concesión, mientras los palestinos se negaban a ceder en sus objetivos y lanzaban intifadas y cohetes terroristas.
Incluso si usted es un votante israelí que odia a Bibi y piensa que cometió muchos errores, ¿por qué debería confiar en el enfoque de Obama de presionar solamente a los israelíes? No es tan complicado: Cuando se trata de su seguridad, los israelíes echan un vistazo a la dura realidad que representan sus enemigos y voila… Bibi tiene un montón de esos votantes.
Como Thomas Friedman escribió en el New York Times, “la loca e inútil guerra de Gaza que Hamas inició el verano pasado, trajo cohetes hasta las proximidades del principal aeropuerto internacional de Israel, y despreciando los palestinos las anteriores ofertas de dos estados de dos anteriores primeros ministros israelíes (Ehud Barak y Ehud Olmert), ellos mismos construyeron la base del apoyo a Netanyahu tanto como lo hizo él mismo”.
¿Qué hay de raro en esto?
Es cierto que el gran fracaso de Bibi es que ha estado permitiendo que gran parte de la culpa de esa falta de paz recaiga sobre los hombros de Israel. Ese ha sido un error táctico, y es un error enorme.
Por lo menos habría puesto en evidencia a los palestinos y aliviaría un poco la presión implacable y desproporcionada sobre Israel.
Pero todos esos partidarios de Israel y amantes de la paz que están desatando su ira contra Bibi también deberían asumir su parte de responsabilidad por ese fracaso. En lugar de estar tan seguros de sí mismos y tratar de convencer a los votantes israelíes, deberían confesar que su estrategia desde hace 20 años de presionar sobre todo a Israel para que haga concesiones por la paz ha sido un desastre.
Eso ha tenido tres consecuencias. Uno, se ha reforzado la intransigencia palestina y matado cualquier esperanza de paz. Dos, han alimentado la mentira global que el fracaso es culpa de Israel. Y tres, se han alienado a un grupo significativo de votantes israelíes.
Así pues, ¿qué hay de raro en esto?
David Suissa
Fuente: Safed-Tzfat-Zefat
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