‘Infrahumanos’ rima con ‘infieles’: Netanyahu, Obama, Irán, bombas nucleares, y nuevo Múnich


 

 “Israel debe esfumarse de la página del tiempo.”

–Ayatolá Ruhollah Jomeini, fundador del Estado islamista iraní (1979)

 

 “Israel debe ser borrado del mapa”

–Mahmoud Ahmadineyad, anterior presidente de Irán (2005)

 

“Para Israel… la única cura es la aniquilación.”

–Alí Jamenei, Lider Supremo de Irán (2014)


“Peace for Our Time,” anunció muy fatuo Neville Chamberlain luego de acomodar a los checoslovacos en la mordida espumosa de Hitler, esa que relajaba solo para escupir amenazas de guerra europea y genocidio antijudío. “Peace in our time” prometió Barack Obama en su discurso inaugural de 2013. La historia no se repite, pero rima. Obama prepara ya la firma para normalizar el programa nuclear del terrorista Alí Jamenei, ‘Líder Supremo’ (es título oficial) de Irán y aspirante a rehacer el crimen de Hitler contra los judíos.

Bien dijo Santayana: repiten la historia quienes no la entienden. Interroguémosla pues para encontrar las rimas y apreciar nuestro momento. ¿Cómo pudo Chamberlain zanjar al público para cometer sus barbaridades diplomáticas? Ya lo han contestado los historiadores.

En Auge y Caída del Tercer Reich (1960) William Shirer comentó que el Times de Londres, “este gran periódico, una de las glorias del periodismo inglés, jug[ó] un vergonzoso papel… en el desastroso apaciguamiento británico de Hitler.” ¿Cómo? Prestigiando al Führer siempre que interrumpía sus berrinches violentos para comunicar su intención de ‘paz,’ prometida a cambio de alguna licencia (para reocupar Renania, rearmar a Alemania, absorber Austria, consumir a Checoslovaquia…).[1] La metralla mediática del Times amparaba a Chamberlain cuando repetía cada vez—otra vez—que Hitler podía ser ‘apaciguado.’

No era nada más el Times.

El Partido Conservador de Neville Chamberlain creó, a finales de los 1920s, “un pequeño servicio secreto propio” que jaloneaba a la prensa conservadora con un bridón clandestino tan corto como el de los Estados totalitarios. Lo dirigía Sir Joseph Ball, el amigo más íntimo de Chamberlain, como documenta una investigación de R.B. Cockett publicada en el Historical Journal. Ball comenzó a extender su control sobre el resto de la prensa británica cuando, en el contexto de la Gran Depresión, se formó un gobierno de presunta coalición llamado ‘nacional’ pero en realidad cabalmente conservador.[2]

Para 1936, según investigaciones de Anthony Adamthwaite publicadas en el Journal of Contemporary History, aquel gobierno conservador tenía “a la BBC firmemente de la correa.” No era suficiente. Sentado ya Chamberlain en el escaño del primer ministro, en 1937, Goebbels levantó quejas por aquellas críticas contra Hitler que aun asomaban en los periódicos. Lord Halifax, ministro de relaciones exteriores, “prometió que haría todo lo posible por ‘conseguir la cooperación de la prensa británica’ ” y corrió a resolver el problema con los amos del Daily Herald, el News Chronicle, el Daily Mail, y el Evening Standard. Hubo preguntas indiscretas en el House of Commons sobre el tema, contestadas con “negaciones, evasión, y galimatías.”[3]

Un periódico iba al extremo: Truth. Chamberlain confesó en una carta a sus hermanas que “ ‘[este] periódico lo controla en secreto Joseph Ball’ ” (lo había comprado clandestinamente). Y “Truth,” escribe Cockett, “expresando las opiniones de Ball y Chamberlain, parece haber distado poco en su contenido ideológico de los prejuicios y creencias que profesaban los líderes nazis.” De hecho, “Truth adoptó una postura abiertamente antisemita y racista…, [y] todo enemigo del apaciguamiento [de Adolfo Hitler] era calificado de judío/comunista y traidor a la verdadera causa inglesa.” Naturalmente que “Truth se volvió abiertamente pro alemán y pro italiano al mismo tiempo que Chamberlain buscaba una solución diplomática con Hitler y Mussolini.”[4]

¿Y en Estados Unidos?

El historiador Frederick Marks apunta en el Historical Journal que Franklin Delano Roosevelt sostenía en público posturas muy distintas a lo que hacía tras bambalinas, produciendo una contradicción severa entre “la apariencia y la realidad.” Al embajador británico Lindsay, Roosevelt confesó en privado que sería el primero en celebrar el éxito de la presión británica y francesa sobre Checoslovaquia, pero que sería desaforado si el público estadounidense conociera su opinión.[5]

¿Qué hay de la prensa? William Randolph Hearst, él solo, era dueño de la mitad de la prensa estadounidense, y fue “cortejando a Hearst y a otros empresarios de su misma ideología,” explica el historiador Thomas Ferguson, que Roosevelt logró ocupar la Casa Blanca.[6] Aquella ideología era bien conocida porque “los editoriales de Hearst usualmente se publicaban en todos sus 29 diarios.”[7]

Aquí algunas opiniones de Hearst, recogidas por el historiador Rodney Carlisle en el Journal of Contemporary History: 1) el nazismo era una bienvenida barrera contra el comunismo; 2) EEUU no debía amenazar a Alemania o apoyar a la Liga de las Naciones; 3) las exigencias fronterizas de los nazis y su anhelo de unificar a Alemania eran legítimos; 4) la reocupación alemana de Renania era justa; 5) si los nazis atacaban barcos de la armada estadounidense, debía tolerarse si pedían una sincera disculpa (¡?); y 6) Chamberlain hizo bien en darle Checoslovaquia a los nazis.[8]  No por nada llamaron a Hearst “la piedra angular del fascismo estadounidense.”[9]

El apoyo al ‘apaciguamiento’ de Hitler no era un fenómeno de líderes y prensa británicos sino transatlánticos.

En nuestro presente los líderes estadounidenses y británicos invaden Afganistán e Iraq creando vacíos que llena Irán. Ahora corren a negociar con Irán su desarrollo de tecnología atómica. A cargo está Wendy Sherman, subsecretaria de Estado, autora de la negociación que permitió a Norcorea sus bombas nucleares y dueña de un soberbio descaro para regañar a los surcoreanos por insistir que esas bombas son inaceptables.[10]

A todo esto, la prensa respetada de hoy, ¿qué dice?

En noviembre de 2014 el Economist confesó que “Irán es difícil de sondear” y que “los periodistas que logran obtener una preciada visa regresan con incertidumbres porque pocos iraníes se atreven a decir lo que piensan.” No obstante esas limitaciones, la revista británica, la más prestigiada del mundo, la más influyente con la gente ‘inteligente’ y ‘educada,’ afirmó con confianza que “La Revolución [Iraní] ha terminado” y que “el país indiscutiblemente ha cambiado,” inundando a sus lectores con cifras y anécdotas que hablan del presunto liberalismo, modernidad, y educación de la población iraní.

Pero no se está firmando un acuerdo nuclear con la población iraní sino con los tiranos que la gobiernan. En noviembre 2014, cuando el Economist publicó su artículo, aquellos gobernantes financiaban enérgicamente, como todavía lo hacen, a grupos terroristas de ideología genocida antisemita; el fiscal Alberto Nissman denunciaba todavía de su voz el encubrimiento, por parte del gobierno argentino, de los funcionarios iraníes responsables del ataque terrorista contra la comunidad judía de Buenos Aires (85 muertos y 300 heridos); y rebotaban todavía ecos de la amenaza de “aniquilación” que emitiera en julio Alí Jamenei—Líder Supremo de Irán—contra el Estado judío.[11]

Hay que tomárselo en serio. Ayatolá Hashemi Rafsanjani—anterior presidente y padre del programa nuclear iraní—dejó ya bastante claro para qué es ese programa: “la aplicación de una bomba atómica no dejará nada en Israel pero causará tan solo algunos daños en el mundo musulmán.”[12]

Benjamín Netanyahu, primer ministro israelí, peroró elocuente hace unos días ante el Congreso estadounidense sobre las intenciones de los ayatolás y el peligro de firmar con ellos. El Economist respondió con un respaldo firme a Obama.[13] Lo mismo el New York Times.[14]

Así nos hablaron también antes de abandonar Checoslovaquia a Hitler. Pero no se trataba (precisamente…) de una prensa libre. ¿Han cambiado las cosas? ¿Qué revela el trabajo historiográfico más reciente relativo a la influencia de la clase gobernante occidental sobre los medios de información?

Una investigación del historiador Christopher Simpson, profesor de comunicaciones en American University, documenta que las agencias de inteligencia estadounidenses gastaron ríos de dinero para crear en la posguerra—en un abrir y cerrar de ojos—los departamentos académicos de ‘ciencias de la comunicación’ (e institutos relacionados) para que fueran liderados por los mismos investigadores que habían creado el programa de ‘guerra psicológica’ del gobierno estadounidense. (El macartismo se encargó de los inconformes.) Esta infraestructura subyace “casi todo el entrenamiento para periodistas de prensa escrita, radio, y teledifusión, relaciones públicas y personal de mercadotecnia, y técnicos relacionados que podríamos llamar los ‘trabajadores ideológicos’ de la sociedad estadounidense contemporánea.”[15]

Las mismas agencias de inteligencia recibieron permiso explícito, en el National Security Act de 1947, para corromper los medios extranjeros con ‘acciones encubiertas.’[17]

Abunda material aquí para quien sospeche que la prensa es un simple megáfono de poder. Era Chamberlain quien vendía la política de Chamberlain; ahora es Obama quien justifica a Obama.

La historia no se repite, pero rima. Conviene hacer caso, porque los antisemitas son peligrosos para todos. En la Segunda Guerra Mundial perdieron la vida más de 54 millones de no judíos. Para Hitler éramos ‘infrahumanos’; para Jamenei, ‘infieles.’ ¿Será muy distinto el resultado?

Fuente: Revista Urbi et Orbi del ITAM


Francisco Gil-White, antropólogo e historiador, imparte en el ITAM los cursos de Comportamiento Humano I y La Historia Política de Occidente y el Antisemitismo. Dirige la Fundación para el Análisis del Conflicto Étnico y Social, edita Historical and Investigative Research (www.hirhome.com), y es autor de El Colapso de Occidente: El Siguiente Holocausto y sus Consecuencias, de venta en Amazon.com.


[1] Shirer WL. 1960. The rise and fall of the Third Reich: A history of Nazi Germany. New York: Simon & Shuster. (pp.287-88)

[2] Cockett RB. 1990. Ball, Chamberlain and Truth. The Historical Journal 33: 131-42 (pp.131-33)

[3] Adamthwaite A. 1983. The British Government and the Media, 1937-1938. Journal of Contemporary History 18: 281-97 (pp.282-85)

[4] Cockett 1990 (pp.135-36, 139-140), op.cit.

[5] Marks FW. 1985. Six between Roosevelt and Hitler: America’s Role in the Appeasement of Nazi Germany. The Historical Journal 28: 969-82 (pp.973, 976)

[6] Ferguson T. 1984. From Normalcy to New Deal: Industrial Structure, Party Competition, and American Public Policy in the Great Depression. International Organization 38: 41-94 (p.80)

[7] Carlisle R. 1974. The Foreign Policy Views of an Isolationist Press Lord: W. R. Hearst and the International Crisis, 1936-41.Journal of Contemporary History 9: 217-27 (p.219, fn.3)

[8] Carlisle 1974, op.cit.

[9] Lundberg F. 1936. Imperial Hearst: A social biography. New York: Equinox Cooperative Press (p.343)

[10] “Column One: Life under the US umbrella”; Jerusalem Post; 3 March 2005; by Caroline Glick
https://www.jpost.com/Opinion/Column-One-Life-under-the-US-umbrella-393103

[11] The revolution is over; To come”; The Economist; Nov 1, 2014

[12] “Netanyahu: Iran’s Ayatollah Tweets That Israel Must Be Destroyed”; CNSNEWS.com; March 3, 2015 – 12:15 PM; by Melanie Hunter
https://cnsnews.com/news/article/melanie-hunter/netanyahu-iran-s-ayatollah-tweets-israel-must-be-destroyed

[13] “Rafsanjani says Muslims should use nuclear weapon against Israel”; Iran Press Service; 14 December 2001.

[14] “The best of bad options”; The Economist; Mar 4th 2015, 16:01; by M.J.S.

[15] “Mr. Netanyahu’s Unconvincing Speech to Congress”; The New York Times; MARCH 3, 2015; By THE EDITORIAL BOARD.

[16] Simpson, C. (1994). Science of Coercion: Communication Research and Psychological Warfare. New York: Oxford University Press. (p.3)

[17] National Security Act (1947), Title V, SEC. 501. [50 U.S.C. 413] (f) y SEC. 503 (e).

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