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jueves 21 de noviembre de 2024

Los secretos de Hillary

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ROSA TOWNSEND

“Garganta Profunda”, el famoso informante del caso Watergate, aconsejó a los reporteros del Washington Post que “siguieran la pista del dinero” (follow the money). Así lo hicieron y así destaparon la trama de Richard Nixon, el presidente más paranoico y tramposo de la historia reciente.

El consejo de Garganta Profunda vuelve a cobrar relevancia ante los dos nuevos escándalos que sacuden Clintonlandia. En la intersección de ambos –emailgate y clintonmoneygate– es donde hay que seguir la pista crucial: ¿Podrían los emails secretos de Hillary contener comunicaciones con los gobiernos extranjeros que han contribuido cientos de millones de dólares a la Fundación Clinton, antes, durante y después de que ella fuera secretaria de Estado?

¿Esperaban esos gobiernos –Qatar, Emiratos Árabes, Argelia, Kuwait y Arabia Saudita entre otros– influir al expresidente Clinton y a la (potencial) futura presidenta Clinton? ¿Esperaban favores inmediatos de ella como secretaria de Estado?

En las respuestas a esas preguntas –que ella no ha dado– yace la clave principal de todo este embrollo. Hillary admitió este martes haber borrado unos 30,000 emails por considerarlos “privados”. Y enfatizó además que no iba a aceptar un árbitro independiente que accediera a su servidor privado para hacer una autopsia cibernética de su correspondencia. Es decir, nos pide que tengamos una fe ciega en su palabra; fe en que la selección de emails que entregó hace dos meses a petición del Departamento de Estado (y no por voluntad propia) contienen la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, so help me God. Sorry, Hillary, es mucho pedir.

Evidente es que instaló un sistema secreto de email en su casa de Chappaqua, Nueva York, de forma deliberada y en desafío a la normativa federal y a las específicas directivas del presidente Obama. Lo que no es tan obvio es cuál fue su motivación. ¿Era simplemente paranoia política? ¿O pretendía ocultar algo? Se ha justificado asegurando que lo hizo “por la conveniencia de no llevar dos teléfonos”. (Aunque el mes pasado puntualizó en una entrevista de TV que poseía dos teléfonos: “un iPhone y un Blackberry”).

¿Y cuál era la “conveniencia” de destruir miles de correos electrónicos? Ella no sólo ha evadido una explicación sino que en el mejor estilo procaz dijo: “he elegido borrarlos”. Y punto. Lo cual alimenta las sospechas de posibles conflictos de intereses. El Washington Post ha revelado parte de las contribuciones extranjeras a la Fundación Clinton señalando: “Están prohibidas las donaciones de gobiernos e individuos extranjeros, para evitar influencia del exterior en la política de EE.UU. Pero la Fundación le ha dado a los donantes una vía potencial de ganarse favores con los Clinton fuera de los límites políticos tradicionales”.

Ese es el problema. La percepción de “pay-to-play”, como lo titula el National Journal (periódico tan liberal y pro-demócrata como elWashington Post o el New York Times, que descubrió el emailgate). Y además de gobiernos e individuos extranjeros el Wall Street Journal revela que al menos 60 empresas que hacían lobby en el Departamento de Estado mientras Hillary lo dirigía contribuyeron 26 millones de dólares a la Fundación Clinton.

Ahora se entiende mejor por qué el presidente Obama la hizo firmar un acuerdo de ética –en referencia a los fondos de la Fundación Clinton– cuando la nombró secretaria de Estado en 2009. Sus dudas tendría sobre posibles conflictos de intereses. Y quizá por ello ahora Obama se está distanciando de ella.

Por mucho que Hillary ponga cara de póker, como si nada hubiera pasado, lo cierto es que el goteo de revelaciones en la prensa, sumado a la destrucción de emails, sus evasivas y su negativa a un árbitro independiente, oscurecen su estrella política y pueden afectar sus aspiraciones presidenciales.

Mucho va a depender de si la prensa continua escudriñándola y de si se reviven las memorias de los escándalos anteriores (Whitewater, Travelgate, Filegate, Mónica, etc –todos se pueden googlear). Y claro, depende en última instancia de la saña con que los enemigos políticos la traten. De momento los demócratas están nerviosos, porque lo de Hillary iba a ser una fácil coronación. Temen ahora que pueda ser de espinas.

A ella le interesa que los republicanos concentren sus pesquisas en el ataque terrorista de Bengasi (Libia), porque así puede jugar la carta política de que la están persiguiendo. Y como ya no hay más emails, porque los ha destruido “por conveniencia”, pues todo queda en el aire. Aunque sea un aire algo maloliente.

No importa. Al fin y al cabo, Hillary es una experta en limpieza y remodelación política. Seguro que con su gran inteligencia (que nadie lo dude) revestirá sus cuatro años al timón del Departamento de Estado como un dossier de logros en política internacional, en vez de lo que realmente fueron: mero turismo diplomático.

¡Ah! Y además siempre podría adornarlo resaltando la declaración que hizo el 18 de marzo de 2008 en respuesta a las alegaciones de su entonces contrincante, Barack Obama, sobre su tendencia al secretismo: “Creo que soy la persona más transparente en la vida pública”.

Fuente:elnuevoherald.com

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