Cómo me gustaría que los antisemitas que te han atacado estos días dieran su cara, nombre y apellido. No se van a atrever porque son cobardes.
Querido Ezra
Ya sé que no te gusta que lo ande diciendo pero, ni modo, siempre lo voy a repetir: me siento muy orgulloso de que hayas sido mi maestro. Primero, hace muchísimos años, en la preparatoria, cuando en la clase de historia de México nos abriste los ojos acerca de todas las patrañas de la versión oficialista que hasta entonces habíamos aprendido. Luego te empecé a escuchar con Pepe Cárdenas y pensé que yo quería hacer lo mismo: comentar, con toda libertad, los acontecimientos nacionales e internacionales. Cuando dejaste tu espacio para convertirte en conductor, yo le hablé al buen Pepe para pedirle quedarme en tu lugar. Generoso, como es nuestro amigo, me abrió la puerta y ahí sigo comentando muchos años después, siempre con el compromiso de hacer un trabajo a la altura de mi maestro Ezra Shabot.
Por donde has pasado, has dejado una huella. Todo mundo reconoce y aplaude tu carácter afable. Tienes un gran sentido del humor pero también opiniones serias, contundentes, bien argumentadas y duras de rebatir. Cuando no estás de acuerdo con algo, lo expresas con gran convicción. Y eso siempre te ha traído problemas con la gente que le disgusta las opiniones diferentes.
Ése ha sido el caso con tu postura acerca de la salida de Carmen Aristegui de MVS, medio en el que trabajas desde hace muchos años. Desde luego que estás en tu derecho de hacerlo y tus argumentos, como siempre, tienen méritos. Lo lamentable es que algunos que están en desacuerdo recurren a la salida facilita, torpe y cavernaria de acusarte de judío.
Nada nuevo, mi querido Ezra, para todos aquéllos que somos judíos y estamos en los medios de comunicación. Es tan común, que ya nos acostumbramos. Tomamos como algo normal que nos acusen de todo tipo de barbaridades por tener cierta religión. Nos quieren hacer sentir que, por ser judíos, nuestro país no es México. Pero se equivocan: el fanatismo antisemita sólo hace que nos sintamos más orgullosos de ser mexicanos y judíos. Ya parece que nos van a doblar con tales majaderías.
Tienes toda la razón: no debemos victimizarnos. Pero tampoco podemos soslayar el discurso de odio de supuestos adalides de la libertad de expresión. Que digan lo que quieran, pero asuman la responsabilidad de sus dichos y hechos. Lamentablemente no lo hacen: se refugian en el anonimato. Cómo me gustaría que los antisemitas que te han atacado estos días dieran su cara, nombre y apellido. No se van a atrever porque son cobardes que echan la piedra y esconden la mano.
También, por cierto, es común que en nuestra profesión nos acusen de “chayoteros” independientemente de la religión que tengamos. Se trata de otro insulto para descalificar la opinión divergente. Fíjate lo que son las cosas. Tú, como yo, seguramente los has vivido en carne propia: si aplaudes al gobierno por algo positivo que hizo, te acusan de vendido; si el día siguiente criticas al gobierno por algo negativo, te acusan de que quieres más dinero. Como el cohetero, nos chiflan cuando truenan los cohetes o cuando no truenan. No hay salida. Pero tú y yo sabemos que son puras tonterías. Acusan, pero nunca presentan pruebas de soborno porque simple y sencillamente no existen.
Pero eso, lo sabemos, son los costos de estar opinando en los medios. Como decía el expresidente estadunidense Harry Truman, “al que no le guste el calor que se salga de la cocina”. Yo sé que a ti te encanta la cocina mediática y, por tanto, vas a seguir soportando el calor incluyendo los disparates antisemitas. Estoy seguro que no te van a amedrentar, que vas a seguir dando tus opiniones con la pasión que te caracteriza y denunciando a los fanáticos que les encanta el discurso del odio. Como bien dice Amos Oz: “El fanático está más interesado en el otro que en sí mismo por la sencillísima razón de que tiene un sí mismo bastante exiguo o ningún sí mismo en absoluto”. Y tú, querido maestro, a diferencia de los que anónimamente te atacan, eres grande y lo seguirás siendo. Te mando un fuerte abrazo.
Fuente: Excelsior
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