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jueves 19 de diciembre de 2024

Entre el yunque y el martillo. Los judíos en el conflicto entre Ucrania y Rusia

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MERAV BETIT

La irregular guerra civil en Ucrania tampoco perdona a las comunidades judías orientales del país. Se trata de la tierra natal del Baal Shem Tov, creador del Jasidismo; Rabí Najmán de Breslav, Iosef Trumpeldor y Golda Meir. En refugios y casas de tránsito no pocos judíos se transformaron en refugiados en su propio país y no pocos avizoran su futuro en Israel.

En este lugar no hay un campamento; sólo hay refugiados. No hay gritos ni llanto ni tampoco la presión de gente que no sabe si volverá a sus hogares. No hay lugar para preguntas sobre el destino; sólo como salir de la condición de refugiados.

Muchas familias llegan al Centro Judío de Jarkov y se juntan en una bella ciudad por temor a la guerra transformándose en refugiados en su propio país. Casi 700 judíos han llegado a Jarkov provenientes de las zonas donde Ucrania libra una guerra contra las milicias separatistas pro rusas.La mayoría son ancianos, enfermos y familias con niños pequeños.

La primera noche la pasaran en casas de tránsito o en la Yeshivá local. Al otro día buscarán algún trabajo para hacer, conseguirán remedios y con suerte algún subsidio y cartillas de racionamiento de alimentos.

Una parte de ellos fueron contenidos por la organización Jésed ya en sus ciudades de origen, pero por la guerra se sumaron más de otros lugares.

Las líneas de comunicación funcionan a medias y muchas aldeas están al borde del colapso humanitario. El invierno ucraniano (la temperatura puede bajar hasta los 35 grados) puede ocasionar la muerte de centenares o de miles de personas por falta de calefacción, en especial de refugiados.

En los días difíciles de esta extraña guerra, fuimos al encuentro de los judíos ucranianos. En Jarkov y Dneipropotrovsk, hay importantes cantidades de judíos y entre ellos no pocos refugiados. A pesar de la incertidumbre reinante, se los ve contenidos.

En la ciudad de Slobiansk, en la que comenzó el conflicto, encontramos a judíos empobrecidos ya antes de la guerra. De los 45.000.000 de habitantes que hay en Ucrania, 300.000 son judíos. La organización de caridad Jésed funciona en 32 ciudades brindando remedios a más de 1.700 hogares judíos, en especial los que están en zonas de combate.

Unos 1.500 judíos abandonaron ya la zona donde hay combates y se dirigieron a las dos grandes ciudades citadas. Una guerra en este país es muy diferente a lo que un israelí piensa. Aquí no se pregunta mucho sobre el origen judío de la persona que se acerca a la comunidad. Así es como llegan a pedir ayuda personas cuyos abuelas y abuelos eran judíos y vuelven a lugares que alguna vez representaron algo para ellos.

“La comunidad judía de Ucrania es una de las más importantes del mundo”, dice Offer Glantz, director general del JOINT en Rusia y países aledaños. La ayuda del Joint a estas comunidades como a otras necesitadas del mundo incluye ayuda a las personas y fortalecimiento de las kehilot. “Debido a la crisis actual coordinamos la ayuda junto a otras organizaciones internacionales y locales”. Anatoly Plaskantzky, director de Jésed en Járkov, dice: “Tenemos centenares de voluntarios, en especial jóvenes”.

Malka, una beba de menos de un mes de Grisha y Dasha, no deja de llorar. Hace tres días llegó con sus padres provenientes de Donetzk y se alojan ahora en Járkov en casa de sus abuelos. A pesar de la grave situación que vive Donetzk, Dasha, de 26 años, quiso dar a luz allí. Donetzk es la cuna de las zonas rebeldes prorrusas. Viven allí unos 15.000 judíos.

La zona fue anexada a Ucrania por Stalin en los años ’20 del siglo pasado con el objetivo de disminuir el espíritu nacionalista ucraniano. Muchos de sus actuales habitantes son rusos y no pocos añoran a la vieja Rusia.

Los rebeldes luchan contra Ucrania para erigir una república pro-rusa. En Donetz y Lugansk (viven aquí unos 8.000 judíos) la situación es de gran inestabilidad por la intermitente guerra.

Grisha, de 28 años, es un broker. Tenía en Lugansk una oficina con 17 trabajadores. Hoy sólo le quedan cuatro. “Si hace medio año me decían que yo sería un refugiado en mi tierra y que debería abandonarla, me hubiera reído en su cara”, dice

“Un amigo me prestó una casa en Járkov. Los bancos en Donetzk no funcionan y no puedo ya trabajar. La ciudad fue ocupada por bandoleros armados hasta los dientes. No sé si volveré a ver mi casa”.

Sofía, la madre de Dasha, trabajaba como bibliotecaria en la escuela judía de Donetzk y ahora como refugiado cuenta los momentos dramáticos que vivió. “Estábamos junto a decenas de niños en el patio esperando el transporte escolar y de repente irrumpió con violencia un vehículo militar del que bajaron varios encapuchados armados. Buscaban a alguien en una casa aledaña y disparaban al aire. Los niños aterrorizados se refugiaron en la escuela y se tiraron al piso. Al otro día ninguna mamá envió a su hijo a la escuela”, dijo.

En Járkov, que es la segunda ciudad en importancia del país luego de Kiev, la vida continúa con cierta normalidad. Los judíos refugiados siguen fluyendo de las repúblicas separatistas. Las calles vacías de Slobiansk, una pequeña ciudad de la provincia rebelde de Donetzk, son atravesadas por tanques ucranianos. Sobre los tanques los soldados festejan la liberación de Slñobiansk de manos pro rusas. Su optimismo es exagerado: los ucranianos no logran ganar la guerra.

Los pro rusos fugados de Sloviansk se hicieron fuertes en Donetzk en donde tropieza el ejército ucraniano.

Victor Tolsky dice no temerle a ningún bando y a los 64 años va por las calles vacías de la ciudad recuperada para llevar remedios y armamentos a la gente que no puede salir de casa. El también es voluntario de Jésed. El ya vaticinaba la guerra. “Los rebeldes tienen raíces pro rusas. Ven TV y escuchan radios pro rusas y algunos reciben hasta presiones de su antigua patria. Era claro que la mayoría apoyaría a los rebeldes”, dice. “Rusia es enemigo de Ucrania. Sólo quieren dominarnos fomentando la secesión. Les dieron armas a delincuentes, presos y bandidos”.

El miedo empieza a regir la calle. Víctor asiste aun a 46 ancianos y enfermos. “Si, es peligroso”, dice, “pero yo soy optimista. Me saqué la cadena con el Maguén David por las dudas. Es sólo una prevención. Como judío siempre tenés que aprender a cuidarte”.

En 1998, cuando comenzó a funcionar el centro comunitario en Sloviansk, Víctor decidio participar. “Festejamos todas las fiestas y los Shabatot. Aprendí algo de hebreo”, dice. En el centro comunitario, que conoció épocas mejores, nos encontramos con Tamara. Ella tiene 86 años y casi no puede caminar. Durante los meses de guerra, Jésed se encargo de proveerla de alimentos y remedios. “Ellos se comunicaban conmigo y me preguntaban si quería salir de la ciudad. Les dije que no; que no dejaría mi casa hasta el final”. Con los bombardeos, dado que no podía bajar al refugio, simplemente se acostaba sobre la cama y se tapaba toda. A pesar de estar un mes casi sin agua y sin luz, no se desespero. “Mi madre me contó de los pogroms en Rusia contra los judíos y luego sobre los horrores de la segunda guerra. Y ahora esto. Yo no estoy contra nadie. Sólo quiero paz”.

Su judaísmo quedo oculto durante todos los años de comunismo. “¿Sabes cuando me siento judía?” me dice. “Cuando me lo recuerdan”. Hay antisemitismo en Ucrania.

Anatoly, de Jésed de Járkov, dice: “Esta guerra no tiene un sustento antisemita y los judíos ucranianos sufren lo mismo que los no judíos. Pero no hay duda que la ayuda de la comunidad judía alivia nuestro dolor”.

La plata para financiar la ayuda llega del Joint y otras fundaciones de ayuda de Canadá y Gran Bretaña.

Israel también está presente con el accionar de la Agencia Judía aunque no parece haber mucha aliá. Anatoly dice que “el judío ucraniano ama su país y consideran a Ucrania su lugar. Esto no contradice su vida comunitaria. Para ellos el judaísmo es una religión y actividad comunitaria. Muchos son ancianos y pocos cambiarían su vida a esa edad. Cada uno deberá elegir qué solución tomar para su vida”, dijo.

Desde las matanzas cosacas de Jmelnitzky en el siglo XVI (100.000 judíos muertos) hasta la masacre de Baby Yar durante la segunda guerra por los nazis, el antisemitismo parece bastante arraigado entre los ucranianos.

El héroe nacional ucraniano del siglo XX, Stefan Bandera, dijo en su momento que los rusos, polacos y judíos “son los enemigos jurados de Ucrania”.

Con el comienzo de las protestas en Kiev, ciertos medios de comunicación tomaron una actitud nacionalista aunque no pocos canales son propiedad de judíos. Hay insistentes rumores de que el actual presidente ucraniano, Petro Porodoshenko, en verdad se apellida Waltzman. Su jefe de gabinete, Arseny Yadchuk, seria judío, algo que él niega. Su vice, Vladimir Groissman, es judío y la abuela del intendente de Kiev, Vitali Klichko, era judía, por lo que él también lo sería.

Durante mayo 2014 hubo incidentes antisemitas en Kiev y fue arrojada una bomba incendiaria contra una sinagoga. En Simerpol, Crimea, ahora bajo control ruso, hubo pintadas antisemitas en la sinagoga. Si bien no hay un aumento del antisemitismo, murieron varios judíos en distintos episodios bélicos.

Fuente:osaargentina.org.ar

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