El Seder secreto en un campo de concentración nazi

SILVIA SCHNESSEL PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Las condiciones de vida, en el interior del campo de concentración de Vaihingen eran horribles, sobre todo en el terrible invierno de 1944-1945.

Por Rachel Avraham

Los judíos que vivían en este campo de concentración nazi venían del Ghetto Radom de Polonia y estaban destinados a trabajar como esclavos 12 horas al día sin interrupción.

Construyeron armas, excavaron túneles para los refugios antibombas, y efectuaron numerosos trabajos, sobre todo físicos, para los nazis que intentaban desplazar bajo tierra sus fábricas de armamento a causa de los intensos bombardeos de los aliados.

Las condiciones inhumanas y el trato de los prisioneros en el campo de concentración de Vaihingen eran causa de una tasa de mortalidad de las más altas entre  todos los campos de concentración.

Al principio solo vivían judíos en el campo, más tarde los prisioneros franceses y alemanes fueron enviados allá también.

Hacia el final de la guerra también fueron enviadas allí personas enfermas y al final de sus vidas.

Pero a pesar del inimaginable sufrimiento que los judíos soportaron, continuaron celebrando el Seder de Pesaj.

Estaban decididos a preservar las tradiciones de sus antepasados, a pesar del riesgo que ello representaba en un campo de concentración nazi.

Un «habitante» del campo, Moshe Perl, cuyo testimonio se conserva en Inferno & Vengeance, había explicado: « La gente del campo estaba acostumbrada a su miserable suerte. Veían costantemente la muerte ante sus ojos. Pero no se resignaban a comer ‘jamets en Pesaj. Se preguntaban: «Dónde podemos encontrar harina y patatas, y cómo podríamos cocer los matzot?»

Perl encontró una solución: «Poco tiempo antes de Pascua, uno de los SS del campo entró en el taller donde yo pintaba paneles indicadores. Me pidió que pintase dianas ficticias para el entrenamiento. Entonces tuve una idea. Le sugerí confeccionar grande dianas de madera recubiertas de sacos de papel, que estaban disponibles en gran cantidad en el almacén. Le dije que necesitaba harina, mucha harina, para pegar las fotos de soldados a las dianas. Me preguntó cuanta harina y le dije que necesitaría cinco kilos. Mi idea le gustó y dio la orden inmediatamente».

Los judíos cocieron la matzá en secreto, aun sabiendo que morirían si eran capturados.

Perl explica: «En el campo recogimos vigas de madera. Encontramos una rueda entre mis herramientas con la cual fabricamos la matzá y nuestra «empresa de cocido» entró en su fase activa. Recogimos botellas de vidrio y las lavamos cuidadosamente, limpiamos la mesa con fragmentos de vidrio para amasar la pasta. Cocimos la matzá en mi taller teniendo la puerta y las ventanas herméticamente cerradas. Nuestro problema luego era esconder las matzot que habíamos logrado preparar tomando tales riesgos y encontramos la solución. Los escondimos bajo las tejas del techo del taller».

Cuando llegó la noche del Seder, veinte judíos que vivían en el campo de concentración de Vaihingen pudieron celebrar Pesaj. Además de la matzá comieron patatas y bebieron vino «casero» con agua y azúcar.

Pudieron incluso leer la Hagadá.

Justo antes de la invasión aliada, muchos de estos prisioneros fueron enviados a una marcha de la muerte hacia el campo de concentración de Dachau.

De los prisioneros que quedaron y vieron la liberación de los aliados, 92 de ellos murieron poco después por diversas enfermedades que sufrieron en razón de las condiciones atroces en el interior del campo.

Los nazis pudieron destruir numerosas vidas judías, pero fracasaron en destruir el alma judía y en romper la voluntad indestructible de celebrar el Seder de Pesaj.

Fuente: United with Israel via Jssnews

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Silvia Schnessel: Silvia Schnessel es corresponsal de Enlace Judío en España. Docente y traductora, maneja el español, el hebreo, el francés, el inglés y el catalán. Es amante del periodismo, del sionismo y de Israel.